HOPPER en el Museo Thyssen-Bornemisza

HOPPER en el Museo Thyssen Bornemisza | Danza Ballet 
HOPPER en el Museo Thyssen Bornemisza | Danza Ballet 

Del 12 de junio al 16 de septiembre de 2012
Comisarios: Tomàs Llorens y Didier Ottinger

El Museo Thyssen-Bornemisza y la Réunion des musées nationaux de Francia presentan, primero en Madrid y más tarde en París, la exposición Hopper, que reunirá la más amplia y ambiciosa selección de la obra del artista estadounidense que se haya mostrado hasta ahora en Europa.

Con préstamos procedentes de grandes museos e instituciones como el MoMA y el Metropolitan Museum de Nueva York, el Museum of Fine Arts de Boston, la Addison Gallery of American Art de Andover o la Pennsylvania Academy of Fine Arts de Filadelfia, además de algunos coleccionistas privados, y con mención especial al Whitney Museum of American Art de Nueva York, que ha cedido 14 obras del legado de Josephine N. Hopper, esposa del pintor. La exposición cuenta también con la colaboración de la Terra Foundation for American Art.

Hopper es uno de los pintores norteamericanos más conocidos y apreciados en Europa pero, paradójicamente, sus cuadros sólo se han expuesto en contadas ocasiones ante este público. Con el objetivo de llenar ese vacío y difundir su trabajo, se unen ahora estas dos instituciones culturales, especialmente relevantes para el artista: el Museo Thyssen porque alberga la colección más importante de su obra fuera de Estados Unidos y la Réunion des musées nationaux porque París y la pintura francesa de principios del siglo XX fueron un referente fundamental en sus inicios artísticos. Comisariada por Tomàs Llorens (Director honorario del Museo Thyssen-Bornemisza) y Didier Ottinger (Director adjunto del MNAM / Centre Pompidou), la muestra en Madrid presentará una selección de unas 70 obras y analizará la evolución de Hopper en dos grandes capítulos. El primero de ellos arranca con su paso por el estudio de Robert Henri en la New York School of Art y recorrerá el periodo de formación del artista, con obras que, de 1900 a 1924 aproximadamente, ya empiezan a reflejar su estilo propio. Pinturas, dibujos, grabados y acuarelas se expondrán aquí junto a algunas piezas de otros artistas como el propio Henri, Félix Valloton, Walter Sickert, Albert Marquet o Edgar Degas, en un diálogo que emula el que en su día mantuvieron con Hopper. La segunda parte se centrará en la producción de su etapa de madurez y repasará su trayectoria artística de manera temática, destacando los motivos y asuntos más recurrentes de su trabajo, aunque siguiendo siempre un hilo cronológico.

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Realismo moderno y americanismo, atributos clave de su pintura
A pesar de ser un pintor muy popular y aparentemente accesible, las obras de Hopper son uno de los fenómenos más complejos del arte del siglo XX, según consideran los dos comisarios de la muestra. El pintor estadounidense (Nyack, 1882 – Nueva York, 1967) fue uno de los principales representantes del realismo del siglo pasado aunque vivió muchos años trabajando como ilustrador, ignorado por el público y la crítica. En 1913 vendió su primer cuadro, Velero (1911); en 1923, el segundo —La mansarda, al Brooklyn Museum of Art—, y tuvo que esperar hasta el año siguiente, cuando tenía ya 43, para ver el éxito de su primeraexposición en la Rehn Gallery de Nueva York y poder dedicarse por completo a la creación artística. La Gran Depresión no fue un impedimento para que, a partir de entonces, los grandes museos y coleccionistas estadounidenses empezaran a adquirir sus obras. En 1930, Casa junto al ferrocarril (1925) fue la primera pieza en integrar la futura colección de pintura del recién inaugurado MoMA de Nueva York, donada por el conocido coleccionista Stephen Clark, uno de los mayores defensores de su arte. Tres años después, en 1933, de las paredes de este museo colgaban más de 70 obras en la que fue su primera gran retrospectiva, con préstamos llegados de todo el país. De esta manera, en menos de una década, Hopper pasó prácticamente del anonimato a convertirse en uno de los artistas vivos más valorados en Estados Unidos.

Hopper

  • Organiza:  Museo Thyssen-Bornemisza y Rmn – Grand Palais (París).
  • Fechas y sedes: Madrid, Museo Thyssen-Bornemisza, del 12 de junio al 16 de septiembre de 2012.
  • París, Rmn – Grand Palais, del 10 de octubre de 2012 al 28 de enero de 2013.
  • Comisarios: Tomàs Llorens, Director honorario del Museo Thyssen-Bornemisza, y Didier Ottinger,
  • Director adjunto del MNAM / Centre Pompidou.
  • Coordinadora: Leticia de Cos, Área de Conservación Museo Thyssen-Bornemisza.
  • Número de obras: 70 (aprox.)
  • Publicaciones: catálogo, edición en español.
  • Actividades paralelas: Simposio internacional Edward Hopper, el cine y la vida moderna, del 19 al 22 de junio.

