George Balanchine (1904-1983) uno de los titanes culturales del siglo XX junto a Picasso, Stravinsky y Joyce, ha sido y es considerado como uno de los más famosos coreógrafos de la historia del ballet.
Su inmenso patrimonio coreográfico asombra por su contrastante diversidad y variedad de estilos, formas y géneros.
Por Patricia Aulestia
Su estilo neoclásico es el más reconocido de todos ellos y en él logra plasmar el rigor de la escuela clásica tradicional con su inspirado genio que permite que esa misma danza sea a la vez y sin duda alguna ballet contemporáneo.
Georgi Melitonovitch Balanchivadze nació en San Petersburgo. Se formó desde 1914 en la más pura tradición del ballet en la Imperial Theater School en la cual se graduó con honores en 1921. Adquirió firmes conocimientos musicales en el Petrograd Conservatory of Music donde estudió piano, contrapunto, teoría y composición musical, lo cual le permitió en el futuro, reducir las partituras orquestales al piano e interpretarlas con gran profundidad en independientes estructuras de danza pura.
Se inició tempranamente en el arte coreográfico. Su primera coreografía fue «La Nuit» (1920). Ya para 1923, sus coreografías fueron criticadas como de «avant-garde «cuando las presentó en la temporada del Young Ballet, un grupo de cámara que formó con sus compañeros. En 1924 el gobierno revolucionario le permitió realizar una gira por Europa con Tamara Geva, Alexandra Danilova y Nicholas Efinov. En Londres se integraron a los célebres Ballets Russes de Serge Diaghilev. Balanchine como coreógrafo principal se destacó de inmediato por su oficio de coreautor, creó alrededor de once ballets «L’Enfant et les Sortileges» (1925) y el «Prodigal Son» (1929) entre otros.
A la muerte de Diaghilev comenzó a incursionar con gran éxito en el cine y en los Cochran Revues. Fue invitado a montar obras en el Royal Danish Ballet y en los Ballets Russes de Monte Carlo. Para esta compañía produjo piezas sorprendentes como «Cotillon», «La Concurrerce» y «Le Bourgeois Gentilhomme».
Llegar a América
Con Boris Kochno, el último secretario privado de Diaghilev y el respaldo económico de Edward James fundó Los Ballets 1933 para los que compuso seis ballets, entre ellos «Le Chatte» (1927) y «The Sevent Deadly Sins» (1933). Fue en esa temporada cuando conoció a Lincoln Kirstein (1907-1996), quien al desbandarse la compañía, lo invitó a trabajar a los Estados Unidos. Balanchine tenía 29 años. Al radicarse en suelo norteamericano no sólo consolidó el sueño de Kirstein de crear una compañía y una escuela de ballet en América comparable con las mejores de Europa sino que su carrera encontró el medio propicio para inmortalizarse.
Al establecer junto con Kirstein, la School of American Ballet (1934) y el New York City Ballet (NYCB) en 1948 generó una labor didáctica y creativa personalísima por la cual hoy se lo venera como «el padre del ballet estadounidense». Formó bailarines cuyas figuras estilizadas pudieran dominar una técnica y estilo identificados como «Balanchinianos». Aunque se decía ser más bien un gran artesano, reiteraba: «Dios crea… yo armo». Así con este capital humano experimentó incansablemente hasta depurar un lenguaje coreográfico que en lo poético pudiese equiparse con las más sublimes partituras musicales. Integró varias generaciones de bailarines representativos de múltiples etnias que le permitieron revolucionar al ballet como un espectáculo único en el cual la danza era lo principal: «la estrella».
Balanchine amó a los Estados Unidos. Confesaba: «Me gustan los ‘westerns’, los ‘ice creams’, cómo sueña y cómo huele la vida aquí» y por ello su danza revela un inconfundible sello estadounidense que se caracteriza por la brillantez, la vitalidad, el optimismo, la energía y la velocidad.
