Impromptus de Sasha Waltz & Guests

La música de Franz Schubert se une en esta pieza al trabajo plástico de siete bailarines de la compañía Sasha Waltz & Guests, acompañados a su vez de una escenografía creada por Thomas Schenk y la propia Waltz.

Catalogado como el trabajo más lírico y clásico de la coreógrafa, Impromptus encierra su estilo coreográfico más puro, dando lugar a una obra de una extravagancia original, si bien quizá no tan extrema como la de otros de sus trabajos.

Waltz ha comentado que con esta pieza deseaba transmitir un determinado sentido de la improvisación y la espontaneidad, y lo ha conseguido. Impromptus sorprende a cada instante, no es predecible en absoluto. La coreografía está cargada de momentos inexplicables y contiene formas abstractas en las que se entremezclan la manipulación de objetos y de figuras simbólicas, resultando sorprendentes por la naturalidad con la que se despliegan.

La acción en el escenario es cuantiosa. Los actores se desplazan corriendo en círculo hacia delante y hacia atrás durante varios minutos, saltan, realizan movimientos acrobáticos y atléticos sobre todo en los pasos a dos donde los desplazamientos de los pies, el movimiento de las manos y la manera de manejar la energía recuerdan el mejor estilo del aikido japonés.

La música del compositor austriaco nacido en Viena en 1797 es una verdadera joya artística. Hace posible que la hora y veinte minutos que dura la pieza sean soportables, logrando que apreciemos un trabajo artístico diferente y nada vulgar y que disfrutemos de su originalidad y exactitud coreográfica.

La interpretación de los cuatro lieder de Schubert corrió a cargo de la soprano Ruth Sandhoff, acompañada de Cristina Marton al piano. La exquisita elección musical ha sido de lo más acertada y esencial para asegurar la notoriedad de la obra, ya que crea una pieza de esencia secreta, provocadora y en gran medida indescifrable.

En cuanto a la escenografía, los dibujos geométricos que la componen dan forma a un escenario que se nos muestra dividido, o partido, y ligeramente inclinado. En él un paralelogramo de color caramelo cuelga por encima del suelo ofreciendo un aspecto excéntrico y distinguido.

El agua, presente como elemento que transmite emociones y sentimientos, aparece en una pequeña piscina donde dos bailarinas desnudas se bañan de espaldas al público. A ellas se une espontáneamente una tercera. Al finalizar el acuático pas de trois se envuelven en grandes toallas, siempre de espaldas y con total naturalidad se retiran.

Esta obra de la intelectualmente contemporánea Sasha Waltz & Guests muestra una mirada mas penetrante y menos visceral de sus otras coreografías. Impromptus desconcierta al espectador acostumbrado a una Waltz más heavy y rompedora, pero, como siempre, conserva la esencia underground que caracteriza su estilo, donde la expresión corporal dramática se asemeja más a un laboratorio de teatro danza experimental que a la danza teatro.

Con Waltz hay que detenerse a escuchar los sonidos y los ruidos, puesto que activa con amplia destreza la necesidad de implicarse más allá de las formas físicas que se suceden en el escenario. Es preciso escuchar lo que ocurre en la obra para comprender, imaginar o tratar de descifrar lo que están comunicando sus intérpretes.

A estas alturas comparar de igual a igual a Sahsa Waltz con la creadora de Tanztheater Wuppertal o colocarla en la misma línea es tan arriesgado y necio como comparar a Pierre Boulez con Debussy.

Sasha Waltz & Guests in ‘Impromptus’. Photo © Sebastian Bolesch

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