Fin de la temporada del American Ballet Theatre (ABT)

Fin de la temporada del American Ballet Theatre (ABT)  | Danza Ballet 
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Termina la temporada del American Ballet Theatre (ABT) en el Met.

Todo llega a su fin, y así sucede cada año con la temporada primavera-verano del ABT en el Lincoln Center de Nueva York.

Las dos semanas finales fueron dedicadas a ballets sobre dos personajes femeninos en el mundo de las leyendas o de cuentos de hadas: “Sylvia”, con la deliciosa música de Leo Delibes, y “La Bella Durmiente”, sobre la exquisita y monumental partitura de Chaikowsky. Hay poca similitud entre ambas mujeres: Una, procede de la leyenda griega, y la otra, la princesa Aurora, surgió de la imaginación de Perrault. Las coreografías sirvieron para que el elenco de principales del ABT pudiera brillar a plenitud.

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Xiomara Reyes y Herman Cornejo en «Sylvia». Foto de Rosalie O´Connor, cortesía de ABT.

“SYLVIA”

“Sylvia” está basada libremente en la leyenda pastoral de Ariosto (Aminta). La coreografía se remonta a 1876, creada para el Ballet de la Ópera de París. Su autor, Louis Merante, también aparecería en el rol titular, junto a la bailarina italiana Rita Sangalli. Posteriormente, otros coreógrafos hicieron sus propios trabajos sobre la misma historia y la música original, no obstante, la obra actual, que data de 1952, fue estrenada en Londres por el Royal Ballet, con la bella coreografía de Frederick Ashton. El ABT, por su parte, estrenaría esa versión en el Met del Lincoln Center, en 2005, con un solo intermedio entre los tres actos.

En “Sylvia”, la historia cuenta como la casta ninfa de mimo nombre, miembro de las filas de Diana, la cazadora, viene de cazar y ante la imagen de Eros, dios del amor, baila a plenitud con sus compañeras. Allí está escondido Aminta, quien la ama profundamente, pero Sylvia lo rechaza. Pronto Eros interviene, hiriendo a la ninfa con una flecha. Desde entonces, Sylvia comienza a sentir amor por Aminta, pero no todo continúa feliz y plácidamente: Orion, el cazador negro, está también enamorado de Sylvia, y la secuestra, llevándola a su isla.

La ninfa logra emborrachar al cazador y a su corte, y escapa con ayuda de Eros, que la reúne con Aminta, cuando éste baila en el festival de Baco. Entre dioses y alegría, surge Orion nuevamente, quien viene al templo de Diana en busca de Sylvia. La vengativa Diana, prohíbe a la desleal Sylvia (por haber roto su promesa de castidad) a contraer matrimonio con el joven pastor, pero Eros interviene nuevamente en favor de los novios, y todo se soluciona favorablemente para la pareja.

El difícil y demandante rol de Sylvia, esa noche recayó en Xiomara Reyes, y describo el rol de esa manera, para retratar la personalidad dominante de la ninfa cazadora, cuyo carácter no concuerda con la suavidad que Reyes siempre muestra en escena. No obstante, su labor fue excelente, y se anotó otro bien ganado triunfo.

No podía haber mejor intérprete de Aminta que el aplaudido Herman Cornejo. Las actuaciones de Cornejo esta temporada, han sido simplemente maravillosas. Ya el público lo ha situado entre sus favoritos. Como Aminta, Cornejo volvió a resplandecer, especialmente en el último acto, donde la límpida coreografía de Ashton, fue simplemente “bordada”, de acuerdo con la interpretación de Cornejo ofreció. La maravilla de los pasos, y las encantadoras melodías de Delibes, fueron como disfrutar de un delicioso néctar.

El rol de Orion, aunque de poca monta, le tocó a Ivan Vasiliev, quien aprovechó cada minuto de los en que apareció en la escena, para hacer alguna de sus incontables travesuras (saltos extraordinarios y girar como un trompo). Como Eros, Daniil Simkin completó el aplaudido elenco de roles principales de la noche.

Delibes, con su melodiosa composición, y Ashton, con su límpida y hermosa coreografía, resultan un binomio como pocos. La orquesta del ABT parecía estar inspirada esa noche, bajo la experta dirección de Charles Barker.

“LA BELLA DURMIENTE”

Este insuperable ballet — considerado el clasicismo académico por excelencia — fue estrenado en 1890. Chaikowsky trabajó con el coreógrafo Marius Petipa (y Lev Ivanov), para formar ese trío magistral que incluye “El Cascanueces”, en 1892, y “El Lago de los Cisnes”, en 1895.

Las obras maestras no deben tocarse, como no sea para mejorarlas; lamentablemente, pocas veces el resultado final suele ser totalmente satisfactorio, o como en este caso sucede, después de verla más de una vez, aparecen más defectos que se escaparon en la primera vuelta.

“La Bella Durmiente” del ABT, según la versión estrenada en 2005, se debe a Kevin McKenzie, director artístico de la compañía, junto a Gelsey Kirkland y Michael Chernov. El decorado, original de Tony Walton, carece de buen gusto, y por ende, la luminotécnia de Richard Pilbrow y Dawn Chiagn, deja igualmente bastante que desear, por la poca iluminación que provee al salón palaciego del último acto., donde se consuma la boda del Príncipe Desirée, con la joven Princesa Aurora. No mucho han podido hacer los magníficos intérpretes — todos excelentes bailarines — para mejorar el resultado final, incluyendo el estupendo Corps, especialmente el femenino.

Por haber cancelado sus actuaciones la bailarina Alina Cojocaru, fue contratada la rusa Maria Kochetkova, quien llegó importada del Ballet de San Francisco donde es primera figura, para desempeñar el ansiado rol de la princesa Aurora. Kochetkova resultó una magnífica compañera para el imponderable Herman Cornejo que esa noche sería el Príncipe Desirée. Menuda como él, lo que más impresiona de su baile es la musicalidad y la exactitud de sus terminaciones.

¿Qué puedo añadir a lo que ya he escrito en múltiples ocasiones de Cornejo? Solo terciar en su elegante estilo, que no necesita echar mano a ningún truco o exageración que sorprenda al público y le valga más aplausos.

No obstante, hubo una inesperada sorpresa: Ivan Vasiliev apareció como el Pájaro Azul, con Isabella Boylston como la Princesa Florine. El potente Vasiliev, a quien no negamos sus extraordinarias piernas para surcar el escenario, igual que sus giros que parecen tener cuerda como un trompo, hizo alardes de potencia una vez más, saliéndose de las restricciones que impone el estricto clasicismo académico que Petipa (su coreógrafo original) exigía en la obra. Ver después a Cornejo en la Coda del Grand Pas de Deux final, fue como “refrescar el ambiente”.

El rol de Carabosse, el hada maligna, encomendado esa noche a Nancy Raffa, es digno de una mención especial. La caracterización de Raffa, igualmente que su dramatismo, merecen los mejores encomios.

Ahora, solo resta esperar la llegada del otoño, donde la compañía se prepara a ofrecer una corta temporada en la “casa de Balanchine” ( el teatro Koch del Lincoln Center). Buenas vacaciones para el fiel público neoyorquino del ABT.

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Maria Kochetkova y Cornejo en «La Bella Durmiente». Foto de Gene Schiavone, cortesía de ABT

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