El programa fue ejecutado con extrema habilidad y puntual musicalidad por los bailarines de la agrupación y la pareja principal, Misa Kuranaga y Jeffrey Cirio, quienes se han lucido, chispeantes, en toda la pieza. El ritmo, por momentos, no es fácil de llevar, pero los bailarines no ha desperdiciado una sola nota ni la elegancia del estilo que dio fama a Balanchine.
El cuerpo de baile evidencia no sólo la brillantez de la juventud sino también la solidez de artistas más maduros. Destaca una importante homogeneidad general de sus integrantes, 45 bailarines de distintas nacionalidades, lo que sin duda es el gran atractivo de una compañía con el talento artístico y la gran proyección internacional del Ballet de Boston.
Sus bailarines principales son sorprendentes, plásticos y precisos. Pueden interpretar, indudablemente, las obras más famosas del repertorio clásico más tradicional pasando por Kylian, Forsythe y Cranko con total facilidad; de hecho, estos prestigiosos creadores componen el repertorio de una de las compañías más importantes de los Estados Unidos.
El resto de las obras elegidas en la segunda parte del programa fueron de perfil contemporáneo, de carácter intimista, eclécticas y elegantes. Nada de títulos clásicos, pero sí novedades: pas de deux actuales y abstractos.
«Rhyme», del ucraniano Viktor Plotnikov con música de Frederic Chopin (1810-1849), fue ejecutada por Erica Cornejo y Yuri Yanowsky. Ambos componen en un juego de luz y oscuridad un pas de deux minimalista donde crean y arman, entre ambos, formas y figuras.
«Ein von Viel», de Sabrina Matthews (1977), fue la creación mas clásica y elegante de esta segunda parte. Los dos bailarines masculinos, ambos vestidos de blanco, James Whiteside y John Lam , fantásticos, se funden en un dúo plástico lleno de flexibilidad. La intensidad del movimiento, atlético en ciertos momentos y sumamente elegante en otros, se moldea bajo los acordes de las Variaciones Goldberg de Johann Sebastian Bach (1685-1750).
«Tsukiyo», una misteriosa obra de la coreógrafa y discípula de William Forsythe (1955) Helen Pickett (1972), sobre la composición «Spiegel im Spiegel «, del músico Arvo Pärt (1935), específicamente las piezas “Lamentate” y “Fragile”, cuenta la historia de una sílfide del siglo XXI, interpretada por Lia Cirio, bailarina de una extremadamente poderosa presencia escénica.
Poseedora un bello y destacado rostro y una expresividad profunda, Cirio posee unas piernas y unas puntas fantásticas, sumamente flexibles y fuertes. Ha brillado en la ejecución de la pieza tanto individual como conjuntamente. Sobresalieron sus expresiones faciales, sus manos y su manera de caminar hasta la pequeña escalera ubicada en el centro del escenario Junto con su partenaire Sabi Varga, quien le ha brindado la calidad y el espacio suficientes para que Cirio pueda lucirse en todo momento, demostró su calidad interpretativa, en la que primó la seducción tímida y casi adolescente hacia una obra creada sobre una historia convencional inspirada en un cuento japonés titulado «La hija del leñador».
La última obra del programa, «Brake the eyes» , habrá satisfecho a los amantes de Jiri Kylian. El finlandés Jorma Elo, coreógrafo residente del Boston Ballet desde 2005 hasta 2014, creó una pieza con movimientos clásicos en la que se intercalan rígidos y cortantes movimientos de breakdance pero, eso sí, sumamente elegantes. Con música de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) y acompañado por un fondo de música vocal electrónica que evoca el ruido sordo de un motor, las bailarinas destacaban por estar vestidas al estilo de la obra «Pequeña bailarina de catorce años» de Edgar Degas (1834-1917) con preciosos tutús color oro. La coreografía fluye bajo la música de Mozart y la deconstrucción avanza bajo los acordes electrónicos. Los nueve artistas elegidos para acompañar a la principal bailarina de la pieza, la conocida gimnasta rítmica de nivel mundial y actual componente del Boston Ballet II Rachel Cossar, no pudieron haber estado mejor, técnicamente sólidos y musicales dejaron su espíritu en el escenario.
En su paso por Barcelona, el Boston Ballet nos deleitó con una velada artística singular y de extraordinaria calidad y demostró el porqué de su extraordinaria trayectoria y distinguida reputación.