QUIEN FUE ANA ITELMAN ?

QUIEN FUE ANA ITELMAN ? | Danza Ballet 
"Ana Itelman es una bailarina notable puesto que sus colegas la odian y la encuentran antipática,
pero le reconocen el genio que no pueden negarle.

Cuando uno se topa con el genio, hay que resignarse a él."

Jorge Luis Borges


Por Lele García

Ana Itelman fue una pionera en nuestro país de la danza moderna y contemporánea, y su labor fue importantísima no sólo como creadora, sino como pedagoga que dejó una huella profunda en muchos coreógrafos y bailarines argentinos. Creó un método de composición coreográfica, el cual surgió de su vasta formación con maestros de vanguardia y de su propia experiencia como creadora. Con sensibilidad e inteligencia sintetizó el espíritu de su época.

Según las palabras de Susana Tambutti, coreógrafa e historiadora de la danza, "Ana fue admirable no sólo por su legado pedagógico y artístico sino por las preguntas que dejó en el aire."

En los años ochenta su pensamiento y su método de composición eran una referencia obligada tanto para intérpretes como para creadores y directores en el ámbito de la danza y del teatro. Así la recuerda Rubén Szuchmacher, maestro y director de teatro, uno de sus discípulos más cercanos: "Esta mujer de cabellos rojos, poseedora de una fuerza arrolladora y de una imaginación sin límite fue una precursora del arte contemporáneo en nuestro país que transitó el difícil camino del creador que permanentemente deshace lo realizado en busca de lo desconocido."


Itelman nació en chile en 1927 pero emigró a argentina con su familia a muy temprana edad. A principios de los años cuarenta integró el legendario grupo de Myriam Winslow, la primera compañía argentina de danza moderna. En 1945 viajó a los Estados Unidos y se perfeccionó con Martha Graham, Hanya Holm y José Limón, entre otros. Dos años más tarde, con apenas 20 años, regresó a Buenos Aires y comenzó a presentarse como bailarina solista en obras de su propia creación, aún bajo la influencia de la técnica Graham. En 1950 creó una escuela de danza moderna y comenzó a coreografiar para su propio grupo. En 1955 estrenó "Esta ciudad de Buenos Aires", intento pionero de integrar la dinámica del tango al lenguaje coreográfico académico.

De 1957 a 1969 se radicó en Nueva York como directora del departamento de danza del Bard College. Paralelamente a su labor como coreógrafa y maestra, profundizó sus conocimientos de danza con Merce Cunningham, Hanya Holm, Alwyn Nikolais, estudió iluminación y maquillaje en la escuela de Erwin Piscator, actuación con Lee Strasberg, dirección de televisión, pintura en el Brooklyn Museum of Arts y más… Fue absolutamente protagonista de la ebullición artística de los años 60.
  
Venía periódicamente a Buenos Aires, donde montó "Casa de Puertas" sobre "La casa de Bernarda Alba" de García Lorca , "Agon", "Jeux" y "La peri" para el Teatro Colón y "Ciudad Nuestra Buenos Aires", "Odi et Amo", "Fedra", "Dobletres" para el nuevo Ballet del Teatro San Martín, dirigido en ese entonces por Oscar Araiz.

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Ana Itelman


En 1969 regresó al país y fundó el Café Estudio de Teatro Danza de Ana Itelman, donde presentó "Alicia en el país de las Maravillas". En este espacio se avocó tanto desde lo creativo como desde lo pedagógico al desarrollo del teatro-danza, articulación de elementos dancísticos y teatrales con el fin de lograr una expresión escénica superadora de la parcialidad de ambos lenguajes. Ese espacio luego fue donado por ella al Teatro San Martín y es hoy la sede del Taller-Escuela de Danza de ese teatro oficial. Su ligazón con ese teatro y su compañía de danza fue constante: desde 1977 hasta su muerte creó numerosas obras que fueron hitos del repertorio del elenco como "Las Casas de Colomba" (inspirada en "Un tranvía llamado deseo"), "Y ella lo visitaba", "Historia del soldado", "Suite de percal", "Paralelo al horizonte" y "El capote", entre otras. También creó, junto a Renate Schottelius, el ciclo Otras Danzas en el Centro Cultural Recoleta, con el fin de promover la actividad de las nuevas generaciones de coreógrafos.

En 1989, a los 62 años, se quitó la vida.

Su estilo marcó un camino y su temprana desaparición dejó en el ámbito creativo de la danza un vacío difícil de cubrir. Su mirada aguda y su pensamiento riguroso fueron raras joyas y aportaron una valiosa reflexión sobre cuestiones fundamentales de la creación escénica. Supo abordar racionalmente aspectos centrales de la composición coreográfica, sin soslayar por esto una gran intuición y creatividad.

