Wiesenland o la Maga de Wuppertal

Nacionalidad: Cubana
Ocupación: Crítica de ballet.
Nacida en La Habana, en 1964, donde estudió Historia del Arte en la Universidad de La Habana. Crítica de danza, durante diez años trabajó en el Ballet Nacional de Cuba, como escritora de danza.
Que Pina Bausch es una de las artistas acaso más grandes de la segunda mitad del siglo XX, más allá del teatro y de la danza, o incluso su denominada “danza-teatro”, es algo que tengo en el corazón, yo, “clasicista” también de corazón. Pero Pina Bausch está “más allá del bien y del mal”, aun si ella fue quien abrió la caja de Pandora que ha hecho parecer al ballet como un capricho de Luis XIV.
El eterno tema de Bausch, ya lo sabemos, suele ser consuetudinario: el amor, el deseo, el hombre y la mujer. Aunque nunca lo agota. Las cuotas de emoción alcanzan cimas desgarradoras pero de una luz infinitamente suave, benévola a su manera. ¿Cómo lo logra? Sus ingredientes “mágicos” apuntan, se sabe también, a una (aparente) “deconstrucción” del discurso escénico, de la mano de la ruptura de lo danzario en sí, pero cuando éste da el presente es para revelarse más poderoso que nunca. Otro “ingrediente” es inapresable: es el “misterio” del creador y del propio teatro en sí que Pina ha encarnado en las últimas décadas.

Cierto es que Bausch posee sus “ticks”, reconocibles enseguida y que instalan la duda: más de lo mismo, el juego de las parejas, la sempiterna agua, algunos “gags” humorísticos, aun si nunca sin efecto. El primer acto de esta pieza, de dos horas y quince minutos de duración, es bastante pálido, casi plano, a lo cual contribuye la repetición, probablemente innecesaria, de una tonada angolana o portuguesa.
Pero el segundo acto echaría por tierra, justo esa “verde” –magnífica la escenografía de Peter Pabst, una gran roca musgosa y fresca- , cualquier resentimiento. ¡Pina lograba el “milagro” de volver cada posible “fallo” del primer acto a su favor! Por medio de la continuidad en desarrollo, que se reveló acaso “manipuladora”, como todo arte debe ser. El retorno en consecuencia advirtió la razón de ser de lo que, al inicio, podía ser considerado algo sin penas ni glorias, en los estándares de Pina Bausch, bien entendido.

Y fue aquí donde la Maga de Wuppertal volvió a su dominio inefable: hace llorar, reír, reflexionar, pero sobre todo sentir con una intensidad que pertenece sólo a los grandes artistas, y no solamente los del teatro. La comunión es desde luego, teatral, pero el grado de profundidad, especialmente en lo “no dicho” pese a que emplea, sabido es también, disímiles recursos, es de un alcance raro. Catarsis apoteósica.
Todos los bailarines de la compañía son de una cualidad acendradamente bauschiana, lo cual los califica como personalidades exquisitas y poderosas, cada uno por sí mismo. Destaco, no obstante, al inmenso Dominique Mercy y a la sensual Helena Pikon.
Que Dios guarde a Pina Bausch.

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Pina Bausch estrena Sweet Mambo Raymonda – Ballet de la Ópera de París Ballet de la Ópera de París en Homenaje a Béjart00034
