Loipa Araujo ha recibido los más altos honores tanto en Cuba como en el extranjero
«En la repetición es donde se trata de alcanzar la perfección. Es una disciplina muy dura. Si tu no repites las cosas para mejorarlas, para saber donde está el problema, entonces se convierte en una repetición que te agota y al final no le sacaste nada».
Ahora, erguida la figura que recuerda su paso por los más importantes escenarios del mundo, esta bailarina de siempre se mantiene, en su condición de profesora y maitre, como una de las más relevantes personalidades de la Escuela cubana de ballet y de la cultura nacional.
Figura fundacional del Ballet Nacional de Cuba, cuando apenas era una jovencita junto a sus hermanas, como ella las cataloga, Mirta Plá, Josefina Méndez, y Aurora Bosh, esta mujer sencilla que hizo todo lo posible, y a veces lo que parecía imposible, para desarrollar su talento, está satisfecha con lo que ha logrado en su vida y su carrera.
Con gran éxito de la crítica internacional, ha bailado los roles protagónicos de la gran tradición romántico-clásica del siglo XIX, así como, con igual éxito, obras contemporáneas de coreógrafos cubanos y extranjeros.
Loipa, quien estuvo casada hasta su fallecimiento con el director de cine Octavio Cortázar, maitre del Royal Ballet Theatre, de Londres, La Scala, de Milán, la Opera de Paris, la Compañía Real Danesa, es una cubana arraigada a sus raíces, a su familia, a su país, trabajó como Primera Bailarina del BNC entre 1967 y 1997, aunque en el año 2000, y en homenaje a los 80 años de su maestra Alicia Alonso, volvió a la escena en un pas de deux contemporáneo.
Ella ha sido Artista Invitada de grandes compañías y eventos internacionales de la danza, entre ellos el Ballet Celeste, de San Francisco y el Teatro Griego de Los Ángeles, Estados Unidos, Ballet del Teatro de la Ópera y Ballet de Sofia y Stara Zagora, Bulgaria, Ballet de Marsella; Ballet de la Ópera de Odessa y Kiev; Ballet Bolshoi de Moscú y Teatro Maligot, de Leningrado; Real Ballet Danés; Ballet del Teatro de Bellas Artes, México; Ópera de Niza; Ballet Internacional de Caracas; Festival Internacional de Ballet de Lausana, Suiza; Festival Mundial del Japón; Ballet Béjart de Lausana; el Festival Internacional de Música y Danza de Palma de Mallorca, el Festival de Edimburgo y el Festival de las Artes de Melbourne.
Ha recibido los más altos honores tanto en Cuba como en el extranjero. Su brillante desempeño artístico le ha valido importantes galardones internacionales, entre los que figuran la Medalla de Oro del Concurso Internacional de Ballet de Varna, Bulgaria, Medalla de Plata del Concurso Internacional de Ballet de Moscú, Unión Soviética, Premio Estrella de Oro del Festival Internacional de Danza de París, Francia, y la Medalla del Consejo Brasileño de la Danza.
Cuba la ha premiado con la Distinción Por la Cultura Nacional, otorgada por el Ministerio de Cultura de Cuba, la Orden Félix Valera, el Premio Nacional de Danza, la Medalla Raúl Gómez García del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Cultura, la Medalla Alejo Carpentier del Consejo de Estado de la República de Cuba, y la Medalla Fernando Ortiz, que le confirió la Academia de Ciencias de Cuba, entre otros reconocimientos.
Pero ella, que tanto ama a Cuba y su público, se siente honrada y feliz cuando en la calle, personas anónimas la reconocen y dicen: ahí va la bailarina: o cuando se entera, por casualidad, que una joven telefonista lleva su nombre, para recordarla siempre a usted, según dijo mi madre”.

Loipa Araujo – Foto La Jiribilla. La Habana. 2005
Esta periodista conversó con Loipa Araújo en su hogar del capitalino barrio de El Vedado, justo al lado de la casona donde estudió ballet, y donde soñó por la primera vez con el mundo del tutú y los futués. Con el mundo de las hadas, pero también con el de las mujeres que danzan en altos tacones y asumen el universo de la danza contemporánea. Polifacética en escena, su talento artístico y sus empeños le han permitido compartir la escena con los grandes, entre ellas una mujer irrepetible, a la que quiere como madre y de la que también se siente deudora: Alicia Alonso, quien junto a Fernando Alonso la formó como bailarina y como ser humano. Enseñanzas que la han acompañado durante su carrera y que hoy transmite a sus alumnos de distintos países.