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Inicios
En el estudio de Robert Henri, Hopper se empapa de un realismo moderno que se separa del academicismo dominante. Sus primeras obras ponen de manifiesto la relación de su pintura con la tradición americana continuada por el propio Henri y por Winslow Homer, que retrataban la sociedad estadounidense de estos inicios del siglo XX.

En 1906, Hopper se traslada a París, donde se quedará casi un año y volverá en otra ocasión, en un viaje que se había convertido casi en una necesidad para los artistas norteamericanos desde mediados del siglo XIX. El contacto con el Impresionismo allana el camino para que se forje su particular tratamiento de la luz y de la sensualidad, tan llamativos a lo largo de su trayectoria. En sus obras de esta época, Hopper representa el lugar en el que vive, en la rue de Lille, así como su entorno más inmediato; unas obras que se mostrarán ahora junto con la de los artistas europeos que le influyeron entonces, como Albert Marquet, Walter Sickert, y Félix Valloton.

A su vuelta a Estados Unidos, se ve obligado a trabajar como ilustrador en revistas profesionales y en publicidad, un oficio que considera degradante pero que intenta compatibilizar con su vocación artística. Descubre entonces la dimensión narrativa de la imagen y mejora su técnica, cualidades que aparecerán en su pintura poco después. Muchos de los temas que utiliza más tarde como el ocio, el espectáculo o la burocracia tienen sus antecedentes directos en los dibujos que realiza para estas publicaciones, aunque el resultado sea radicalmente opuesto: mientras que las ilustraciones imágenes positivas que apelan al consumismo y la diversión, los lienzos inciden en la apatía, el drama y la soledad de sus personajes.

El primer episodio importante para la evolución de la pintura de Hopper es el descubrimiento del grabado. Pese al reducido número de piezas que firma, su formato y técnica, que las sitúa a medio camino entre la imagen multiplicada de la ilustración comercial y la unicidad del lienzo, hacen que ocupen un lugar esencial en su obra. El artista opta aquí por acentuar los contrastes entre luces y sombras, empleando el papel más blanco con las tintas negras más densas. Figuras solitarias, como en Viento de tarde (1921), arquitecturas imponentes, como en La casa solitaria (1922), o espectaculares encuadres, como el picado de Sombras nocturnas (1921) avanzan motivos que aparecerán en obras posteriores.

En 1923, Hopper realiza sus primeras acuarelas en la ciudad costera de Gloucester (Massachusetts), utilizando como tema principal las casas victorianas. Este motivo, que se puede observar en ejemplos como La Casa de los Abbot (1926) o La casa de Marty Welch (1928), tiene un gran potencial dramático para el artista, debido a los juegos de luces y sombras que se producen en sus fachadas. Su encuentro con esta técnica marca el segundo momento destacado que determinará el desarrollo posterior de su obra.

Etapa de madurez
A partir de 1925, la obra de Hopper cobra definitivamente su fuerza formal y poética. Casa junto al ferrocarril anuncia ya su estilo inconfundible. El crítico Lloyd Goodrich escribió sobre ella que “sin pretender ser otra cosa que un retrato simple y directo de una casa fea, consigue ser una de las más conmovedoras y desoladoras manifestaciones de realismo que hayamos visto jamás”. La cronología de las pinturas de Hopper en su madurez artística revela los momentos de consolidación de los grandes temas en su obra. La vida en la ciudad (Desde el puente Williamsburg, 1928); la intimidad, el aislamiento y la melancolía (Habitación de hotel, 1931; Habitación en Nueva York, 1932); el presagio de malos tiempos (Ground Swell, 1939); la complejidad de las relaciones interpersonales (Verano en la ciudad, 1949)…

La mayoría de sus lienzos presentan escenas de la vida cotidiana en Estados Unidos. Son temas norteamericanos que interesan a sus conciudadanos y muestran la vida moderna. A primera vista, sus composiciones pueden parecer extraordinariamente sencillas, pero enseguida se descubre una cuidada y estudiada elaboración, que casi siempre lleva una narratividad implícita.

En estos escenarios, Hopper sitúa a personas en soledad o incluso parejas o grupos cuyos integrantes se muestran ajenos a los demás, como incomunicados entre sí. En Habitación en Nueva York (1932), por ejemplo, hay dos figuras presentes pero mientras el hombre lee el periódico, la mujer, al otro lado de la mesa, mira distraída un piano. Cada uno está aislado en su mundo.

Además de las personas, otro de los temas preferidos de Hopper es la arquitectura. En ocasiones centra su atención en un edificio aislado, como en la ya mencionada Casa junto al ferrocarril, pero otras veces el edificio forma parte de un entorno urbano, como en La ciudad (1927) o en Manhattan Bridge Loop (1928), y el artista busca la manera para hacerlo destacar del resto.

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