Muere el coreógrafo de ballet Alberto Alonso


UN SENTIDO ADIÓS

Una triste noticia  sacudió al mundo de la danza en el Año Nuevo: El maestro y coreógrafo Alberto Alonso, de 90 años,  había sucumbido en la Noche Vieja, a un fatal ataque cardíaco.

Su inesperado deceso, ocurrido en su residencia de Gainesville, estado de Florida, cierra un importante capítulo en la historia de la danza en Cuba.

Escribe  Célida P. Villalón, U.S.A.

Como contribución a su historia, y más que todo, para rendirle tributo, queremos recordar aquí su vida y carrera; un recuento cargado de momentos inolvidables, que dieron comienzo en la década de los años 30, y pasando por distintas e interesantes latitudes del globo terráqueo, terminó de manera inesperada, en una noche en que se preparaba para comenzar un año más de vida.

Después de haber cursado estudios en sus años adolescentes, en Mobile, Alabama, Alberto (a quien llamaremos por su primer nombre, para evitar confusiones con los otros Alonsos), de regreso a La Habana, su lugar de nacimiento, decidió, más por ejercicio que por afición, tomar clases de ballet en la recién fundada escuela  de la benemérita Sociedad Pro-Árte Musical de La Habana, institución de la que su madre, la distinguida pianista y profesora Laura Rayneri de Alonso, era miembro de la directiva (y más tarde sería su presidenta durante 14 años).

El destino parecía  ya haber trazado sus designios, cuando  llegó a La Habana, en viaje de tránsito,  el Coronel Vassily De Basil, imponente figura del mundo de la danza, y director en aquel histórico momento del famoso Ballet Russe de Montecarlo. Alberto  ya llevaba 2 años estudiando danza, y Nicolai Yavorsky, entonces director de la escuela de Pro-Arte, atrajo la atención  del Coronel hacia las magnificas cualidades de su alumno. El resultado fue una invitación para unirse a la compañía en un período de prueba.

Pronto partiría el joven Alonso para Montecarlo, y finalmente, por sus adelantos, le fue ofrecido un contrato permanente con el Ballet Russe. Un año después la compañía se dividiría en dos: una facción conservaría el nombre original, mientras la otra sería llamada Original Ballet Russe de De Basil. Con este último grupo,  Alberto pasaría otros cuatro años más de carrera como bailarín de carácter,   participando en las grandes obras de Fokine, Massine, Nijinska y Balanchine, los legendarios coreógrafos.

Al  estallar en Europa la segunda  guerra mundial, Alberto, ya adulto, y con  una joven  esposa a su lado, la canadiense Patricia Denise Meyers, también bailarina del Original (quien usaba el nombre teatral de Alexandra Denisova), regresó a Cuba. El destino volvió a mostrar su mano:  la escuela de ballet de Pro-Arte  (como era llamada la institución, dentro y fuera de la isla) perdía su director. Nada más lógico que ofrecer al joven bailarín y a su flamante esposa la dirección de la escuela, y aquí cabría repetir el dicho, “lo demás es historia”…. Alberto estuvo al frente de la escuela  entre 1941 y 1959, cuando Cuba  se volvió una dictadura que daría al traste con  las instituciones artísticas  honorables ya establecidas, mientras le daría pábulo a quienes se ajustaran a  sus  equivocados y ambiciosos dictámenes.

Los éxitos de Alberto como director y coreógrafo al frente de la escuela de Pro-Arte, y sus posteriores  triunfos en la TV cubana, logrados mucho antes de 1959,  a pesar de los esfuerzos del nuevo poder, no han podido ser silenciados totalmente. Los que nos tocó en suerte vivir la mejor época de Cuba, además de haber participado  en  momentos gloriosos de su historia danzaria, seguimos dispuestos a recordar y señalar, para generaciones actuales y futuras,  que gracias a la determinación de Alberto, el público cubano conocería  obras coreográficas de Fokine, Massine, Balanchine y Lifar, entre otros grandes coreógrafos. De la misma manera, y con gran orgullo, recordamos las fructíferas etapas de Alberto  como coreógrafo, que  sucedieron  en diferentes períodos. 

Su primera fase creativa fue lograda junto a Pat (como llamábamos a Denisova sus amigos y admiradores),  al producir en Pro-Arte, uno tras otros, ballets clásicos con su coreografía original,  como fueron  entre otros; “Preludios” de Liszt (el primero, en 1942) “Concerto”  de Bach (1943); “El Mensaje”, sin música (1943); “Sinfonía”, sobre Mozart (1942); “Rascacielos”, de Carpenter (1943); “La Hija del General” de Strauss (1944), y varios más de gran importancia para la cultura insular.

Su matrimonio con Denisova duraría 4 años, y pronto Alberto marcharía a EE.UU.,  donde se uniría por corto tiempo al Ballet  Theatre,  para luego viajar a Hollywood,  permaneciendo allí un año, e interviniendo  en el cine. A su regresa  a Cuba, una vez  reintegrado a la dirección de la escuela de Pro-Arte, aparecería otro período exitoso de creatividad,  junto a su segunda esposa, la bailarina cubana Elena del Cueto. Pronto estrenaría  “Sombras”, de Sibelius (1946),  y “Orfeo”, de Glück (1951), con la escuela de Pro-Arte, así como surgiría  un estilo netamente cubano en sus trabajos, logrado a  través de estampas  que darían solidez a la característica autóctona nacional que el coreógrafo deseaba imponer en sus obras. 