De sus sueños, de sus éxitos, de sus renuncias, de sus satisfacciones, habló esta tarde de octubre la insigne danzarina de ballet, que no siente nostalgia de la escena porque se siente prolongada en las otras generaciones de jóvenes figuras a las que ahora corresponde dar continuidad esa gran obra cultural que es el Ballet Nacional de Cuba y a la consolidación de la ya prestigiosa escuela cubana de ballet.
La CND adquiere experiencia
¿Qué funciones realiza actualmente Loipa Araújo?
Bueno, principalmente me estoy dedicando a la enseñanza. Soy maitre principal de ballet. Por maitre se entiende no sólo la persona que imparte clases de ballet, sino también quien prepara los ballets, los ensaya, ya sea al cuerpo de baile o a los solistas, ya sean los principales, o parte de los solistas de ballet.
Y sobre todo, trabajo mucho con las primeras figuras del BNC, ayudando en algunos momentos a preparar nuevos roles, cuando van a presentarse por primera vez en algún ballet clásico grande, como Carmen u otros ballets de los que nosotros hicimos el repertorio. Y muchas veces cuando, por ejemplo, hacemos en el BNC el montaje de nuevos pas de deux para ir enriqueciendo todavía más el gran repertorio que tiene el BNC.
Estas son funciones que hago no sólo en Cuba. También estoy trabajando con el Royal Ballet Theatre de Londres, con la Opera de Paris, con La Scala de Milán, y la Compañía Real Danesa. Los primeros contratos que tuve con ellos, las primeras invitaciones, fueron para que impartiera clases, y después, poco a poco, pues he ido entrando en el repertorio de esas compañías y también soy maitre dentro de ellas en el período de tiempo que estoy trabajando con ellos.
Pero sigue a su vez trabajando con el BNC…
Paso un buen tiempo del año fuera de Cuba, pero siempre trato de hacer un paréntesis, estar dos meses en el extranjero, regresar, y después irme otro tiempo. Busco por todos los medios de no perder el contacto físico no sólo con el país, con todo mi mundo, sino con mis compañeros del BNC, y de su quehacer.
¿Cuántos años hace que no baila?
Bailé, lo último, en el 80 cumpleaños de Alicia. Bailar, lo que se dice bailar ese año, en el 2000. Me paré en un escenario y me moví al compás de la música. Fue una circunstancia. Tenía un gran compañero y amigo, de mis años con los ballets de Marsella, Liugi Bonino, que baila un pas de deux que Roland Bergí había montado para su esposa Sissy Sander y también lo habían hecho bailarines con una edad digamos menos joven. Y él me dijo y por qué no hacemos Chic cuchí. Y así fue como me paré en tacones, que para mi era más difícil que bailar en puntas, pues soy una persona a la que no le gustan los tacones, lo que uso es un mínimo de tacones, y aquellos eran grandes tacones. Imagínate, subiendo y bailando de una mesa. Pero fue una gran satisfacción haberle regalado aquella interpretación a Alicia en sus 80 cumpleaños.
Y ya desde entonces no…
¿No siente nostalgia?
En lo absoluto, Yo creo que cada cosa en la vida tiene su momento y hay que disfrutar lo que uno hace en cada momento. Cuando bailaba lo disfruté muchísimo y aunque enseñaba y bailaba simultáneamente, y ahora la enseñanza para mi es un mundo maravilloso. Entiendo perfectamente lo que es el sentido de Pigmalión, tomar una persona y ver como se te va transformando. Es un reto psicológico trabajar con seres humanos, pues cada uno es particular, no a todos se les puede hablar de la misma manera, ni se les puede decir la misma cosa. Hay quienes necesitan más tiempo para reaccionar, hay quienes captan las cosas enseguida, gente más sensible, otros más introvertidos y tienes que buscar los mecanismos para que puedan expresarse. Es un reto muy bonito, y quizás es la herencia que tengo de mi madre y de mi padre. Porque todo el mundo me habla de mi mamá como una magnifica profesora y de mi papá también. Y mi hermana que todo el mundo me dice que es una magnífica maestra. Y creo que es algo en la familia, algo que me satisface.
