Un recordatorio final.
Han transcurrido 16 días de la muerte de Fernando Alonso Rayneri (1914-2013), respetado maitre de ballet y hacedor de varias generaciones de bailarines cubanos; mientras le daba vueltas en mi cabeza a la idea de escribir algún tardío comentario sobre su inesperada muerte.
La llamo inesperada porque pese a sus años, los sentimientos que siempre despierta un fallecimiento, hacen de la muerte un sorpresivo visitante. Por otra parte, los lazos familiares que nos unían, se distanciaron por la separación física que nos desunía, pero mayormente nuestra distancia mayor fue causada por nuestras ideas políticas, totalmente distintas, que motivaron una casi total disociación de nuestras relaciones. Es por ello que he tenido que poner mis ideas en orden, calmar mis sentimientos encontrados, y decidirme a escribir unas líneas de despedida, como él se merece.
Su muerte me ha afectado más de lo que yo esperaba. Partí de mi país natal en 1959, para nunca más regresar, porque me niego a hacerlo. No estoy preparada emocionalmente para comprobar la destrucción no solo de la infraestructura del país, sino del cubano en sí. Los compatriotas que he encontrado durante mis largos años de ausencia de mi patria, hablan un idioma distinto al mío.
Pero vuelvo al tema que hoy me ocupa: testimoniar mi respeto a mi primo Fernando Alonso, porque aunque su muerte no me ha causado sollozos, si ha traído lágrimas a mis ojos en más de una ocasión, recordando infinidad de instancias de la vida agradable que disfrutamos, cuando los 7 primos Alonso residíamos en casas adjuntas de la calle Calzada, en el barrio de El Vedado.
Después de los múltiples artículos deferenciales sobre él, aparecidos en diarios en español y en inglés, pero mayormente en el Internet, no queda mucho más que añadir de su carrera como “hacedor” de la Escuela Cubana de Ballet, como es reconocida hoy día en el mundo de la danza clásica en Cuba y fuera de ella. Hacedor resulta un concepto muy adecuado y verdadero cuando se hace referencia al trabajo exitoso que ha logrado, porque sí, no hay duda, él fue el responsable, por su dedicación y sabiduría de la danza clásica, a que la escuela cubana haya producido y continúe produciendo, sobre todo en materia de buenos bailarines masculinos en la escuela cubana. No obstante, han surgido en mi mente algunas preguntas que me atreveré a exponer, por más que ya difícilmente encuentren contestación.
Aquí van las más importante para mí: ¿Fueron reconocidos el talento y dedicación de Fernando dentro de la isla, como él se merecía, o los que tenían opinión, esperaron a que él muriera para hacerle tributos tardíos? ¿Se conoce de verdad la dedicación de Fernando para lograr que Alicia Alonso, su esposa desde 1938 a 1974, “puliera” su role favorito, “Giselle”, que la colocara en un altar y haya tejido una leyendo que se puede llamar un mito?
Recuerdo a Fernando, en la década de los años 40, cuando llegaba al salón de la escuela de baile de la Sociedad Pro-Arte Musical de la Habana (entidad en la cual colaboré durante 18 años, como parte de su personal administrativo), día a día, durante los meses de verano que la pareja pasaba de vacaciones en La Habana, para ensayar a la Assoluta en su role favorito. Las correcciones de Fernando no se limitaban a los pasos; el movimiento de los brazos, las manos, y hasta los dedos, eran motivo de recomendaciones constantes, en clases y ensayos que se extendían durante toda la mañana.
El periodista cubano Ismael Cala, entrevistó a la Assoluta en CñN en español, en julio del 2011, con preguntas sobre qué influencia tuvo Fernando en su formación de bailarina. El periodista lanzó ésta a Alicia, en tono casi inquisitivo: “¿Qué influencia tuvo Fernando en su formación?”. La tajante respuesta de la Assoluta no se hizo esperar: “No….fui yo en la de él”…..