Su primer intento coreográfico para lograr un ballet netamente clásico-cubano, tuvo lugar  en mayo de 1947, con  el montaje de “Antes del Alba”,  que llevaba  música original de Hilario González Iñiguez,   decorados del afamado pintor Carlos Henríquez, y vestuario de Andrés. Sin embargo, a pesar de la actuación de los tres Alonsos, Alicia, Fernando y Alberto, y que la coreografía era novedosa, mezclando la danza clásica con movimientos de bailes afro-cubanos,  el libreto, original del español desterrado, Francisco Martínez Allende, dio al traste con la producción, por resultar una historia ridícula, de poca imaginación, e insinuaciones socio-políticas. 



Alberto Alonso en "Príncipe Igor", Borodin, con coreografía de  Fokine (1943, Colección privada de CPV).


El fracaso, no obstante, no mermó los deseos de Alberto de continuar en la búsqueda de una escuela de movimiento totalmente cubana. Los mejores trabajos folclóricos  suyos, que prosiguieron en  la recién inaugurada TV cubana, y en  pistas de cabarets, a partir de 1953, fueron sin duda alguna  “Rapsodia Negra”, de Ernesto Lecuona; “El Güije” y “Quimbisa”, de Orlando Llerena, y “Maleficio”, de Adolfo Guzmán. Hubo también algunas obras clásicas, como “Sinfonía Clásica”  de Prokofieff, y “El Príncipe Igor” de Borodin, entre varias más.  En vena más popular, hay que mencionar “La Engañadora”, el primer cha-cha-chá del compositor Jorrín,  entre  otras, si bien hoy día puede añadirse a esto, como culminación, el éxito de la llamada Escuela Cubana de Ballet.

Entre 1950 y 1953, Alberto dirigió un pequeño grupo que llamaría Ballet Nacional, iniciado con el propósito de promover obras de compositores cubanos, entre ellos Edgardo Martín, y Paul Csonka, a la misma vez que usar como decorados las magníficas pinturas de artistas legendarios como René Portocarrero y Carlos Enriquez.

Ya en la época de la revolución marxista-leninista de Cuba, y en su tercer matrimonio (que duraría 44 años) con la bailarina folclórica cubana, Sonia Calero, la pieza titulada “El Solar”, con arreglos musicales de Tony Taño,  fue llevada a Moscú como revista musical, propiciando su encuentro con Maya Plisetskaya, inolvidable diva de la danza, quien se interesó en que el coreógrafo cubano montara una obra para ella sobre la historia de Carmen, utilizando la  música de Bizet.

Así  nacería “Carmen Suite”, con arreglos de la partitura original a cargo de Rodion Shchedrin, esposo de Plisetskaya. La obra − que según explicaría el propio coreógrafo, el personaje de Carmen significaba libertad −,  fue  estrenada por el Ballet Bolshoi,  en abril 20 de 1967, y recientemente, en noviembre de 2005,  fue escenificada  por Alberto de nuevo, para la actual generación del Ballet Bolshoi,  en  celebración del 80 cumpleaños de Plisetskaya. Es importante hacer resaltar  que Alberto fue el primer coreógrafo extranjero en montar un ballet en el escenario del imponente teatro Bolshoi.

Los últimos años de la vida de Alberto  fueron muy activos, impartiendo clases en el Departamento de Danza de Santa Fé Community College, de Gainesville, donde residía desde 1993, después de obtener el ansiado asilo político en EE.UU. que trataba de conseguir  desde el año 1967.

Un documental sobre su vida, titulado “Dance of my Heart”, patrocinado por el colegio universitario, acaba de ser exhibido en el Festival  Internacional de Cine de Edmonton, Canadá, con expectativas de más presentaciones futuras. Lamentablemente, la cinta, dirigida por Ricardo Acosta,  no retrata con fidelidad y amplitud, una carrera artística de tanto colorido  e intensidad como la del maestro.

En este año que apenas comienza, serán celebrados en Cuba los 60 años de la fundación del Ballet Alicia Alonso (BAA), precursor de la compañía que hoy ostenta el título de Ballet Nacional de Cuba, para la que el maestro también compusiera infinidad de trabajos. Entre los más destacados, recordamos “Un Retablo para Romeo y Julieta”, con música de Berlioz y Henry,  y “Diógenes ante el Tonel”,  con  un collage musical de I. Gálvez. Esta última sería  dedicada a su hija mayor, Victoria, ya ausente con su madre y hermana desde 1962. en el exilio estadounidense.

Los actos del aniversario  tendrán lugar durante el acostumbrado  festival de ballet que se celebra cada dos años en La Habana, durante el otoño. El BAA, que ofreciera su primera función  en octubre 28 de 1948, fue un producto de tres figuras;  Fernando Alonso, que cumplía  como director general,  Alberto Alonso  como director artístico y  coreógrafo, y Alicia Alonso, la primera figura.

No obstante, las festividades que se programan  deben honrar también  a Pro-Arte y a su  escuela de baile, primera de su clase en la isla, que hubiera cumplido  el próximo verano 77 años de existencia, y sería la fuente  de donde brotaron los tres Alonso, igual que otros pioneros de la danza, ya  relegados al olvido.

Igualmente,  ese festival debe dedicar un tributo especial a la memoria de Alberto Alonso, por haber sido el primer bailarín cubano en obtener estatura internacional, y el único coreógrafo de renombre de quien Cuba puede en estos  momentos alardear. Y no de menor  importancia resulta ser el hecho de que es el más humilde  y menos reconocido del afamado trío que ha paseado el apellido Alonso por el mundo de la danza.

Mi gran dolor personal se une en estos tristes momentos al de sus hijos, Victoria Alonso Saccenti, Maria Elena Alonso Sierra, y Alberto Alonso Calero, igual que al de sus nietos, Alberto y Arturo Sierra Alonso, y Alberto Alonso Rodríguez, incluyendo a sus hijos políticos, John Saccenti y Rolando Sierra.

Descanse en la paz del Señor mi querido Alberto.


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Body Ballet ® - Carolina de Pedro
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