Imagino que tenga que estar actualizándose…
Creo que el reto mayor es estar estudiando y estar actualizándome, pues si bien es cierto que la técnica del ballet clásico es una, no se baila igual ahora que en el siglo XIX o en el XX. Hay que incorporar la dinámica del momento en que vives sin perder la pureza de la técnica clásica, y la del estilo, y que ese estilo no luzca empolvado, sino que esté animado por la dinámica de este siglo. En fin, es algo maravilloso.
¿Podría decirse que enseñar es un arte para usted?
Sí, para mi es un arte. Creo que arte es todo lo que en la vida se hace con ese sentido, cuando a la gente le gusta lo que hace, y lo logra, sea lo que sea, el grado más alto de ejecución y de cuidado y de actualización, entonces es arte. Para mi es como llegar a la búsqueda de la perfección. Es decir, una nunca será perfecta, pero el hecho de estar buscando esa perfección hace que lo que hagas tenga una gran calidad y que siga siendo en constante mejoramiento. Nunca se puede decir: ya llegué, soy perfecta. No. Siempre estar mejorando te mantiene viva, siempre actuando y tratando de mantenerte actual.
¿Cómo es su criterio sobre la actualización de conocimientos de sus alumnos?
Creo que trato de explicarles de dónde parte la escuela cubana, saber que es un sumum de muchas escuelas. Es decir, en la época de formación de Alicia y de Fernando Alonso ellos estaban en un mundo donde estaban los profesores de la vieja escuela rusa, profesores de la escuela francesa, profesores de la escuela italiana y después la inglesa.
Entonces, sus objetivos eran tan claros, tanto el uno como el otro, y además estaba Pigmalion con su artista. O sea, lo que se pensaba hacer se podía tener como objetivo. Al ver Fernando que si bien Alicia bailaba en Estados Unidos nunca pudo ser asimilada por esas otras formas de bailar, que mantuvo su estilo propio, es ahí que se plantea la posibilidad de crear esa escuela cubana. Viendo como Alicia ejecutaba muchos de esos pasos de cada una de esas escuelas. Y ver cuál escuela se asimilaba mas, no se imitaba. Y creo que eso es uno de los grandes aciertos de ellos dos. El no tratar de imitar las otras escuelas sino de analizarlas y de asimilarlas. Y después ejecutarlas a través del tamiz de nuestras propias peculiaridades. Y lograr de cada escuelas de esas asimilar lo que fuera más apropiado al físico, carácter, elasticidad que nos da clima, a la musicalidad de nuestro ambiente, la cuestión tropical del ritmo lento, la sensualidad para la mujer, la cosa masculina en el hombre. Y hacer de eso una base que se convirtió en una escuela. Fuimos nosotros quizás un poco los Conejillos de Indias, en el año 55, me acuerdo de las clases de ballet que empezaban a las nueve de la mañana y no se sabía cuando iban a terminar. Porque me doy cuenta que aquello era una especie de experimento: esto sirve, esto no sirve, ver como nosotras reaccionábamos, como cada una de nosotras bailábamos, ir desarrollando cada una de nosotras una personalidad. Considero una época de oro. Me siento privilegiada de haber formado parte de esa etapa fundacional de lo que fue la Escuela y la Compañía.
Trato de que mis alumnos conozcan esto, y sobretodo hacerlos conscientes de que la imitación no es buena. Estoy abierta, hay que mantenerse actualizado, cuando imparto mis clases en el extranjero, siempre parto a buscar, y muchas veces encuentro, elementos que también forman parte de nuestra escuela. Y me resulta muy renovador. Porque mira, si es esto algo que se está olvidando. Por eso te digo que es muy importante el cuestionamiento. Siempre vengo reafirmado cada vez mas en las cosas de nuestra escuela, de sus cualidades. Y me convierto mas en una celosa guardiana de esos valores sin negar a priori cualquier nueva cosa que pueda suceder que sirva para enriquecer más nuestra escuela. Creo que nuestra escuela es una escuela abierta. Por eso se ha convertido en una de las más importantes del mundo. Abierta, pero a partir de este criterio de la asimilación y de no perder las características propias.
¿Cómo llegó usted al ballet?
