Considerado uno de los más importantes músicos del siglo XX y para quien escribieron piezas compositores tan célebres como su compatriota Serguei Prokofiev, el músico se exilió en 1974 de la Unión Soviética debido a su apoyo a la disidencia, pero regresó tras su «rehabilitación» en 1990, en plena ‘Perestroika’. Fue premio Príncipe de Asturias en 1997.
Habitual de los auditorios y festivales españoles, y viejo amigo de la Familia Real, sobre todo de Doña Sofía, el violonchelista Mstislav Rostropóvich mantuvo una larga y afectuosa relación con España, que vio correspondida con calurosos aplausos y numerosos reconocimientos. Poseedor de la encomienda de la Orden de Carlos III, una de las más importantes condecoraciones españolas que se otorga a personalidades extranjeras, y Premio Príncipe de Asturias de la Concordia 1997 -galardón que compartió con el violinista Yehudi Menuhin-, Rostropóvich siembre hablaba de «su querida España», país que conoció todavía bajo el régimen franquista.
Aunque decía que el chelo se ponía «muy celoso de la batuta», Rostropóvich viajó como instrumentista y director por todos los rincones de España para llevar su música por el Auditorio Nacional de Madrid, el Festival de Perelada o el Palau de la Música de Valencia, que le concedió su primera Medalla en 1997, y que él agradeció, en español y con un emotivo «os quiero». Entre sus seguidores, la Reina, con quien mantenía una larga amistad desde sus años de juventud como Princesa griega, y que quedó reflejada en numerosa ocasiones.
Doña Sofía asistió en Moscú en mayo de 2005 a las bodas de oro del violonchelista y la soprano Galina Vishnevskaya y estuvo muy cerca de él cuando regresó a Rusia en 1990 tras 16 años de exilio, acompañándolo en los conciertos que ofreció en Moscú y San Petersburgo. Él tampoco faltó en los momentos importantes de la Familia Real, y, por ejemplo, la primera aparición pública del Príncipe de Asturias y su entonces prometida, Letizia Ortiz, tuvo lugar en un concierto en el Teatro Real que Rostropovich ofreció en honor de los Reyes. Entonces, actuó en su doble condición de director de orquesta y violonchelista, algo que sólo ocurría en «ocasiones muy especiales» por el gran esfuerzo que precisaba. Rostropovich reconocía que los Reyes de España siempre le habían acompañado en los momentos difíciles de su vida. «Cuando me echaron de la Unión Soviética fue la mayor tragedia de mi vida, una tragedia que duró diecisiete años. Ahí estuvieron los Reyes, apoyándome», dijo.
Él alababa así a Don Juan Carlos: «posee una sorprendente amplitud de criterios y una gran sabiduría, que le permite conjugar la sencillez en la comunicación con un gran sentido de la dignidad y la responsabilidad de su alta posición». El también violinista tenía amistad con otras personalidades españolas, entre ellas, la presidenta de la Fundación Albéniz, Paloma O’Shea, con quien colaboró en la Escuela Superior de Música Reina Sofía.
«Estoy feliz, inmensamente feliz», declaró en conversación telefónica con EFE cuando supo el 23 de mayo de 1997 que había sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. Ese día se encontraba visitando algunos poblados de las estepas de la frontera con Kazajistán, zona a donde fue evacuado junto con su hermana Verónica durante la Segunda Guerra Mundial y donde actuaba en los hospitales ante los heridos. Defensor de las libertades humanas y artísticas del mundo, siempre confió en la paz, tal y como reveló en una de sus últimas comparecencias ante los medios de comunicación españoles, en 2005. «Creo en Dios y creo que Dios nos va a ayudar, además estoy convencido de que nos merecemos su ayuda», dijo con rotundidad.
MADRID.- Mstislav Leopoldovich Rostropovich dedicó la mayor parte de su vida a la música y, en especial, a un instrumento que le llevó a convertirse en uno de los mayores genios musicales de su generación: el violonchelo. Nacido en 1927 en Bakú, República Socialista Soviética de Azerbaiyán (actualmente Azerbaiyán), estudió en el Conversatorio de Moscú, país al que se trasladó con sus padres, también violonchelistas, siendo aún un niño y con el que mantendría una relación amor-odio prácticamente hasta sus últimos días.
Acostumbrado desde pequeño por su familia a los compositores rusos más tradicionales y a los maestros barrocos, impresionistas y modernos de fuera de las fronteras moscovitas, Rostropovich ofreció en 1942 su primer concierto, el ‘Concierto número 1 para violonchelo’, y sólo tres años después obtuvo su primer premio en el Concurso de Moscú, lo que provocó el imparable ascenso de su carrera en Occidente. En 1974, Rostropovich tuvo que huir de la entonces Unión Soviética por su defensa reiterada de los derechos humanos y su apoyo a figuras disidentes, como el Nobel de Literatura Alexander Solzhenitsin, y sólo pudo regresar 16 años después, con Mijail Gorbachov en el poder. Tras el colapso de la Unión Soviética, el músico recuperó su estatus ciudadano, y desde ese momento dividió su tiempo entre Rusia, Estados Unidos y Francia.
La carrera de este virtuoso del violonchelo como director de orquesta empezó en Rusia en 1961. Dirigió por toda la Unión Soviética y Europa del Este durante muchos años, antes de hacer su debut en los Estados Unidos en 1975. Dos años después de impresionar al ‘Nuevo Continente’ fue nombrado director musical de la Orquesta Sinfónica Nacional, en la actualidad entre las mejores orquestas de Estados Unidos, hecho que se atribuye a su dirección.
Para Rostropovich han escrito obras como los dos conciertos para violonchelo de Dimitri Shostakovich, a quien le unió una estrecha amistad; la Sinfonía concertante en mi menor, opus 125 de Serguéi Prokofiev, así como obras de Khrennikov, Luyoslawski, Boulez, Ginestera, Halffter o Britten. Entre sus amistades más destacables se encuentra la Familia Real española, en especial, su relación con Doña Sofía con la que compartió largas horas disfrutando de su pasión por la música. Claro ejemplo de esta magnífica relación fue el lugar elegido para la primera aparición pública de los ahora Príncipes de Asturias tras anunciar su compromiso, un concierto de Rostropovich en el Teatro Real. El violonchelista, declarado ciudadano del mundo, embajador de buena voluntad de la UNESCO y, representante especial del programa ONUSIDA, viajó por primera vez a España en 1969, visita a la que siguió su especial recital conmemorativo del X aniversario de la coronación de Juan Carlos I, en 1985.
«Aún en tiempos de Franco visité muchas veces España, así que he tenido la oportunidad de ver cómo fue cambiando la vida del maravilloso pueblo español, cómo paulatinamente fue quedando atrás la división y cómo España se fue cohesionando bajo las consignas de amistad y fraternidad», afirmó el músico ruso.
Entre sus numerosos galardones también figuran la Legión de Honor de Francia, los premios soviéticos Stalin y Lenin, el reconocimiento anual de la Liga para los Derechos Civiles y Caballero Honorario del Imperio Británico. Posee también el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia (1997), que compartió con el violinista Yehudi Menuhin.
Defensor de las libertades humanas y artísticas del mundo, siempre confió en la paz, tal y como reveló en una de sus últimas comparecencias ante los medios de comunicación españoles, en 2005. «Creo en Dios y creo que Dios nos va a ayudar, además estoy convencido de que nos merecemos su ayuda», dijo con rotundidad. www.elmundo.es 27.04.2007.