«Carmen es la primera ópera que aborda la violencia de género»
Los trabajos para el teatro musical firmados por Calixto Bieito van de la zarzuela a la ópera wagneriana, pasando por Mozart, Verdi, Berg y hasta Ligeti, entre otros muchos autores. Sus producciones han pasado a enriquecer el repertorio de teatros europeos más importantes. En el Gran Teatre del Liceu ha propuesto varios espectáculos, y ahora regresa con la obra maestra de Georges Bizet, su famosa Carmen.
Pablo Meléndez-Haddad – Material elaborado por el GranTeatre Liceu.
No es la primera vez que Bieito se acerca al mito andaluz tamizado por el filtro francés de Mérimée y del propio compositor. Es una historia que le apasiona y que trató en profundidad en 1999 en el Festival Castell de Peralada (Girona), escenario de su primer y aplaudido acercamiento a Carmen. Esa producción cobra ahora nueva vida y nuevas dimensiones en una revisión íntegra, mucho más madura y en la que Bieito decanta una experiencia que ha ido acumulando en más de una década de trabajo en el mundo de la ópera. Es la mirada al mito de Carmen del que se ha convertido en uno de los directores de escena fundamentales de la ópera de hoy.
Pablo Menéndez. – ¿Qué significa para un creador volver a un título ya trabajado después de tantos años?
Calixto Bieito.– Desde mi punto de vista tiene dos significados: en primer lugar, representa un viaje emocional al pasado y a tantas personas y tantos momentos que me acompañaron cuando se montó la primera Carmen. La idea inicial fue de un británico, desaparecido ya, director de la Ópera de Maas-tricht llamado Rennie Wright; a él le dedico esta reposición. En segundo lugar, significa un reencuentro con la propia manera de trabajar de hace años. Un regreso que permite realizar un cierto balance de una trayectoria profesional. Éste es un espectáculo que me ha acompañado siempre, ha sido casi una reposición por año desde su estreno en 1999. En todo caso, no me gusta mucho la denominación de «creador»: me evoca algo religioso que no identifico como algo mío.
P. M.– ¿En qué se parece y en qué se diferencia esta propuesta de Carmen de la que estrenó en el Festival Castell de Peralada y que se paseó posteriormente por media Europa?
C. B.– Básicamente el espectáculo es el mismo, pero ahora llega con mucho más poso y con la aportación que han ido haciendo muchos cantantes, quienes le han dado a la puesta en escena multitud de matices y recovecos.
P. M.– La ópera de Bizet ha sobrevivido en un par de versiones bien diferentes, una fiel a la forma de la opéra comique, es decir, con los números musicales unidos por diálogos hablados, y otra con esos diálogos adaptados y musicados, transformados en recitativos por Ernest Guiraud. ¿Cuál se interpretará en el Liceu? Personalmente, ¿cuál de las dos prefiere y por qué?
C. B.– La decisión de optar por la versión con los recitativos adaptados por Guiraud es mía. Además, es la que se interpreta siempre. Prescindí de los diálogos hablados del original e incluso reducí los recitativos inventados por Guiraud a los mínimos imprescindibles. Siempre he pensado que esta ópera no necesita ni texto hablado ni recitativos. El material compuesto por Bizet es lo suficientemente contundente, hermoso y diáfano como para «destrozarlo» con un texto hablado o forzados recitativos. Así que recurrí a una versión con el texto reducido a lo imprescindible, en un noventa y nueve por ciento sólo basado en la música de Bizet.
P. M.– ¿Cómo podría definir aquellos impulsos vitales de la partitura y del libreto que le han inspirado su dramaturgia?
C. B.– Carmen es una obra sobre emociones fronterizas, sobre abismos amorosos, sobre la destrucción y la autodestrucción física y sentimental. Es una ópera en la cual la percepción de la muerte está muy presente. Parafrasea el texto de Elias Canetti de su Libro de los muertos cuando describe la presencia de la muerte por todos sitios, ubicua, siempre observando a la humanidad y al individuo. Una sensación que tengo muy presente y que me inspiró fuertemente, y creo que continúan haciéndolo.
P. M.– ¿Cuál es el génesis de su propuesta? Específicamente, ¿en qué se inspiró?
C. B.– Siempre necesito referentes visuales, imágenes, fotografías («la búsqueda de una plástica», como decía Ramón María del Valle-Inclán), paisajes, edificios, miradas de personas, colores del cielo… No sé, un sinfín de estímulos para sintetizarlos en una dramaturgia, en un espacio de juego. Recuerdo que cuando empecé a trabajar Carmen me obsesionaba la idea del Sur. Pero, ¿qué era el Sur? Así que, ni corto ni perezoso, un día decidí hacer un viaje con todo mi equipo artístico: nos fuimos a Málaga y a recorrer todo el sur de Andalucía. No funcionaba, así que decidimos cruzar el estrecho y viajar por Marruecos. Era un viaje hermoso, pero no fue hasta el final cuando empecé a vislumbrar una idea que después me abrió muchas puertas en mi imaginación. A veces un espacio físico, un edificio en ruinas, por ejemplo, puede ser el espejo de un estado de ánimo, de una emoción. En la frontera de Ceuta con Marruecos, en la parte marroquí, había una enorme explanada en la cual los coches de los contrabandistas –todos Mercedes de los setenta– se paraban esperando para realizar sus negocios. Me chocó ver aquellos coches y la energía de la frontera: cruel, desesperada, extrema y tremendamente brutal. Como algunas relaciones amorosas. El Sur de Carmen, entonces, no estaba tan lejos. Es una frontera despiadada –como casi todas– que, una vez cruzada, no permite volver, dar marcha atrás.