Mis padres eran una pareja de profesionales. Mi padre, médico, mi mamá, maestra. Recuerdo que en mi casa se oía mucha música. Eran melómanos. Mi mamá tocaba muy bonito el piano. Quizás ese ambiente, ese oído musical, dicen, no tengo memoria… A mi me ponían en una mesa, y ellos se maravillaban como al cambio de la música yo actuaba e interpretaba de distintas maneras. Y como además era muy inquieta… Pues había la escuelita de ballet de Pro Arte Musical, quizás pensaron que el ballet me ayudaría a tranquilizarme un poco mi hiperkinetismo. Recuerdo que de niña nunca me dieron una nalgada ni un cocotazo. Pero mi terror, mi pánico era que me dijeran: siéntate en esa silla, y no te muevas. Eso era lo único que me componía. Empecé en Pro Arte Musical como un jugando, porque yo creo que los niños a esa edad no tienen conciencia de lo que hacen, es algo que les gusta, la música, el trajecito, hacer figuritas… Y con los años, pues fueron muchos años, en el 55, con 14 años de edad tomo conciencia de que el ballet me gustaba mucho. Quería hacer algo serio, es decir, quería hacer del ballet mi carrera. Aunque en aquellos tiempos no había mucha perspectiva, te estoy hablando del 55, y donde decir bailarina era mencionar algo no muy honrosa, pues yo insistía. Mis padres siempre respaldaron mi vocación. Ellos hicieron primero grandes sacrificios para poder pagarme la escuela de Pro Arte, que había que pagar mensualmente, comprarme las zapatillas de punta. Recuerdo que mi madre me decía: mi hija, te tienen que durar el año entero. Cuando pasé a la Academia de Ballet Alicia Alonso en 1955 ya fue mejor, pues ellos tenían una política de becas, que fue lo que permitió que muchas de los talentos que después llegaron a la compañía pues surgieron de allí, pues éramos muchachos que no podía asimilar el coste de la matricula y pues algunas les daban medias becas, y a otras becas enteras. A mi me dieron una media beca que mucho ayudó a mis padres. Y ya después es como el ángel exterminador, es decir, entré en el mundo profesional de la danza y me dije: no quiero salir de él.
¿Qué representan para usted Alicia y Fernando Alonso? ¿Y Alberto Alonso?
Le diré que Alberto tuvo un peso importante en mi vida, desde el punto de vista de que fue un gran maestro. A mi siempre me han señalado los críticos, que he tenido una gran habilidad, si quieres, o una facilidad para interpretar roles contemporáneos. Eso te lo diría que se lo debo a Alberto Alonso. En mis primeros años en Pro Arte Musical Alberto fue director de esa academia de ballet de Pro Arte. El montaba muchos espectáculos con los alumnos de la escuela. Y si bien se montaban espectáculos de viejos ballets como El Gallo de oro, o El bello Danubio o La fiesta de graduados, también Alberto estaba experimentando con la coreografía. Te puedo decir que participé en todos los espectáculos que Alberto hizo en Pro Arte Musical, desde los nuevo o diez años hasta los 15 que salí de allí. Eso me amplió el diapasón de lo que eran las posibilidades de la danza clásica.

Loipa Araujo – Foto La Jiribilla. La Habana. 2005
Y con Fernando y Alicia te puedo decir de que son personas a los que conocí cuando tenía 14 años y con los que he estado toda mi vida. Es decir, ellos eran como los otros papás y mamás. Tenía los míos en mi casa, pero cuando llegaba al ballet los tenía a ellos como papás. Tuve la inmensa suerte de tener dos padres y dos madres. Cada uno en su mundo, pero se complementaban. Porque si bien papi y mami me dieron muchísimos valores éticos, morales, de actitud ante la vida, de protesta ante la injusticia. También Alicia nos daba grandes lecciones de amor a la vida, de amor a la danza, de pasar por encima de dificultades, sabíamos de sus problemas de ceguera, de cómo pasaba por encima de eso, de cómo bailaba ciega. La disciplina, la constancia, te digo, además personas que a pesar de… y te hablo del año 55, que fue terrible, en el 56 vino la suspensión de la poca subvención que recibía el ballet, como a pesar de eso eran gente que creían firmemente en la utopía de crear un ballet cubano, y sabía que vendría.