La Assoluta siguió elaborando sobre las preguntas que siguieron de esta manera: “Él no sabía tanto de ballet como yo…(él) lo aprendió mucho más tarde…el ballet. Ya él era un hombre cuando empezó a estudiar ballet….un joven, y yo lo aprendí desde niña. Él aprendió a ser maestro y le gustaba enseñar. Yo siempre he dicho que él ha sido un gran profesor y ha sido mi maestro, mientras estábamos casados. …Él es un buen profesor, pero no es mi maestro”. Aquí el entrevistador Cala tercia: “O sea, que usted lo decía mientras…” El periodista espera por la respuesta. ”Estábamos casados”, aclara puntillosamente Alicia.
Cuando el matrimonio se disolvió en 1974, Fernando se trasladó a Camagüey. Un “exilio” voluntario opinaban los balletómanos en el extranjero. Su estancia en la capital camagüeyana, no obstante, dio grandes frutos. Allí su excelente trabajo como maestro, logró crear una compañía que se profesionalizó y realiza giras artísticas al extranjero con gran éxito. Como la Assoluta — que parece tener desde hace años, el dominio absoluto de todo lo que sucede en materia de danza clásica en la isla — no ha puesto ni pone sus manos sobre la compañía ni la escuela de ballet camagüeyana, muy poco se sabe sobre la existencia o actividades de esa conjunto fuera de Cuba.
Como nota interesante sobre los funerales, me informan amigos desde Cuba, que tanto los alumnos de la escuela camagüeyana, como miembros del Ballet de Camagüey, llegaron a la Sala Avellaneda, del teatro Nacional, en la Plaza de la Revolución, donde el cadáver estaba expuesto, en una guagua (o bus) a las 6 de la mañana del día del entierro, para hacer guardia junto al cadáver hasta la hora de partir al Cementerio de Colón, donde se le daría sepultura.
Me informan también desde allá, que Alicia no asistió ni a la velada nocturna del sábado, como tampoco fue al Cementerio al día siguiente, pero me aclaran que la Alonso nunca asiste a funerales por razones privadas.
Menia Martínez, antiguo miembro del Ballet Nacional, y fiel amiga del maestro Alonso, se personó en todos los actos finales en honor a su maestro. En el Cementerio leyó una sentida nota enviada por Aurora Bosch y Loipa Araújo, ambas ausentes en el extranjero, en nombre de las “Cuatro joyas” (que incluían a las ya fallecidas Josefina Méndez y Mirta Plá). Y del Ballet Nacional, solo dos figuras muy relevantes hicieron guardia: Viengsay Valdés y Yanela Piñeira. De los otros solistas o principales que pueden haber asistido, no he recibido información para incluir sus nombres aquí. Hubo también un coro, que interpretó música como tributo al maestro.
¿Volvió Fernando a ser invitado en sus últimos años, a impartir clases maestras en la llamada Escuela Cubana de Ballet en La Habana, institución creada por él? Hay que recordar que la actual directora de la Escuela, Ramona de Sáa, fue uno de los primeros productos de Fernando, en la Academia de Ballet Alicia Alonso, fundada por el maestro en septiembre de 1950, anexa al recién formado Ballet Alicia Alonso (1948).
Para terminar, tengo que recalcar que si en Cuba Fernando no recibió en vida todo el reconocimiento que merecía, en 2008 le fue entregado el premio “Benois de la danse”, por sus méritos pedagogos en la enseñanza del ballet. Este galardón bienal lo patrocina el Bolshoi de Moscú, y se concede a personajes significativos del mundo de la danza, según el fallo de un tribunal de decanos. Aquí cabe decir que el premio como bailarín, ese año, lo ganó el cubano Carlos Acosta. El Benois es para el mundo del ballet, lo que significa el “Oscar” para la industria cinematográfica estadounidense.
Por mi parte y pese a las dos causas que nos mantuvieron apartados, no puedo dejar de recordarlo con cariño, dedicarle una oración y depositar en ausencia, una rosa simbólica sobre su tumba.