Brenda Arias. La defensora del ballet clásico

Brenda Arias. La defensora del ballet clásico | Danza Ballet 
Brenda Arias. La defensora del ballet clásico | Danza Ballet 

Ha dedicado su vida a aprender la metodología de enseñar ballet clásico a más de cinco generaciones de niñas chiricanas.

¿Qué niña chiricana no soñó con tomar clases de ballet clásico con Brenda Arias? Quienes no recibieron sus clases han escuchado su nombre. Ella es una de las gestoras del arte en la provincia de Chiriquí.

La maestra de danza nos recibe en su academia. La buena vibra contagia de inmediato. En las paredes rosadas del local habitan decenas de cuadros de las presentaciones artísticas de sus estudiantes. Las imágenes reflejan el esfuerzo de múltiples ensayos y trabajo arduo.

ESTILO DE VIDA

Hay una foto en blanco y negro que llama la atención. Resume un gran momento: cuando bailó con Armando Villamil. La maestra de ballet define su profesión como su “estilo de vida”, “un sacerdocio”, “una pasión”. Da un consejo: el que quiera dedicarse a esta carrera, debe dar el 100%. “No tiene horario, se ensaya sábados, días feriados”, sentencia.

Sus pinitos los dio a los nueve años de edad, cuando vivió en la capital. Tras mudarse a la provincia de Chiriquí, conoció al profesor de ballet Armando Villamil, quien había abierto su academia en esta provincia. Un día fue a buscar a sus dos hermanas, quienes eran estudiantes de Villamil. El profesor la mira y le dice, “¿y usted quién es?”… “Yo soy la hermana de Rosario y Aminta y las vengo a buscar”.

La invitó a que asistiera a sus clases. Con el tiempo, se convirtió en la asistente de ballet y ayudaba al profesor con las niñas más pequeñas hasta que se graduó del colegio. Arias recuerda que en esa época no habían universidades en Chiriquí, solo una extensión universitaria. Villamil le aconsejó que estudiara ballet. Su familia le decía que esa carrera no tenía futuro. “Desempeñarte como bailarina, como cualquier profesión de arte… es muy mal pagada”.

SU DESTINO ERA RUSIA

Brenda Arias y Armando Villamil hicieron las gestiones a través de un pariente de ella, que estaba casado con la gran bailarina británica del siglo XX Margot Fonteyn. Aprovecharon la visita de Margot a Panamá para una audición y esta le consiguió una beca para estudiar en el Royal Ballet de Londres. Allá estuvo por dos años, pero por asuntos personales tuvo que regresar a Panamá.

Sabía que tenía talento, así que abrió una academia de danza en Chiriquí. Pero, quería aprender a enseñar con propiedad. Mientras impartía clases, gestionó con el profesor de música Jaime Ingram, director del Instituto de Arte y Cultura (Inac) –recién creado–, una beca al exterior. “A él y Armando Villamil les debo mucho”, dice. Era la década de 1970 y el profesor Ingram tenía conexiones con la ministra de Cultura de la Unión Soviética, que en conjunto con el Inac le dieron una beca a Rusia. Y llegó el día. Brenda Arias tenía 26 años, estaba soltera y lista para embarcarse en la aventura.

“No sabía hablar ruso…. pero cuando quieres algo tu lo consigues…”. Sin saber exactamente a qué escuela iba, tomó un avión a Rusia con un libro para aprender el idioma. Cuando llegó la enviaron en un tren, que la dejó nada más y nada menos que en la Academia Vagánova de Ballet, la escuela fundada por la bailarina Agrippina Vagánova.

La maestra chiricana consideraba que cualquier escuela de ballet en Rusia debía ser buena, “pero nunca jamás imaginé que iba a ir a la academia Vagánova”. Una vez instalada, el director de la academia exclamó: “¿Usted sabe en dónde está? … aquí se graduó Mijaíll Baryshnikov, Rudolf Nuréyev, Natalia Marákova…” El esfuerzo valdría la pena, para impartir en su tierra la metodología rusa Vagánova. Vagánova es un método estricto de dar las clases,   porque exige a los maestros una demanda rigurosa en la absoluta y correcta ejecución de la tarea creada para el profesor.  Tras tres años de una nueva cultura, idioma, clima, cursos intensivos de pedagogía de danza especializada en ballet clásico, regresó a Panamá, lista para poner en práctica sus conocimientos.

