El estreno de la versión en ópera está prevista para 2010 o 2011. Pese a los muchos galardones que obtuvo la película, no todas las críticas fueron positivas, de hecho, se trata de una película controversial.
Ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2000 a la mejor película (y premio de mejor actriz a Björk), llega al cartel este melodrama musical de Lars von Trier que explora al máximo la situación emocional de Selma, una emigrante checa que trabaja desapasionadamente en América y tiene a su hijo enfermo. Su alegría está en los musicales de cine, pero Selma está perdiendo la vista.

Originalmente la película comienza con una obertura (que es la música de la última canción "The next to last song" para ensamble de metales y percusión) con la pantalla a oscuras. Esto fue posible en Europa, pero la producción sugirió que esa idea no era recomendable en los Estados Unidos, por lo que el director filmó un collage con pinturas del artista expresionista danés Per Kirkeby, el esposo de la productora Vibeke Windeløv, que acompañó la música introductoria. La película fue filmada con más de 100 cámaras digitales de modo que los ángulos múltiples de cada escena fueran capturados y filmados.
La película se estrenó en el 53° Festival de Cine de Cannes, en donde fue admirada y discutida por la crítica. La canción "I’ve Seen It All" fue nominada al Oscar a la mejor canción. En la presentación de la ceremonia Björk lanzó su famoso vestido del cisne.

“Dancer In The Dark” (Bailarina en la oscuridad), la galardonada película del danés Lars von Trier, llegará a los escenarios en versión operística, según informó la Opera Real de Copenhague. El compositor Poul Ruders, también danés, será el encargado de poner música a un libreto ya terminado del dramaturgo Henrik Engelbrecht. Con esta película, Von Trier, de 51 años, obtuvo la Palma de Oro de Cannes en 2000, mientras que su protagonista, la cantante islandesa Björk, recibió el premio a mejor actriz principal. La película cuenta la historia de una inmigrante del este de Europa y su hijo en los Estados Unidos.
El estreno de la versión en ópera está prevista para 2010 o 2011. La semana pasada, Von Trier confesó en una entrevista que se sentía artísticamente en blanco e incapaz de trabajar en una nueva película, por culpa de una profunda depresión. Pocos días después, en otra entrevista, informó que por motivos económicos, no filmaría su próxima película en Dinamarca, sino probablemente en Alemania. NP Selección fotográfica Danza Ballet.
Dirección y guión Lars von Trier.
Interpretación
Björk (Selma), Catherine Deneuve (Kathy)
David Morse (Bill), Peter Stormare (Jeff), Vincent Paterson (Samuel)
Cara Seymour (Jean), Vladica Kostic (Gene),
Joel Grey (Oldrïch Novy), Stellan Skarsgard (Óptico),
Zeljko Ivanek (fiscal del distrito).
Música Björk.
Coreografía Vincent Paterson.

"Dancer In The Dark"

Lars von Trier ha reescrito otra vez ,America de Franz Kafka. En su película Europa (1991), la había reescrito con un sentido contrario. Europa, centro del mundo es una ratonera a la que viajan algunos americanos. La guerra mundial es el viaje; las carencias y el patetismo pululan como ratas. En Dancer in the dark (Bailar en la oscuridad, 2000) la diva Bjork interpreta a una obrera checoslovaca que es vejada por el sistema norteamericano. Imaginemos a un Kafka embullado por Dostoyevski, convencido por éste de lo central, estético y maravilloso del sufrimiento. Imaginémoslos en un plano más abierto: un musical melodramático. Vayamos más allá, corren tiempos de postmodernismo y están de moda las cámaras digitales. Selma (Bjork) vive en un trailer rentado por una pareja nortemericana común, él es un policía, ella una ama de casa. Selma es casi una santa. En el sentido mágico y no en el sentido promiscuo. Una santidad mediática, también: sueña con los musicales hollywoodenses. Tiene un hijo que ella no quiere que quede ciego. Sacrificará todo por eso.
La fenomenología del crimen está vinculada a la reproducción mecánica. Cuando la asesina ve a su víctima en el suelo, golpea rítmicamente, le desbarata la cara con el ritmo. La investigación del crimen debe seguir un sentido inverso: no a partir de la ley sino en su contra. Las motivaciones del crimen (oh Dostoyevski) son manipuladas por otro texto, el que ofrece el cielo, el diablo o el musical. De la película queda la idea de unos norteamericanos chatos y traidores (y, como han reclamado algunos, no es justo del todo). A pesar de la abierta santidad de Selma, el policía / patriarca / ley, el que recibe la confesión melodramática (Selma sabe que va a quedar ciega), traiciona a Selma, la obliga a asesinarlo.
En medio de la flagelación sobrevive la textura del musical. El melodrama recuerda su parte más bárbara, y Lars von Trier, y Bjork (que canta como que no entonara) nos obligan a recordarlo. No nos gustaban las rosas rojas sobre los puentes? Dancer in the dark despoja al paisaje. Hay una austeridad fementida por las cámaras digitales: todo es suburbio industrial en los Estados Unidos, todo es pulsión y no se conoce la serenidad, todo es fatalidad. Sobrevive la magia del musical: magia manchada por un cielo que flagela. Es un reino masoquista, pero las texturas nos ganan.
El traslado desde la barbarie masoquista melodramática y las texturas sublimes (y subliminales posiblemente) se realiza sobre los musicales. En uno, en que Selma/Bjork jura que puede ver, la acarrea un tren. En otro, el mejor sin duda, luego del asesinato, hay un rejuego en el disco que circula, el niño que da vueltas en la bicicleta, la mirada de dios que también está “un poco loco” (como quería Pasolini). Los musicales llegan a ser los textos “santificantes” sobre varias probabilidades: el futuro desnucado, la aclimatación de la inmigrante, la solidaridad (de Catherine Denueve disfrazada de obrera, no es llamativo?), el amor (del camionero que amará fielmente a Selma para siempre, ubicado en posición lateral que descorazona). Pero Dancer in the dark es más truculenta todavía (o va más a fondo todavía): se transforma en himno contra la pena de muerte. Ahí nace el silencio.
Se dirá que no es una historia. Se dirá que es una hipótesis de la truculencia. Se dirá que Franz Kafka y Fedor Dostoyevski están moviendo los pies como las ranas de experimento del señor Lar von Trier, de la señora Selma. Por un lado, no es mala idea. Por otro lado, el problema de la inmigración en estos tiempos de lágrimas no deja de tener sus aristas afiladas. Ver Dancer in the dark es lastimarse con unas cuantas. Fuente
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