A Rubinstein nunca se le confirió la importancia de ser una bailarina de primera línea, ya que había comenzado sus estudios a una edad tardía, sin embargo, tenía una enorme presencia fuera y dentro de la escena, y un talento para crear y conjugar danza y drama.
Fokine, viendo su talento y su impactante presencia, compone para ella «Salomé», un baile completamente audaz para la época, en la que Rubinstein al final de la danza de los siete velos, quedaba totalmente desnuda. Esta danza fue realizada solamente una vez, ya que los censores la prohibieron rápidamente.