"Hay quien dice que Ana Itelman no interrumpió sus enseñanzas. Que, por el contrario, cada vez que alguno de los coreógrafos que pasaron por sus aulas se pone a componer, desde el cuaderno de apuntes, la maestra le desliza alguna indicación", sugiere el periodista Néstor Tirri en el diario La Nación.

Y así la homenajea el coreógrafo Oscar Araiz en su Carta Abierta a Ana Itelman:

"Sabemos que vacíos y silencios fueron herramientas de tu trabajo y de tu vida, que tenías el don coreográfico-cinematográfico de compactar el tiempo, de expandir el espacio y sumergirnos en zonas imposibles de medir con instrumentos convencionales."

Por Lele García
www.luciernaga-clap.com.ar

Fuentes

  • Szuchmacher, Ruben: Archivo Itelman. Editorial Eudeba, 2002.
  • Carta Abierta a Ana Itelman. La Nación, 16/09/2004
  • Legado de una Maestra de la Danza. La Nación, 16/09/2004

Formas de bailar


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Archivo Itelman

Ana Itelman
Ed. Rubén Szuchmacher

Eudeba
Buenos Aires, 2002

188 págs.


por Abel Waisman


En una actualidad urbana donde el cuerpo muchas veces es sinónimo de riesgo, Rubén Szuchmacher se propone rastrear a través de huellas escritas los pasos que Ana Itelman, precursora de la danza contemporánea en la Argentina, dejó para las generaciones futuras.

Ana Itelman nació en Santiago de Chile en 1927. A los dos años viajó con su padre a Buenos Aires, donde realizó sus primeros estudios de danza. Egresó del Conservatorio Nacional de Música y Arte Escénico y en 1945 viajó a Estados Unidos, donde tomó contacto con las fuentes de la danza moderna norteamericana. A los veinte años regresó a la Argentina para dedicarse a la danza como solista en obras propias, creando en los primeros años de las década del cincuenta una escuela de danza moderna en donde se destacó coreografiando para su propio grupo.

Archivo Itelman, producto de una investigación financiada por la Fundación Antorchas, está compuesto por una diversa y extensa cantidad de apartados, entre los que se encuentran los datos para su biografía, las conferencias dictadas en el Bard College, reportajes, cartas, los borradores y una segunda versión de una interesante obra coreográfica o argumento para un ballet que jamas se realizó, hecha a pedido de Astor Piazzolla y basada en “Hombre de la esquina rosada” de Borges, y también una selección de sus primeros textos entre los que se destacan “El significado de las danzas modernas” y “Danza en los Estados Unidos. Los teams o grupos”. Aquí Itelman se pregunta por qué ya no satisface del todo al publico el ballet clásico o por qué aún no han llegado al público en general las danzas modernas.

Para dar una respuesta a esos interrogantes, propone un conjunto de rasgos diferenciales para la danza moderna y la clásica. Para Itelman, la actitud clásica es esencialmente impersonal porque presenta en escena movimientos concebidos por otra persona: el coreógrafo. “Los temas danzados se alejan de la realidad. No existen, en principio, destellos de emociones humanas. Se baila La bella durmiente del bosque, Hojas de otoño, La hija del Danubio, La muñeca hada, etc. En la actualidad dichos títulos, impregnados de fantasía, se ven desplazados por otros como Atavismos, Un extraño funeral americano, Huelga, trabajo y juego.” El solo hecho de nombrar estos títulos es para Itelman una muestra del enorme salto dado por el arte de la danza moderna, que proclama esencialmente la libertad del artista. Dicho con palabras de Martha Graham: “Es necesario que haya algo que necesite ser bailado”.

De esto también se desprende el compromiso de Itelman: es el sentido realista de la danza lo que brindaría un medio altamente eficaz para manifestar lo que una generación desea transmitir en su presente. A diferencia de las raíces tradicionalistas del ballet clásico, en donde los “balletómanos” se sienten cómodos ante tales espectáculos porque ven en ellos el reflejo de su cultura, los aficionados a la danza moderna son para Ana Itelman aquellos que quieren ver reflejada la vida y las experiencias “actuales”. O, como dice Martha Graham en otro momento: “No quiero ser un árbol, una flor o una ola cuando danzo. No quiero imitar la naturaleza, ni ser una exótica criatura de otro planeta: quiero ser yo misma, algo del milagro que es el ser humano nervioso, disciplinado y concentrado”. www.pagina12.com.ar

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