DANCE OF MY HEART. Danza de mi Corazón
The Life and Career of Alberto Alonso (La Vida y Carrera de Alberto Alonso).
A los 90 años de edad, Alberto Alonso, maestro de ballet y coreógrafo cubano, ha sido honrado con un documental sobre su carrera profesional.
Lamentablemente para detrimento del esperado proyecto, muchos factores han contribuido a que el resultado sea decepcionante. En sus comienzos, bajo la dirección de Steve Robitaille, catedrático de inglés de la facultad de SFCC, y Daphney Stacey como productora – quien se mantendría en dicha posición hasta el final – la cinta biográfica se titularía “Dancing in Freedom’s Shoes” (Bailando en zapatos de libertad). No obstante, si bien el concepto cambió y la producción definitiva ahora se titula “Dance of my Heart: The Life and Career of Alberto Alonso”, todavía incluye material destinado a la versión original.
Según la película se desarrolla, es evidente que el producto definitivo podría llamarse ahora “Una Historia de Amor”, porque no solamente el tema de la libertad (un asunto muy importante para los que han vivido bajo la opresión) es prácticamente ignorado en el desarrollo de la historia, sino que muchos de los logros de Alberto en su vida personal y en su carrera, han sido sorpresivamente omitidos, sin duda con su aprobación.
Ricardo Acosta, el nuevo director, quien en 2006 tomó bajo su mando el desarrollo de la cinta fílmica, es un emigrado afro-cubano, residente en Toronto, Canadá, desde 1993. Las credenciales sobre su carrera que aparecen en el Internet, son amplias: Editor de películas; trabajó en Cuba como presidente de la Asociación de Jóvenes Cineastas Cubanos, y fue director de un Festival de Cine Cubano alternativo. Para “Dance of my Heart”, Acosta no solo asumió la tarea de editar la cinta, sino la dirección, así como escritor del guión. El documental fue estrenado en septiembre 7 y 8 pasado, en el Auditorium de SFCC, en lo que pudiera llamarse un acontecimiento digno de la “alfombra roja”. Días más tarde, en septiembre 25, fue exhibido en el Festival de Cine Internacional de Edmonton, Canadá. Se planean otras exhibiciones, pero ninguna, hasta el presente, aparece aún programada.
El nuevo enfoque de la cinta manifiesta, a todas luces, la promoción deseada por el Departamento de Danza de SFCC, que coincide con la construcción de una Sala de Arte en el campo universitario. Alberto aparece en la pantalla varias veces enseñando clases, y lo que pudiera llamarse “intríngulis de la profesión”, a un grupo de alumnos adultos que no parecen tener ni la menor idea de quien era Michel Fokine. Sonia Calero, tercera y actual esposa de Alberto, aparece repetidamente en el film, y en esta primera escena incita a su esposo a tocar ritmos afro-cubanos en la tumbadora, con lo que ella comienza a mover las caderas, para enseñar pasos de salsa a un estudiante. Si la constante repetición de las clases de ballet, y esta corta muestra de salsa, fueron hechas con intención de atraer más alumnos al colegio universitario, el esfuerzo resulta contra-productivo, porque después de ver unas cuantas escenas, se vuelven aburridas por carecer de interés para el gran público.
Según la cinta continúa, Alberto, hablando tanto en ingles como en español, narra lo que se supone sea la historia de su vida y carrera, que comenzaría como estudiante de la Escuela de Ballet de Pro-Arte Musical, en La Habana, hasta su partida en 1935, para unirse al famoso Ballet Russe de Montecarlo, y posteriormente, al Original Ballet Russe del Cor. De Basil. No obstante, el coreógrafo no ofrece ningún dato importante sobre qué significó para él, durante los años del Ballet Russe, tener contacto cercano con dos de los más notables coreógrafos del Siglo XX, Michel Fokine y Leonide Massine, o cuan extraordinario resultaría para su carrera, ser el intérprete original de alguno de los roles de las obras maestras producidas en esa era.
Por otra parte, hay un gran espacio de tiempo de su vida que Alberto deja vacío, después de sus experiencias con BR y con OBR, cuando quedándose corto al hablar de su prolífica carrera, no menciona el regreso a su patria en 1941, acompañado de su primera esposa Alexandra Denisova (nee Patricia Denise Meyers), destacada bailarina canadiense, quien adoptó este nombre profesional, como era la costumbre durante la época de la prominencia de los bailarines rusos.