Ya van cuatro generaciones de estudiantes chiricanos que han pasado por su academia.

LO DIFÍCIL

La instructora afirma que a la hora de la clase las correcciones y la constancia es lo más difícil. “Las niñas lo ven como regaño”, exclama. Sin embargo, la disciplina es un factor determinante para la actividad.

“Se les enseña que aquí no se pierde el tiempo, que tienen que ser puntuales”. Dice, además, que la apariencia física es otro aspecto primordial para el ballet. En ocasiones ha pensado en poner una pausa y tomar un descanso, ya que además de enseñar danza, debe montar los bailes, tomar seminarios, elegir la música, preparar las presentaciones, los lugares y administrar la academia. “A veces digo ya no más… pero desde que escucho la música clásica y las veo bailar se me olvida todo”. Su mayor satisfacción es mantener esa escuela por 43 años. Considera que su más grande aporte a la sociedad ha sido [y continúa siendo] la apertura de ese espacio para que las niñas “conozcan un mundo diferente”.

AL RESCATE

La experta en ballet percibe que el amor por la danza va en aumento. Lo que sucede es que en el camino las estudiantes se encuentran con otros intereses y deciden dejar la carrera. Son pocas las que se quedan.

Arias defiende el ballet clásico a capa y espada, a pesar de las nuevas tendencias de danza y música. Para la función de fin de año se asegura de tener el ballet clásico como base. De allí construye diferentes ritmos, como tap, árabe, danza moderna, entre otros. “Hacemos una parte mezclada para experimentar diversos tipos de danza sin dejar lo clásico”, dice. Se opone a cambiar los conocimientos que adquirió en Rusia. “¿Para qué voy a cambiar a otra metodología, si la rusa per se sigue dando buenos resultados”, argumenta.

OBSTÁCULOS

Mientras nos enseña su salón de ballet de 120 metros cuadrados, explica que es una profesión costosa, para ella y sus estudiantes.

El salón debe contar con acondicionador de aire, piso de madera con resonancia sobre vigas de madera, para que las estudiantes no reboten. “Si pones madera sobre cemento las niñas se van a lastimar las rodillas, los tobillos y la cadera, más que todo por el trabajo con las puntas y saltos”, advierte. Además, hay que tener un equipo de sonido, televisión y grabación. Aunque afirma que ahora con la tecnología y el internet pueden ver los diversos videos de ballet clásico, como La Muñeca o Pas de Trois en El Cascanueces, así como las nuevas tendencias.

Los estudiantes son responsables de pagar los vestidos de las funciones de fin de año, además de las clases e indumentaria para las prácticas. Esta es una de las razones por las que no es muy partícipe de las competencias internacionales. La pedagoga indica que en la provincia no hay escenarios adecuados para las presentaciones artísticas. Arias lamenta que no se cuente con suficiente presupuesto para apoyar el arte, en especial el ballet.

LOGROS

Sus estudiantes han participado en escenarios dentro y fuera de la provincia. Algunas en eventos como la Teletón 20-30, entre otras presentaciones en el territorio nacional. La más reciente fue el verano pasado cuando cinco estudiantes de entre 13 y 15 años, asistieron como oyentes a las clases del Ballet Nacional y fueron elegidas para la puesta en escena de Don Quijote en Musicalion.

Perfil
Nació en la provincia de Chiriquí, el 21 de diciembre  de 1946. Está casada y tiene un hijo.
Egresada de la Escuela República de Chile de la ciudad de Panamá y el Colegio Nuestra Señora de los Ángeles en Chiriquí. Asistió al Royal Ballet de Londres.
Recibió su título de pedagoga de danza especializada en ballet clásico en la Academia Vagánova de Ballet en Rusia. Fuente Profesora Brenda Arias. Foto LA PRENSA/Thalia Morales.

Brenda Arias. La defensora del ballet clásico | Danza Ballet
Profesora Brenda Arias. Foto LA PRENSA/Thalia Morales.

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