Una hora de ensayo con la muerte

Plenitudes y contradicciones de la vida, podríamos subtitular esta reseña. La velada “b27“ de la compañía “Ballett am Rhein“, dirigida por el coreógrafo suizo Martin Schläpfer, abre en el Teatro de la “Opernhaus“ de Düsseldorf con la histórica pieza neoclásica “Duo Concertant“ que George Balanchine creara en 1972 para el Festival Stravinski, organizado ese mismo año por el New York City Ballet (NYCB). Es esta una de esas veladas que impactan al espectador hasta los tuétanos y que lo atrapan desde el primer instante de la función.

Sobre el lado izquierdo del escenario, la pianista Alina Bercu y el violinista Dragos Manza interpretan la música de la obra homónima que Igor Stravinski escribiera en 1932, dedicada al violinista polaco, nacionalizado estadounidense, Samuel Dushkin (1891 – 1976), con quien la estrenó ese mismo año en Berlín.

Los bailarines Ann-Kathrin Adam y Marcos Menha interpretan brillantemente el maravilloso “pas de deux“ con muy buen gusto, íntima naturalidad y sensibilidad. La preparación del ballet, estrictamente fiel a los lineamientos legados por Balanchine, quien fundó el NYCB en 1948, corre a cargo del belga Ben Huys, formado en Amberes y en la School of American Ballet, antes de convertirse en solista del NYCB y conocer a fondo las obras del genial coreógrafo que, nacido en San Petersburgo y emigrado a Estados Unidos, rompió con la tradición clásica rusa. Inolvidable es la rúbrica final de este poético ballet, cuando uno de los potentes reflectores enfoca las manos de la joven pareja, tierna y sinuosamente entrelazadas.

En “Variationen und Partiten“ (estreno mundial), Martin Schläpfer, quien trabajó duramente a lo largo de un año para coreografiarla, dividió la obra en dos partes. La primera dedicada a las “12 variaciones para piano en do mayor del ‘Menuet à la Viganò» del ballet de Jakob Haibel ‘Le nozze disturbate‘ “, de Ludwig van Beethoven (1770 – 1827); y la segunda concentrada en la “Partita número 6“ en mi menor, BWV 830 para teclado, de Johann Sebastian Bach (1685 – 1750).

El coreógrafo suizo prescinde de la orquesta sinfónica y se sirve solo del pianista Denys Proshayev para esta obra muy exigente, sin excepción, para todos los bailarines. Entra en escena, sin música, la bailarina Yuko Kato, notable en su expresión corporal y facial, lirismo puro en sus movimientos que parecen imbuidos por el teatro-danza japonés (Ankoku Butō).

Otro magnífico “pas seule“ es el asumido con brillantez y exactitud por Marlúcia do Amaral. Los dos números fueron coreografiados expresamente por Schläpfer en 2003 para estas primeras bailarinas e intercalados en la pieza. Instantes después Marlúcia do Amaral es zarandeada por un joven con intenciones asesinas, un adelanto ya del difícil papel que le tocará interpretar con la muerte (y de lo que nos aguarda aún) en la siguiente y última obra del programa.

Schläpfer muestra aquí el inagotable caudal de fantasía que posee para crear movimientos sorprendentes y su pasión por abstraer temas a través de la danza moderna, aunque sin ignorar sus fundamentos, la cuna del ballet clásico. Hay mucha acción, mucho dramatismo y dinamismo, pero también mucho romanticismo en este ballet que ahonda en las plenitudes y crasas contradicciones de la vida.

Quizás sea Bach, quien más contribuye a su inspiración, pero también Beethoven lo apoya en la primera parte con una música que inhala los aires del ballet cómico “La boda perturbada“, del compositor austríaco Jakob Haibel (1762 – 1826), que alcanzó gran éxito desde su estreno en 1795 y fue la primera cooperación de éste con la entonces compañía de teatro itinerante de Emanuel Schikaneder (1751 – 1812); sí, el mismísimo libretista de la “Flauta mágica“ de Wolfgang Amadé Mozart (1756 – 1791).

El programa de esta tarde concluye con “Der grüne Tisch“ (“La mesa verde“), el célebre ballet expresionista, antibelicista y premonitorio de Kurt Joos (1901 – 1979), con música de Fritz Cohen (1904 – 1967), estrenado en el Théâtre des Champs Elysées de París en 1932, un año antes del ascenso al poder en Alemania de Adolf Hitler y la barbarie nazi (1933 – 1945).

