Kazimir Malévich, un artista a la enésima potencia.
Pensador revolucionario, renovador radical de las artes, el pintor ruso (de origen ucraniano) Kazimir Malévich, una de las más influyente personalidades de comienzos del siglo XX, es evocado en estos meses con una gran exposición (del 8 de marzo al 22 de junio de 2014) en el Centro de Arte y Exposiciones de la República Federal de Alemania de Bonn (catálogo de editorial Kerber/Bielefeld).
La muestra, titulada «Kazimir Malévich y la vanguardia rusa» se realiza en cooperación con el Stedelijk Museum de Amsterdam y la Costakis Collection de Tesalónica (Grecia) con obras cedidas por el Museo Estatal Ruso de San Petersburgo, la Galería Tretiakov de Moscú, el Centro Pompidou de París y el Museo de Arte Moderno de Nueva York, entre otras instituciones.
Kazimir Severínovich Malévich (Kiev, 11 de febrero de 1878 – Leningrado, 15 de mayo de 1935), pionero del arte abstracto, fue el creador del suprematismo, uno de los movimientos de la vanguardia rusa del siglo XX, que reducía los elementos pictóricos al mínimo extremo (el plano puro, el cuadrado, el círculo y la cruz) y que proponía «un nuevo lenguaje plástico que podría expresar un sistema completo de construcción del mundo», según sus propias declaraciones.
Más de 300 obras distribuídas en 13 apartados que siguen la evolución del artista, desde 1906, todavía bajo el influjo del impresionismo, hasta finales de la década de 1920 y comienzos de la de 1930, momento en que retorna a la figuración, son exhibidas en esta muestra; entre ellas el célebre «Cuadrado Negro» sobre fondo blanco (1915, lamentablemente no el original, sino una versión de 1929), que supuso un giro capital en la evolución de Malévich y de toda la pintura moderna.
El original es sustituído aquí por el «Cuadrado Rojo» éste sí de 1915, que en realidad no es un cuadrado exacto, sino una figura plana ex profeso ligeramente trapezoidal, ya que su línea derecha no es perfectamente paralela a la izquierda y, por lo tanto, los ángulos superior e inferior que conforma no son rectos.
Si bien los expertos continúan debatiendo sobre si el primer artista abstracto fue Vasili Kandinski, Malévich, Piet Mondrian o la casi desconocida pintora sueca Hilma af Klint, lo cierto es que a comienzos del siglo pasado flotaba en el aire la idea de una renovación total del arte que entusiasmaba simultánea e independientemente a varios artistas por igual.
Impresiona en la muestra el arco evolutivo que recorrió Malévich en toda su vida, con especial atención a la influencia que tuvo al principio la pintura religiosa (los íconos rusos) sobre su propia obra, en la que utilizaba también témpera al huevo, una de las técnicas empleadas por los antiguos egipcios y por los griegos, perfeccionada por los pintores de íconos de la última centuria del Imperio Bizantino (395-1453 DC), y retomada en el Renacimiento
En un folleto que publicó por aquel entonces, titulado «Desde el cubismo al suprematismo», el artista se plantea la tarea ingente de recodificar el mundo. «Las claves del suprematismo me están llevando a descubrir cosas ajenas al conocimiento. Mis nuevos cuadros no solo pertenecen al mundo», escribía. Con el «Cuadrado Negro» no solo desafiaba a un público que había perdido el interés por las innovaciones en el arte, sino que hablaba de una nueva forma en la búsqueda de Dios, el símbolo de una nueva religión.
Este nuevo realismo pictórico con figuras geométricas podía representar tanto una compresión del mundo como un espejo de la nada. El primer cuadro que recibe al visitante de la exposición es el emblemático «Autoretrato en dos dimensiones» (1915) del pintor ruso en el que se ven dos cuadrados y dos rectángulos de diferente tamaño, un trapecio y un círculo sobre fondo blanco grisáceo.
En los primeros años de la Unión Soviética los artistas de vanguardia tenían todavía mano libre para sus creaciones. Confontaban el legado naturalista con el arte «revolucionario» y podían contar por algunos años con el aplauso o al menos con la tolerancia de la casta política en el poder.
Pero esto no les sirvió de nada a los vanguardistas cuando el realismo socialista se convirtió hacia 1930 en la línea directriz estética a seguir. Los campesinos sin rosto, representados por formas geométricas, no eran lo que se imaginaban los responsables del área cultural del Estado dictatorial. Estos reclamaban representaciones de trabajadores y soldados que miraban con alegría hacia el futuro, jóvenes constructores del comunismo; escenas comprensibles de inmediato por todo el público.
Al final de su vida, Malévich se refugia en el pasado, pintando cuadros de estilo renacentista. La exposición concluye con los retratos de su madre, su esposa y su hija (óleos sobre tela) en los que el otrora renovador del arte retoma el camino inverso hacia el ya olvidado impresionismo francés.
Tras su fallecimiento en Leningrado, en 1935, a consecuencia de un cancer de estómago diagnosticado dos años antes, habrían de pasar 53 años hasta que (después de la Perestroika) San Petersburgo le dedicara en 1988 una retrospectiva a este hombre que marcó hasta hoy una indeleble orientación en el arte, en Rusia y mucho más allá de sus fronteras.
Páginas de Internet:
www.bundeskunsthalle.de
www.kerberverlag.com

Selbstportrait 1908–1910. Aquarell und Gouache auf Papier
Staatliche Tretjakow-Galerie, Moskau

11 Postkarten. Herbst 1914. Lithografien
Staatliches Museum W. W. Majakowski, Moskau

Kostümentwürfe für die Oper „Sieg über die Sonne“,
Feind. 1913. Bleistift, Aquarell und Tusche auf Papier,
Staatliches Museum für Theater und Musik, St. Petersburg