Cuestión de estilo
Mr. B, –como le decían sus bailarines con respeto y familiaridad– exigía mucho a sus intérpretes. «No quiero gente que quiera bailar, quiero gente que necesite bailar». Su estilo neoclásico demandaba musicalidad, limpieza, virtuosismo en su ejecución, una gran rapidez y extrema precisión. El dominio de la línea en que el cuerpo del bailarín alcanzaba increíbles diseños geométricos, curvas complejas en las que las caderas se proyectaban hacia todas las direcciones, extensiones altísimas, uniones cuidadosas entre flexiones y puntas, entre frase y frase, con giros y saltos en velocidades inusuales y sin preparaciones previas. Siempre predominó la calidad especial de cada movimiento.
Balanchine fue maestro y coreógrafo principal del NYCB hasta el día de su muerte en 1983. Allí se formaron los bailarines que hoy forman parte de la historia del ballet americano como Peter Martins, María Tallchief, Violette Verdy, Heigi Tomasson, Suzanne Farell, Arthur Mitchell, Edward Villela, Suki Schorer, Christopher Wheeldon, entre muchos otros. Algunos de ellos volvieron como docentes a la escuela creada por el maestro. Otros, dirigen compañías reconocidas dentro de los Estados Unidos, las cuales mantienen, a pie juntillas, el «estilo Balanchine».
Su gran afinidad y su amistad con Igor Stravinsky propiciaron la creación de coreografías como «Le Chant du Rossignol» (1925); «Apollon Musagete» (1928, revisada como «Apollo», 1957); «Agon» (1957); «Stravinsky Violín Concerto » (1972) y su último ballet, «Variations for Orchestra» (1982). Su colaboración llegó hasta puestas en escena popularísimas como la del famoso «Ballet of the Elephants» para el Ringling Brothers y Barnum&Bailey Circus.
En los años ’60, Mr. B. logró que el ballet fuera tan popular en los Estados Unidos como los partidos de béisbol, reunió alrededor de 300.000 espectadores en una temporada con programas diferentes. Sus públicos conocieron a través de algunos de sus ballets con argumento las obras del coreógrafo del siglo XIX Marius Petipa, como el navideño «The Nutcraker» (1954, revisada en 1964) y el poderoso «Don Quixote» (1965). Aplaudieron lo más representativo de su quehacer coreográfico en «The Four Temperaments» (1946) y «Jewels» (1967). Balanchine fue coreógrafo en el cine, la opera, la opereta, el teatro, las revistas, los musicales y la televisión. Dirigió innumerables festivales. Su más conocida puesta coreográfica en Broadway fue la famosa secuencia del ballet dramático «Slauter on Tenth Avenue» en la revista musical «On Your Toes» (1936), que también llegó al cine. Su aporte a «The Boys from Syracuse» (1938) permite la incorporación del ballet como un elemento permanente del musical.
La herencia del maestro no se ha evaporado a través del tiempo. Actualmente existen importantes referencias sobre su estilo y técnica. The George Balanchine Foundation ha trabajado durante largos años para editar un catálogo completo de sus trabajos coreográficos. Produjo a su vez, «The Balanchine Essays», más de nueve horas de video en los que se discute su técnica y el alto nivel que deben dominar sus bailarines. Así como un archivo de videos en los cuales, a través de dos colecciones, «Archive of Lost Choreography» y el «Interpreters Archives», queda atesorado el invaluable legado de Mr. Balanchine.
Balanchine y sus obras
Creó más de 425 obras:
«Serenade» (1934)
«Ballet Imperial» (1941)
«Concerto Barroco (1941)
«La Sonámbula» ( 1946)
«Symphony in C» (1947) estrenada como «Le Palais de Cristal»
«Theme and Variations» (1947)
«Orpheus» (1948)
«Firebird» (1949)
«La Valse» (1951)
«Western Syhmphony» (1954)
«Stars and Stripes» (1958)
«Tchaikovsky Pas de Deux» (1960)
«A Midsummer Night»s Dream» (1962)
«Bugaku» (1963)
«Who Cares» (1970)
«Symphony in Tree Movements» (1972)
«Viena Waltzes» (1977)
«Ballo della Regina» (1978)
«Mozartina» (1981)
Fuente Danza Hoy © 2003.