Una Cinderella exquisita.
Bajo el título de “A Cinderella Story”, la versión de John Neumeier de la “Cinderella” de Serguei Prokofiev se estrenó en su Ballet de Hamburgo en 1992. El Bayerisches Staatsballett lo incorporó a su repertorio en 2000, y recién lo han retomado para abrir la temporada 2008-2009.
Por Isis Wirth (Alemania)
Neumeier puede, en ocasiones, ser un mago. Ésta lo es.

Aquí la teatralidad de la que suele servirse con particular tino, vendría de la mano de una percepción casi “poética” gracias a cómo sabe captar los móviles de cada personaje, de una manera que nunca es enfática. Y empleando con suficiencia y hasta brillo mucho “movimiento”: sí, hay baile, ¡ baile! Incluso, no faltan los pasos clásicos, con más preponderancia hacia el segundo acto. La coherencia es magnífica.
Una mención especial merecen los diseños de escenografía y vestuario del conocido Jürgen Rose, aunque la exquisitez de Neumeier en ello es, desde luego, acostumbrada. Con un gran cuadro esencial, que se va transformando en dependencia de los cambios de escena, resuelve toda la atmósfera, que sería inimaginable, además, sin las luces de Max Keller. Es un ballet bellísimo.
Lisa-Maree Cullum, un ídolo del público de Munich después de Lucía Lacarra, fue una Cinderella deliciosa. Siempre dueña de sus solos, mostró sobre todo más delicadeza en la actuación, en el segundo acto. Por momentos, su intensidad puede sobrecoger, hasta sentir auténtica pena por ella, como si se borrara la frontera entre la escena y la realidad, humillada por las pérfidas hermanastras (Daria Sukhorukova y Hana Werner.)

Su Príncipe fue Alen Bottaini, un bailarín que posee la rara cualidad de energizar todo lo que hace. Por “energizar” quiero decir que desde que aparece, y cada vez que está en escena, bailando o no, parece que despierta a todo y a todos, en el escenario y en el público. Aunque, desde luego, ello no significa que nadie “duerma”, y menos en esta “Cinderella” bastante sino perfecta. Es un indicador de lo que provoca su personalidad calurosa, pero que logra adecuarse a cada rol.
Confieso que no amo la partitura de Prokofiev. Gracias a esta versión de Neumeier, por primera vez se me reveló en otra dimensión, diría que independientemente de las notas. Ya decía que en ocasiones Neumeier puede ser un mago.



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