El coreógrafo subtituló la pieza “una danza macabra en ocho cuadros“. Al año siguiente Joos, quien se negó a desprenderse de los bailarines de origen judío de su compañía, el “Folkwang-Tanztheater Studio“ de la ciudad de Essen (cuenca del Ruhr), pudo huir con su troupe durante una gira por Holanda, 24 horas antes de que la Gestapo pudiera detenerlos y enviarlos a una muerte segura en un campo de concentración y exterminio.

Pacifista y antimilitarista, Joos pudo pasear la obra por 141 ciudades europeas y 207 del continente americano y atravesar seis veces el Atlántico para representarla en un total de 3.000 funciones en varios rincones del planeta. Su conjunto pasó a llamarse entonces “Ballets Joos“. Se exilió en Gran Bretaña, donde fundó una escuela de danza en Dartington, sur de Inglaterra, y creó varias coreografías, entre ellas “Juventud“ para el Ballet Nacional de Chile.

Mundialmente famoso ya, Joos regresó a Essen en 1949 para crear el Folkwang-Tanztheater de esa ciudad, convertir la sección de danza de la “Folkwang Schule“ (“Escuela Folkwang“ de Bellas Artes) en una institución pedagógica internacionalmente señera en ese género artístico, realizar varias giras y montar coreografías e incluso trabajar como maestro de ballet en la Deutsche Oper am Rhein de Düsseldorf (1954 – 1956).

La “danza macabra en ocho cuadros“ de una hora de duración se va desarrollando así: 1. “Die schwarzen Herren“ (“Los señores de negro“), instigadores, maquinadores de intrigas y conspiradores de la historia mundial que pueden encontrarse en la política, las altas finanzas y la gran industria, discuten ante una mesa verde hasta que sus controversias se convierten en altercados, desenfundan sus pistolas y estalla la guerra (comienza la danza macabra) ; 2. “Der Abschied“ (“La despedida“); 3. “Die Schlacht“ (“La batalla“); 4. “Die Vertriebenen“ (“Los desplazados“); 5. “Die Partisanin“ (“La partisana“); 6. “Die Schenke“ (“La tasca“); 7. “Der Totenmarsch“ (“La marcha fúnebre“); y 8. “Die schwarzen Herren“ (“Los señores de negro“), únicos beneficiarios de la guerra, comienzan de nuevo la discusión ante la mesa verde.

La pieza, un clásico moderno del teatro-danza alemán (brillantes Marlúcia do Amaral, la joven, Chidozie Nzerem, éste encarnando a la muerte, y Yuko Kato, en el papel de la anciana madre) apela a certeras imágenes y metáforas para denunciar los manejos económicos y el fascismo de entonces, pero con una vigencia tan universal que no deja de ser una constante admonición ante los cantos de sirena populistas, el neonazismo y la ultraderecha que proliferan de nuevo en el siglo XXI y que confrontan otra vez a la Humanidad con el peligro de una guerra mundial.

Düsseldorf 18/03/2016.

Teatro “Opernhaus Düsseldorf“. Compañía “Ballett am Rhein“. Director Martin Schläpfer.

“Duo Concertant“, de George Balanchine (1904 – 1983), con música (“Duo concertante para violín y piano“) de Igor Stravinski (1882 – 1971). Iluminación Volker Weinhart. Preparación Ben Huys. Violín Dragos Manza. Piano Alina Bercu.

“Variationen und Partiten“ (estreno mundial), de Martin Schläpfer, con música (“12 variaciones para piano en do mayor sobre el ‘Menuett à la Viganò’ del ballet de Jakob Haibel’Le nozze disturbate’ “, WoO 68) de Ludwig van Beethoven ( 1770 – 1827) y (“Partita“ Nro. 6 en mi menor BWV 830 para teclado) de Johann Sebastian Bach (1685 – 1750). Escenografía Thomas Ziegler. Vestuario Nelly van de Velden. Iluminación Volker Weinhart. Piano Denys Proshayev.

“Der grüne Tisch“, libreto y coreografía de Kurt Joos (1901 – 1979), con música de Fritz Cohen (1904 – 1967). Vestuario Hein Heckroth. Diseño de iluminación y máscaras Hermann Markard. Iluminación Jan Hofstra. Preparación y dirección de producción artística Jeanette Vondersaar. Piano Christian Grifa, Wolfgang Wiechert.

100% del aforo.