Ellos crearon las bases desde entonces…
Tan convencidos estaban de sus ideas, que iban creando las bases, iban creando las bases de una escuela, las bases de una compañía, nos iban formando a nosotros, a tal punto que cuando en el año 59 se restablece la compañía y en el 62, cuando se funda la Escuela Nacional de Ballet Fernando nos dice: ustedes tienen que dar clases. Y nosotras: pero, como, si apenas sabemos bailar, como vamos a impartir clases. Y el nos dijo, bueno, al principio me imitarán, pero ustedes saben, poco a poco irán buscando su camino. Además, el nos ayudaba mucho, visitaba nuestras clases a menudo, nos daba recomendaciones. Pero tomamos conciencia de que lo que habíamos aprendido , lo habíamos aprendido muy bien. No solo hacerlo, sino que nos había enseñado a reflexionar, a analizar que es lo que estábamos haciendo, por qué, con qué músculos lo estábamos haciendo. Porque Fernando era eso: era el maestro que te hablaba de física, te hablaba de química. Te decía: este ejercicio se hace con este músculo, estás usando el trapecio, te unía eso con el hecho, y usted decía tal principio de Arquímides ustedes lo están aplicando ahora, lo de la palanca. Hablaba de la fuerza de la gravedad, y te explicaba; ah, por eso cuando uno salta ocurre tal y mas cual cosa. Nos hacía del estudio de la danza un estudio primero que lo colocaba directamente a la tierra, olvídate por completo de que tu eras un ser excepcional, que no tenías nada que ver con . La fuerza de la gravedad, la química, te hablaba de que un bailarín tenía que tomar cloruro de sodio y potasio porque si la sal, sudas mucho, el músculo se contrae.
También la lectura. A veces el nos nombraba Nuestra Señora de París. Entonces una salía a buscar el libro… Fernando y sus clases incentivan mucho.
¿Y usted aplica esas enseñanzas a sus alumnos?
Sí, yo las aplico porque para mi el hecho de hacer de la danza una motivación es muy importante. En la repetición es donde se trata de alcanzar la perfección. Es una disciplina muy dura. Si tu no repites las cosas para mejorarlas, para saber donde está el problema, entonces se convierte en una repetición que te agota y al final no le sacaste nada.
Entonces, esa búsqueda de la perfección él no las inculcó. Además, la teníamos en Alicia. Hay una anécdota que dice que cuando Alicia bailaba y algo le fallaba, cuando se cerraban las cortinas ella se quedaba practicando, y hasta que lo que le había fallado no le quedaba bien, ella se quedaba en el escenario.
Eso lo aprendimos: uno jamás se podía ir del salón habiendo dejado de hacer un ejercicio porque no se le aprendió o porque te salió mal. Había que salir del salón después de, por lo menos, sabiendo que uno alcanzó a comprender o a corregir lo que evitaba que los ejercicios salieran bien.
Fueron dos maestros de la vida, de la profesión, de la disciplina, de todo.
¿Se siente deudora de alguien en especial en tu carrera?
Me siento deudora de muchas personas, deudora de mis padres, que me permitieron, me iniciaron y me apoyaron. De mi abuelo, que se sacrificaba, era el que me llevaba a las clases de ballet. Pobrecito, yo me acuerdo que llegaba de la escuela y el se montaba conmigo en el tranvía, y me traía aquí hasta Pro Arte Musical y me esperaba, y después me llevaba para la casa, y después si tenía ensayo hasta las 10 de la noche ahí estaba mi abuelito sentado en el parque Villalón esperando que lo terminara.
Deudora de Alicia y de Fernando, por todo lo que me han dado. Deudora de quienes han sido mis compañeros. Le debo mucho a Azari Plissetski bailarín ruso del teatro Bolshoi, con el que estuve casada 13 años. Azari estuvo aquí en Cuba 10 años y fue mi compañero durante 13 años. Mucho me ayudó mi esposo Octavio Cortázar, que si bien no era bailarín era un artista, con muy buen gusto, muy buen ojo crítico y me ha ayudado también mucho y que sobre todo le agradezco en estos últimos años de la carrera porque, aunque tu dices sí, uno decidió no bailar más, y aunque esté preparado para el paso, y venga como una cosa normal, lógica, siempre hay momentos que uno se dice, bueno, ahora qué voy a hacer. Porque una se ha sentido tan segura bailando que después, si profesora, yo tenía muchos años como profesora. Pero no es lo mismo enseñar cuando tu enseñas a compañeros que te conocen, bueno, que si te salió mal el ejercicio o la clase no fue buena me perdona, o cuando tu te vas a proyectar en otras compañías como profesora, hay gente que no te conoce que tu vienes aquí con una técnica que en algunos momentos puede parecer que difiere de lo que ellos están acostumbrados a hacer. Con otras mentalidades, porque igual no piensa un suizo, que un francés, que un inglés, y ahí hay como momentos de necesidad de tener el respaldo de esa constancia, de ese apoyo, a pesar de las separaciones.
