Los experimentos modernos de Diaghilev, salvo algún retorno a representaciones clásicas, como «El lago de los cisnes», continuaron hasta su muerte.
Entre los mejores son de señalar «Les biches» (Las ciervas, 1924), música de Poulenc, coreografía de Nijinska y decorados de Marie Laurencin, y La Chatte. Al año siguiente Serge Lifar (1905), joven alumno del cuerpo de baile, llegado de Kiev, vino a llenar el vacío que nadie, después de Nijinsky, había podido colmar, convirtiéndose en primer bailarín.
Por Nolberto Salinas.