El rol del noble guerrero Solor del ballet La Bayadère fue el papel que interpretó Rudolf Nureyev, (1938 -1993) cuando hizo su debut en París, el 19 de mayo de 1961, con el Ballet Kirov de Leningrado, junto a la joven bailarina, actual maître de ballet, Olga Moiseyeva (1928) en la piel de Nikiya.
Nureyev, Moissieva y la producción completa del Kirov causaron una verdadera conmoción.
La Bayadère se estrenó el 4 de febrero de 1877 en San Petersburgo, representada por el Ballet Imperial en el Bolshoi Kamenny Theatre y de inmediato se convirtió en uno de los mayores éxitos del coreógrafo francés Marius Petipa (1822 -1910). León Minkus, (1826-1917) principal colaborador, fue quien compuso su partitura musical. El argumento constituye una hermosa historia de amor y justicia donde los sentimientos elevados gozan de una ética prodigiosa y elevada.
La notación coreográfica original de un ballet y su música se deterioran con el paso del tiempo. Por este motivo las diferentes reposiciones de obras como La Bayadère, o La bella durmiente se han ido enriqueciendo con las sucesivas revisiones, adiciones y correcciones realizadas de generación en generación por estudiosos bailarines y coreógrafos del Kirov/Mariinksy, origen de todos estos ballets, con el único objetivo de acercarse a su original.
En este sentido la idea de Nureyev era reponer Bayadère y mantenerla lo más cerca posible de su esencia primigenia. Su reposición deriva de la tradicional producción del Ballet Kirov de 1941, firmada por el bailarín Vakhtang Chabukiani (1910 –1992) y el maître de Ballet, Vladimir Ponomaryov.
En 1989, a su vuelta de un viaje de 24 horas por Leningrado, invitado por Gorbachov (1931), Nureyev obtiene una fotocopia, una mala copia de la partitura musical original de Minkus. Pensó que con ella no sólo produciría y dirigiría el ballet en sus cuatro actos completos, un hecho extraordinario que no ocurría desde antes de la Revolución Rusa, sino que también le facilitarían la tarea, ya que aspiraba a estar en el foso de la orquesta en calidad de director. Gran parte de la recomposición musical se llevo a cabo gracias a la colaboración del director de orquesta y compositor inglés John Lanchbery (1923 – 2003), quien minuciosamente había trabajado con Nureyev juntando las piezas del rompecabezas musical que Nureyev, en el apuro, había llevado copiado desde Rusia a Francia.
Ninel Kurgapkina, (1929 -2009) prima ballerina y compañera en el Ballet Kirov, había viajado desde Rusia para ayudarle en la reconstrucción del ballet, con su vasta experiencia y prodigiosa memoria que compensaría la que Nureyev perdía paulatinamente debido a la evolución de su enfermedad. Dadas las circunstancias, a causa a su debilitado estado de salud, Nureyev no estuvo delante de la Orchestre de l’Opéra National de París, y la dirección de la Opera Garnier decidió adelantar el estreno de La Bayadère de su fecha prevista.
Nureyev y Kurgapkina coincidieron en que la nueva producción contaría con tan solo tres actos, que eran los que él había bailado en Leningrado en 1961, junto a Olga Moiseyeva (1928) y Alla Sizova (1939); por lo tanto no trabajarían en la reposición del IV acto donde aparece la «ira de Dios» materializada en la monumental destrucción del templo. Este cuadro se omitiría debido a que era demasiado elaborado para la producción y difícil de escenificar con tan poco tiempo por delante.
Las sucesiones de los principales acontecimientos y el pas d’action se exhibe en el gran banquete en que se celebra el matrimonio de Solor y la hija del Rajá, Gamzatti, del II acto, donde aparecen la mayoría de los cambios. Con una serie de grandes procesiones de brahmanes, faquires, bayaderas y diferentes grupos de las castas indias, culmina en la muerte de la indefensa Nikiya.
Estos trabajos han sido elaborados por Nureyev, según la versión del Kirov y su propio gusto y estilo dancístico. Una sucesión de danzas ricas en diferentes estilos e interpretaciones donde un deslumbrante «Ídolo de oro», una representación del dios Shivá, aparece triunfal en escena coreografiado por Nureyev según lo hizo Nikolai Zubkovsky en 1948.
La versión de la Opera Garnier finaliza con el III acto, en el que sumido en la desesperación, Solor recurre al opio y se transporta al misterioso y mágico mundo de lo sobrenatural, en el cual se une a la etérea Nikiya creando uno de los más famosos actos de lirismo onírico en la historia de danza clásica, «El reino de las sombras».