Y que me permitió tener una familia maravillosa, porque Octavio vino a mi y me aportó un hijo, y ahora me aportó una nieta. Mas que yo soy de una familia frondosa, nosotros eramos seis hermanos, dos del primer matrimonio. Dos de un primer matrimonio, y cuatro del segundo. Artistas fuimos mi hermana y yo, Nara, después del 64 dejó la danza para estudiar en la Universidad y hacerse profesora, pero hasta el 64 bailó. El mayor de los varones es médico intensivista, el segundo es un físico, el tercero se graduó en las relaciones internacionales y la cuarta es psiquiatra. Pero te digo siempre fue alrededor de mi padre nos uníamos todos. Siempre fui muy familiar. Te digo que para mi la familia, mis raíces, son cosas de mucha importancia. Y Octavio es una de esas raíces importantes en mi vida. Llevamos 25 años de casados.
¿Qué ha sido lo más difícil y lo más gratificante en su carrera?
Cuando empecé mi carrera profesional en los años 55, yo tenía un novio. Su familia no le permitía amarme, porque yo era bailarina. No les importaba que fuera de ballet. Nos veíamos casi a escondidas, pues los padres, que eran muy fuertes, se lo prohibían. De pasar a esa humillación a llegar a ser una artista reconocida, querida, que el pueblo cubano la siente como suya, que su nombre forma parte de una de las obras culturales más importantes de la Revolución, que es el BNC y dentro de esa obra tu saber que somos las cuatro joyas, lo que esas cuatro joyas han representado para el ballet cubano, que somos ahora profesoras, que te reconozcan, eso es lo más gratificante. Cuando voy por la calle y la gente me dice: ahí va la bailarina, me siento contenta y me digo, pues, mire, que aún tengo figura de bailarina, Me doy cuenta que nos identifican, que nos quieren que nos consideran. Y eso es lo más gratificante que hay para un artista. Y que compensa todas las cosas que en tu vida de bailarina, los dolores, los traumas, las renuncias, todo eso se compensa, todo eso se olvida, todo forma parte de esa vida. Siempre digo que las cosas hay que ponerlas en la balanza. Y cuando en la balanza pesa mas una cosa que lo otro, lo otro se asimila como parte de un proceso y no me pongo a pensar nunca en las cosas que me pasaron malas. Al contrario. Buenas funciones, el público, el éxito, la Medalla de oro en Varna, la Medalla en Moscú, lo que eso representó para Cuba, la primera medalla de plata para Cuba en Moscú en ese concurso donde estaban las figuras más importantes del momento. Son esos momentos los que cuentan. El otro día llamé por teléfono al Servicio de Información de la Empresa Telefónica, y te lo cuento como anécdota, porque es muy simpática. Sale una joven al teléfono, y me dice: Buenas tardes, aquí Loipa, para servirle. Y le digo ¿cómo usted se llama?. Ella me responde, Loipa. ¿Y a ti te lo pusieron por la bailarina, le pregunto?. La chica me responde, Sí, mi mamá me lo puso por la bailarina, para que siempre la recordaran. Le digo: Bueno, pues estás hablando con la bailarina. Ah, usted no me diga eso, y me imagino que la muchacha estaba sorprendida y contenta. Creo que eso nada importa al lado de esas cosas.
¿Ha tenido que renunciar a muchas cosas?
Sí, en la vida tenemos que renunciar a muchas cosas. Siempre hago esta anécdota. En mi fiesta de los 15 años, ahora vuelven a tener mucha connotación, pero no creo que tanto como antes. Ahora creo que bailan casino. En aquel momento se bailaban los valses. Había que comprar un traje largo y ensayar el vals. Como yo era la bailarina, además de la quinceañera, tenía un lugar destacado, en aquel vals. ¿Pero qué resulta?. Después de meses de ensayo y de comprar mi traje largo, y todo, con un gasto para mis padres, me dicen aquí en el Ballet de Cuba que tengo una función de Sílfides, ese día, por la noche…Estuve debatiéndome: voy a la función de Sílfides, voy a mi fiesta de 15 años; digo mentiras para no ir, digo que estoy enferma para no ir al Ballet. Fue una semana terrible. Hasta que dije, nada, voy a hablar con Fernando. Y recuerdo sus palabras. Me dijo, es muy sencillo, Loipa, primero, la decisión la tomas tú. Pero lo que si te puedo asegurar es que si tú dejas hoy una función de ballet por una fiesta de 15, vas a dejarla siempre por cualquier razón. Pero tu decides. Y decidí: me fui para mi función de ballet y después que terminé mi función de ballet, me puse mi traje largo y me fui para mi fiesta. No bailé el tradicional vals, pero te juro que disfruté de aquella fiesta muchísimo, porque sabía que había encontrado mi camino, porque sabía que nunca dejaría una función por nada.