Lamentablemente, el tiempo que Alberto ejerció como director de la Escuela de Ballet de Pro-Arte (1941-1959), queda también excluido, igual que todos los ballets clásicos que compuso para la Escuela. La introducción a los bailes estilizados afro-cubanos durante el comienzo de la televisión, que mostraron a Elena del Cueto, su segunda esposa, en los papeles principales en la pantalla pequeña — en shows como “Cabaret Regalías”, y “Casino de la Alegría” –, fueron también ignorados. Indudablemente, si Acosta, como autor del guión, hubiera provisto a Alberto de un guión propio, en vez de permitirle ad lib, sus comentarios hubieran sonado más fluidos y apasionantes, y hasta hubieran ayudado a incitar su memoria.
La conversación telefónica entre Alberto, en Estados Unidos, y su hermano mayor Fernando (quien pronto cumplirá 93) en Cuba, muestra que este último es muy elocuente y de mente ágil, cuando ambos recuerdan “Fancy Free”, un ballet que Alberto bailó pocos meses después de su exitoso estreno en Nueva York, durante su corto contrato con Ballet Theatre, en el otoño de 1944. En esa obra de Jerome Robbins, con música de Leonard Bernstein, que será aplaudida eternamente, Alberto, como el marinero latino, bailó la variación inspirada en el popular danzón cubano “Almendra”. Fernando no solamente recuerda la música, sino también el estribillo. No obstante, aquí cabe una pregunta: ¿Por qué estos dos hermanos, cuyo idioma original es el español, hablan entre ellos en inglés?
Los recuerdos personales de Maya Plisetskaya — magníficos momentos del documental, no hay duda –, revelan cómo se sintió intrigada por el trabajo de Alberto, cuando vio en Moscú una de sus más aplaudidas viñetas de folklore afro-cubano, “El Solar”, convertido en un musical al comienzo de la década de los años 60, con Calero dominando con pericia la escoba que llevaba como pareja.
Dicha obra animó a Plisetskaya a acercarse al coreógrafo, y pedir que creara especialmente para ella una nueva Carmen, la rebelde máxima. Rodion Shchedrin, esposo de la gran bailarina, responsable por el arregló de la partitura de Bizet, también aparece en la filmación para ofrecer sus recuerdos del momento; como también lo hace Azari Plisetski (hermano de Plisetskaya), uno de los primeros Don Josés en el montaje del Ballet Nacional de Cuba, quien en un español comprensible, menciona el mensaje de libertad que el ballet intentaba transmitir al público.
El viaje de Alberto a Moscú, en noviember de 2005, para montar “Carmen Suite” a la nueva generación de bailarines del Bolshoi (con Svetlana Zakharova en el role titular), invitado por Plisetskaya para celebrar su 80 cumpleaños, es el punto central de la segunda parte del film, como bien debe ser. La presencia de la gran diva de la danza en la pantalla, es realmente hechizante, según su actuación en “Carmen Suite” es desarrollada en contraposición a la de Zakharova. La divina Maya aparece en el escenario del Bolshoi, junto a la compañía y al coreógrafo al final de la función, para recibir la estruendosa ovación que el público le tributa una vez más.
Sin embargo, hay una escena casi al final de la cinta que pudiéramos llamar fuera de lugar, cuando Calero, ya en una edad no apta para bailar en la escena, aparece sobre un pequeño escenario con poca luz, iluminada solamente por un reflector rojizo, vestida de negro, con zapatos de tacón, y una larga apertura en la saya que le deja enseñar las piernas, tratando de evocar la personalidad seductora y rebelde de la eterna cigarrera de Merrimée. Un momento que disminuye los propios méritos y juicios de Alberto, y le resta importancia a la cinta.
El resultado poco satisfactorio de este ambicioso proyecto, una aventura mal dirigida, pudiera muy bien recaer sobre el director Acosta, por guiar a Alberto a través de un camino corto y estrecho, que lo obligó a tirar por la borda mucho de los logros obtenidos en su extraordinaria carrera, igual que a las personas que compartieron esos triunfos a su lado.
Finalmente, como miembro de la familia Alonso, siento gran pesar al contemplar el hecho de que solamente un hijo (quien huyó hacia los Estados Unidos a bordo de una balsa, en 1992, y, a propósito, ha sido el único en el film, además de Plisetski, en hablar de libertad), y un nieto, aparezcan en el documental. Es justo consignar aquí que Alberto tiene también dos hijas (que solicitaron y obtuvieron asilo en los EE.UU. con su madre, en 1962) así como dos nietos más, y tan lamentable descuido puede dividir aún más una familia irreparablemente distanciada en el presente. El legado de Alberto Alonso hubiera estado mejor servido para los balletómanos, y más importante si se quiere, para los que lo han amado y respetado, si el documental se hubiera mantenido fiel a la historia.
©2007 Danza Ballet