Nureyev lo revisó y reordenó según las modificaciones personales que había incluido originalmente para la puesta en escena de «El reino de las sombras» en 1963, la que fuera su primera gran producción para el Covent Garden de Londres. Apreciamos en ella la volátil variación con el largo velo blanco de Nikiya, quien realiza junto a Solor los mismos pasos; una variación solista para Solor según la original de Tchaboukiani, antes que la del pas de deux, y también, en comparación con otras versiones las modificaciones de las variaciones de las sombras. Todos estos cambios vislumbran el espíritu artístico o la esencia omnipresente de la extraordinaria obra de Nureyev.
Con la supresión del IV acto, el ballet concluye con la ascensión de las almas de los enamorados, Nikiya y Solor, a la morada eterna de los bienaventurados junto a las treinta y dos fascinantes sombras (las bayaderas del templo transformadas en espíritus).
Sabía Kurgapkina que el IV y último acto, «La destrucción del templo», había sido eliminado por el Mariinksy poco antes de la Revolución Rusa de 1917, y se suprimió definitivamente cuando el ballet se realizó nuevamente en 1919. El Kirov realizó una versión en tres actos que terminó con la escena de las sombras, de inimaginable belleza. La destrucción del templo nunca más fue vista en el Teatro Kirov/Mariinksy hasta una producción de 2002, cuando Sergei Vikharev, bailarín y coreógrafo formado en el Mariinksy junto a Pavel Guerchenzon, logró revivir el famoso IV cuadro perdido en el tiempo.
Para este monumental trabajo Vikharev se trasladó a la Universidad de Harvard, en EEUU, donde se mantenía la exclusiva Colección Sergeyev*, adquirida en 1969, registro que atesora los documentos originales de la notación coreográfica hechas por el régisseur del Mariinsky, Nikolai Sergeyev, (incluyen fotos, diseños de vestuario y puntuación musical para piano y violín) después de la reactivación del ballet en 1919, lo que sería la versión final supervisada por el propio Petipa.
El 8 de octubre de 1992, en el Palais Garnier, la «reconstrucción» de Nureyev se consolidaba en un ballet en tres actos creado con la reposición coreográfica de Ninel Kurgapkina, el maître de Ballet Patrice Bart (1945), Patricia Ruanne (1945) y Aleth Francillon, con la escenografía y el vestuario producido por el matrimonio Ezio Frigerio y Franca Squarciapino, e inspirado en la decoración original usada en 1877 según Petipa y, supervisado por el propio Nureyev.
La dirección de la Ópera Garnier había ofrecido para esta producción lo que parecía ser un presupuesto aparentemente ilimitado, sostenido en gran medida con aportaciones privadas, ya que sabían, lamentablemente, que sería su último gran trabajo.
La Bayadère de Nureyev es una obra de gran valor histórico y estético. Ambientada en la India imperial del siglo XIX, artísticamente posee destellos de la grandeza del poder imperial otomano. La escenografía y el vestuario fueron creaciones colosales y de una rica producción. Con saris importados directamente de la India, ricas telas bordadas en oro y docenas de metros de tul de exquisitos proveedores de las mejores casas de Francia, Alemania e Inglaterra, la producción de Nureyev para la Ópera de París supera todo alarde de opulencia y lujo.
El glamour, como parte de su personalidad, está presente en cada momento.
El resultado final, sin duda, es una embriagadora mezcla de exceso de opulencia y buen gusto; de lujo y elegancia.
En París, Nureyev realiza su apoteosis final durante su mandato como director artístico del Ballet de la Ópera, desde 1983 hasta 1989, llevando a escena lo que fue, según el periódico Le Figaro, el suceso de la temporada; la historia del escritor y dramaturgo Sergei Kuschelok y el coreógrafo Marius Petipa; la vida de Nikiya y Solor se personificaba en el escenario de la Ópera Garnier, con Isabelle Guérin (1961) como Nikiya, Laurent Hilaire (1962) en el papel de Solor y Élisabeth Platel (1959) como Gamzatti, con una merecida aceptación por parte de la critica especializada y el público.
A pesar de que deseaba comenzar a trabajar con otro título, El príncipe de las pagodas, de Benjamin Britten (1913 -1976), La Bayadère es su última puesta en escena y su último trabajo coreográfico; la conclusión correspondiente a un legado extraordinario e indiscutible de la historia del ballet.
Al finalizar el espectáculo, Rudolf Nureyev recibió una emotiva y larga ovación. Fue altamente distinguido por el Ministro de Cultura de Francia, Jack Lang (1939), como Caballero de la Orden de las Artes y las Letras.
Moría tres meses después.
*La Colección Sergeyev también incluye anotaciones sobre las creaciones del Maître de ballet Lev Ivanov; La flauta mágica, 1893 y El Bosque Encantado, 1887, y El Hada de las Muñecas de los hermanos Nicolai y Sergei Legat, 1903.
Bibliografía:
- Rudolf Nureyev, Bayadère – Opera National de Paris. NVC ARTS.1992.
- Rudolf Nureyev – Peter Watson.1994.
- Colección Sergeyev: Encyclopædia Britannica.
- The Sergeyev Collection: Encyclopedia Harvard University.