¿Cómo ha sido su relación con las otras tres joyas del Ballet?
Mirta (Plá) dijo una cosa cuando estuvo aquí la última vez, cuando nos entregaron el Premio Nacional de Danza; Mirta dijo que ya habíamos llegado a una etapa que nosotras habíamos dejado de ser más que compañeras, más que amigas, que ya éramos hermanas. Eso es así, porque cuando tu convives con una persona desde la mañana hasta la noche. Empezamos las clases a las 09:00 hora local y hasta las 14:00 hora local, salíamos corriendo para ir a la escuela, retornábamos para el ballet y ensayábamos desde las 18:30 de la tarde, hasta las 12:00 meridiano. Cuando empezó el BNC empezamos a las 08.30 de la mañana hasta las 18:00 hora local. La noche que había función salíamos para el teatro a las 17:00 y terminábamos a la medianoche. Quiere decir, que te pasas más tiempo con esa personas que con tu propia familia. Además, no te olvides que nosotras estamos juntas desde el año 1955. Nosotras formamos parte de ese grupo que fuimos conejillas de indias. En aquella etapa dura de 1956 a 1959 estábamos aquí en el BNC, organizábamos las funciones, salíamos a vender entradas, limpiábamos, Alicia siempre decía, que tenía miedo, porque cuando llegaba siempre le teníamos una sorpresa. Un día le habíamos pintado el camerino, todo de azul. Vivíamos para eso, compartíamos las ideas. Después nos íbamos de gira y estábamos juntas, es decir, yo siempre estaba con Mirta, y Josefina (Méndez) con Aurora (Bosh).
Se hicieron muchos sacrificios, una vez hicimos una rifa para pagarnos un pasaje a Estados Unidos para bailar allá. Alicia donó un par de zapatillas, donó un cuadro de ella, porque entonces ella pintaba, y de ahí salimos, porque tenía un pariente que tenía una imprenta y nos hizo las papeletas, las vendimos entre todas. Y con ese dinero, nos pudimos pagar todas el pasaje, para poder ir. Estuvimos con Alicia, después nos quedamos. Y ahí te incluyo no solo nosotras cuatro sino Ramona y Margarita de Sáa. Me acuerdo que nos anunciaban como The Six Beautifull Cuban Ballerines, eran los anuncios que nos daban, porque esa era una pequeña compañía llamada El Ballet Celeste. Después hicimos una gira en octubre del 60, y regresamos en mayo del 61, es decir, estuvimos siete meses juntas, mañana, tarde y noche.
¿Y se llevaban bien?
Sí, nos llevábamos bien, es decir, en el entendido de que jamás discutíamos. A veces nos poníamos bravas unas con otras y nos cambiábamos de par, pero son cosas de la juventud. Cuando empezamos a dar clases en la Escuela Nacional de Ballet, estábamos juntas desde las 06.30 para empezar con los alumnos una hora después. Cuando hacíamos las llamadas guardias cosacas en el Amadeo Roldán, que siempre nos poníamos juntas porque allí nos recogía un automóvil a las 16:00, después de 12 horas de guardia.
¿Y esa buena relación se transmitía a sus familia?
Sí, las familias nos querían. Las madres, sobre todo. Eran las madres las que más nos cobijaban, nos querían, la mamá de Aurora, que acaba de fallecer, la mamá de Mirta, que fue la primera que murió, mi mamá; Josefina, que se quedó sola, porque sus padres la dejaron y se fueron para los Estados Unidos. Ella no quiso irse con ellos y se quedó aquí con su abuelita. De los 60 y pico de años que tenemos hemos pasado juntas 50 años. Ya nosotras nos conocemos de tal manera que con solo mirarnos muchas veces no necesitábamos ni hablarnos. Con mirarnos ya sabíamos lo que teníamos en mente.