P. M.– ¿Qué mensaje hay detrás de su propuesta escénica?
C. B.– Ninguno. Es una historia de amor y muerte. Y si hubiera que buscarlo, podríamos hablar de una historia anónima de violencia de género entre un soldado y una mujer.
P. M.– ¿De qué elementos teatrales, escénicos, se vale para acercar esta obra decimonónica al público del siglo XXI?
C. B.– De los elementos que quedaron grabados de ese viaje persiguiendo el Sur. De sus horizontes desolados. Coches de la marca Mercedes, mástiles con banderas, una cabina de teléfono (¡qué sería de una relación amorosa sin un teléfono en la época actual!), un vestuario realista vívido y, sobre todo, la verdad de los cantantes.
P. M.– ¿Considera que Carmen es una ópera francesa o más bien una obra española?
C. B.– Carmen es una ópera francesa, pero, como las obras de Shakespeare, se ha convertido en una pieza universal, en un auténtico «patrimonio de la humanidad».
P. M– ¿Qué opinión le merece el libreto? ¿Qué le cambiaría si fuera usted un colaborador del compositor?
C. B–No me lo he planteado. Me siento muy libre con lo que el compositor hizo. Quizás retocaría las pequeñas partes que Bizet concedió a lo cómico. No sé, incluso eso se puede releer…
P. M– ¿Considera al personaje de Carmen como un mito hispánico? ¿Con qué personajes teatrales universales lo relaciona?
C. B– Considero más bien que Carmen es un mito tan universal como puede ser Lulu, Salome o Elektra. Evidentemente, con todas sus variaciones, diferencias y particularidades culturales… Pero yo no puedo trabajar pensando en «mitos»: tengo que ser concreto, específico y directo.
P. M– Respecto de la intérprete del papel protagonista, ¿cómo es su Carmen ideal desde el punto de vista físico y actoral?
C. B.– Nunca me planteo los personajes desde el punto de vista físico. Carmen puede estar dentro de muchísimas mujeres de diferentes tipologías. Durante estos años lo he hecho con cantantes alemanas, suecas, holandesas… Y realmente considero fascinante la aportación de cada una de ellas al personaje. Sin duda, la intérprete tiene que poder cantarlo, con las dificultades vocales y técnicas que plantea, además de interpretarlo con flexibilidad, dinamismo, carisma y fuerza interior.
P. M.– ¿Cuáles son los requisitos básicos que su propuesta demanda de la intérprete?
C. B.– Generosidad, riesgo emocional, versatilidad física, imaginación y ganas de disfrutar su libertad en el escenario, donde todo es posible.
P. M.– ¿Cómo ve a Don José? ¿Es simplemente un hombre enamorado?
C. B.– Es sin duda un hombre enamorado, pero que convierte su amor en una obsesión enfermiza que le lleva al crimen y a la destrucción. El descontrol sobre sus sentimientos le convierte en un delincuente. Carmen, entre muchas otras cosas, es la primera ópera que aborda la violencia de género.
P. M.– ¿Cuáles son sus pasajes musicales favoritos?
C. B.– El cuarto acto: la escena del coro, con la llegada de Escamillo y con ese extraordinario dúo final, en el que está comprimida toda la ópera…
P. M.– ¿Por qué cree que Carmen fracasó en su estreno y en cambio hoy es una de las óperas más populares y universales, una presencia constante en el repertorio internacional?
C. B.– No lo sé… Muchas obras maestras y grandes autores han fracasado en sus estrenos (también los hay que han triunfado, como pudo disfrutar Richard Strauss con muchos de sus títulos). Seguramente se trata de una tónica de todos los tiempos respecto de los agentes que rodean al arte (el público, la prensa, los empresarios): se trata del miedo a los cambios, a lo nuevo, a la innovación, a lo que no se puede comprender de manera inmediata. Esta tónica es la que ha maniatado infinidad de obras de arte y también a muchos artistas.
Calixto Bieito (Dirección de escena)
Director artístico del Teatre Romea, a su extensa carrera como director de teatro, ha sumado en los últimos años una actividad operística de alcance internacional. Ha dirigido un gran número de producciones en los mejores teatros europeos; entre las últimas destacan: Tirant lo Blanc (Berlín, Frankfurt, Romea y Guanajuato), Brand (Bergen y Festival Ibsen de Oslo), Lulu (Manheim), Don Carlos (Mannheim, Perpiñán, Festival Grec y Teatro Valle-Inclán de Madrid) y Stemmer (Bergen, Copenhague y FACYL de Salamanca), La vida es sueño (Buenos Aires). En ópera destacan Der fliegende Holländer y Parsifal (Stuttgart), La casa de los muertos (Basilea), Lulu (Manheim y Basilea), Armida (Komische Oper de Berlín), Le Grand Macabre (Friburgo). Ha sido galardonado con el premio europeo de cultura Pro-Europa (2009) por su labor operística. Debutó en el Liceu la temporada 2000-01 con Un ballo in maschera. Regresó con Don Giovanni (2002-03 y 2007-08) y Wozzeck (2005-06).
en Danza Ballet
Carmen en Gran Teatre del Liceu de Barcelona
© 2005 – 2010 Danza Ballet
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