Lo mejor de la temporada.
Neumeier da vida a Gustav von Aschenbach, un exitoso y admirado coreógrafo, que vive totalmente inmerso en su trabajo. Encontrándose al borde de una crisis de creatividad y algo más, decide visitar Venecia, donde es fatalmente sorprendido por la belleza y la inocencia de un joven adolescente, interpretado por el bailarín Edvin Revazov. Sinónimo de juventud, hermosura y una presencia escénica inmejorable para dar vida al personaje de Taszio, quien conduce a nuestro conmovedor y decadente coreógrafo, hacia la celebración del encuentro y el final.
El bailarín norteamericano Lloyd Riggins, un artista maduro, con una insuperable actuación dramática, se mete de lleno en la piel del coreógrafo von Aschenbach bordeando continuamente la tragedia.
Dos seductores intérpretes masculinos, símbolos de una latente sexualidad y un profundo deseo reprimido, aparecen a modo de leiv motiv como mensajeros enviados de von Aschenbach, guiándolo durante el ballet hacia su destino. En algunos momentos se manifiestan como dos gondoleros, dos peluqueros, dos caminantes. En el segundo acto, sorprenden soberbiamente, al caracterizarse como los iconos del Rock & Roll de la década de los ochenta, el grupo Kiss. Es un acto increíble y totalmente inesperado, en el que cargan de energía y electricidad el escenario. No hay palabras para describir semejante sorpresa.
¿Se puede ser tan excepcionalmente creativo y tremendamente genial, para incorporar en la coreografía de «Death in Venice» de Thomas Mann, a dos personajes del grupo Kiss, puntualmente a Paul Stanley y Peter Criss, y logar que no desentone?
La gran escenografía, perfectamente minimalista, da marco a una compañía con primeras figuras maduras y un cuerpo de ballet formado por jóvenes bailarines repletos de energía y admirable técnica. Exquisita en sus momentos, frente a un majestuoso piano de cola, frente a Bach, Wagner, y la sala del Liceu la pianista Elizabeth Cooper.
El sublime final es anunciado -con un «pas de deux»- entre los dos protagonistas que establecen y transmiten en su encuentro bellísimos momento de felicidad y fascinación, para dar paso, lamentablemente, a un desenlace consumado por una profunda tristeza.
La música de Bach y los fragmentos de «Tristan and Isolde» de Wagner, que acompañaron los últimos instantes, hacen que el espectador se hunda más en la pena, y en la gran fortuna de admirar un trabajo general tan perfecto e insuperable.
Seguramente, lo mejor por mucho tiempo.
Death in Venice por el Ballet de Hamburgo.
- Una adaptación libre de la novela de Thomas Mann – Ballet de Hamburgo
- Música de Johann Sebastian Bach y Richard Wagner
- Coreografía y puesta en escena de John Neumeier
- Escenografía de Peter Schmidt
- Diseño de Vestuario de John Neumeier y Peter Schmidt
- Iluminación concepto de John Neumeier
- Piano por Elizabeth Cooper