La muerte de Mirta debe haber sido un golpe muy duro…
Sí, un golpe fortísimo, porque creo que todas nos hacíamos la idea de morirnos de ancianas. Había un chiste que siempre hacíamos de que íbamos a estar las cuatro viejitas ahí en el palco del Gran Teatro, diciendo: aquella no está estirando las piernas. Siempre nos veíamos las cuatro juntas, y el hecho de que Mirta nos haya dejado todavía joven y llena de vida. Ella tenía esa capacidad de trabajo, que heredamos de Alicia. Ella no parece tener la edad que tiene, e igual nos ocurre a nosotras, porque tenemos una gran capacidad para trabajar, una vida muy sana, porque es la vida del ejercicio, la mente siempre pensando en clases, ensayos, la mente ocupada. Y aunque no estemos bailando pero no podemos decir que estemos retiradas de la vida de nuestra vida diaria, ni de nuestra vida artística. Porque detrás de ese trabajo que hay allí en el BNC, cuando se presenta un ballet, ahí está el trabajo de todas nosotras, el trabajo de Alicia, está el trabajo de nosotras, de Aurora y mio en clases, de Josefina que ha tomado tales ensayos, Aurora que ha tomado el pas de quatre, yo que he tomado quizás la pareja principal que está bailando. Vaya, que detrás de esa obra que es el Ballet Nacional de Cuba sigue habiendo, sigue estando, el trabajo de todas nosotras.
Sí, para mi estuvo muy claro. Para mi esa dedicación de la que estamos hablando a mi me costaba. Ese ir a ensayar por la tarde. Las clases nunca me costaron trabajo. Siempre he sido muy mañanera y me gusta hacer ejercicios temprano. Ya el hecho de ensayar, después, las funciones por la noche. Recuerdo que yo preparé el Lago de las Cisnes. Como éramos nueve primeras bailarinas bailaba un Lago al año. Y estuve preparándome para ese Lago de los Cisnes que sería el último como tres o cuatro meses. Antes no me pesaban los sacrificios. Es decir, yo no era consciente de los esfuerzos y los sacrificios. En ese momento ya yo era consciente de lo que me costaba. Llegué a hacer mi función y la hice tan bien que cuando terminé me dije, este es el último, no lo bailo más. Ni me acuerdo la fecha no guardo el año ni la fecha. Para mi simplemente fue un Lago más, pero que fue el último. Me dije, este es el recuerdo con el que me quiero quedar. Quiero poder cerrar mis ojos y recordar esta función con una gran sonrisa, con una gran satisfacción. Decir: no dejé de hacer Lago porque no pude con el Lago de los Cisnes. Sino, dejé de hacer Lago porque ya no quiero hacerlo más. Y a partir de ahí dije: esta es la fórmula. Hice lo mismo con Giselle. Así hice con los grandes clásicos y los fui dejando de bailar. Y así puedo decir que mis últimas funciones, la última función después que dije no bailo más requirió un gran esfuerzo de concentración, dedicación, constancia. Terminó la función, feliz. Esta es la última. Cierro los ojos y me recuerdo de las últimas funciones de los grandes ballets. Y después me mantuve, en lo que podía hacer, porque si no hubiese sido una renuncia muy fácil, mientras podía el escenario me daba satisfacción en roles como pas de deux, pas de quatre, en Bodas de Sangre. Hasta que fui… nada…
¿Y cómo reaccionó Alicia ante el retiro de ustedes?
No, Alicia decía, el retiro no, la jubilación. Y decía, pero cómo, si ustedes son tan jóvenes todavía. Y es que Alicia tiene una plus marca y la tendrá, porque ella tiene un espíritu, aquello de que joven ha de ser quien lo quiera ser…. Esa es Alicia. Tiene un espíritu incansable. A ella le interesa todo en la vida. Es un ejemplo.
¿Cuál consideraría el premio de su corazón?
Todos llegan. Todos forman parte de mi corazón, porque como te decía eso forma parte no de la gratificación, sino de la recompensa. Cada cual tiene su importancia, y a la vez todos son importantes. Pero el reconocimiento de tu país es el más importante. Creo que la Medalla Alejo Carpentier por lo que significa Alejo en la cultura cubana y la orden Félix Valera, que fue el padre de nuestra conciencia, de nuestra nacionalidad, el que nos enseñó a pensar y nos enseñó a hacer y eso es reconocer cubanía en ti. Hacerme acreedora de esos premios es lo que más me honra. Fuente: Radio Metropolitana
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