Richard Wagner (Leipzig/entonces reino de Sajonia 1813 – Venecia/Italia 1883) ha logrado dividir al mundo de la ópera en fanáticos pro y antiwagnerianos. Pero con Daniel Barenboim, al frente de la Staatskapelle Berlin, hasta los más acérrimos enemigos del romántico compositor alemán quedan contagiados de su arte.
«La Valquiria», de la tetralogía «El anillo del Nibelungo», con dirección escénica del belga Guy Cassiers, coproducción entre la Staatsoper Unter den Linden y el Teatro alla Scala di Milano, se presenta en esta soleada tarde del viernes 22 de abril sobre el escenario del Schiller-Theater, repleto de público y con entradas agotadas desde hace meses.
Los fanáticos de Wagner probablemente ocupan aquí al menos el 90% de las butacas. Es un público muy variopinto, venido de los más apartados rincones del mundo, cuyo retrato psicológico, a juzgar por sus extravagancias y entusiasmo manifiestos, excedería el espacio de esta nota y merecería un artículo aparte.
Es la primera puesta de una obra de Wagner en este teatro, sede provisional de la Staatsoper, mientras es remozado y saneado su histórico edificio en el bulevar Unter den Linden. El programa forma parte de los «Festtage» («Días festivos») que realiza esta casa de ópera del 16 al 25 de abril, cubriendo la semana de Pascua y algunas jornadas previas.
La más popular y asiduamente representada de las óperas del genio de Bayreuth resume sagas escandinavas y mitos nórdicos germánicos, nos habla del encuentro y la relación incestuosa de Sigmundo (excelente y con enormes posibilidades vocales, el tenor Simon O’Neill) y su hermana Siglinda (genial, cubriendo con voz muy equilibrada pasajes líricos y dramáticos, la soprano Anja Kampe), la mujer del guerrero Hunding (muy bien el bajo Mikhail Petrenko). Sigmundo y Siglinda son mellizos e hijos de Wotan (el excelente bajo René Pape).
La Valquiria. (c) Monika Rittershaus
Por recomendación de su hermana y amante, Sigmundo recoge del tronco de un fresno una espada escondida allí tiempo atrás por Wotan, previendo que podría servir algún día a su hijo, y ambos huyen de Hunding presintiendo ya un trágico final.
Pape (preferido asimismo de Barenboim) es la gran estrella de la velada, cuyo debut en este papel es aguardado con gran expectación, aunque defrauda, sin embargo, al no encontrarse del todo cómodo con la postura dramática prevista aquí para el personaje. Además, la encarnación del dios nórdico requiere de él sus tonalidades más graves, oscuras que no cuadran exactamente con su sensible perfil, todo lo cual le hace perder de antemano la faena.
Brunilda (brillante y potente voz, la robusta Iréne Theorin, una soprano dramática de alto vuelo), hija y valquiria preferida de Wotan, pide a su padre, quebrantado por el dolor, que proteja a Sigmundo cuando tenga que enfrentarse a Hunding. Pero Fricka (sobresaliente, la mezzosoprano Ekaterina Gubanova) reclama a su marido Wotan que los castigue, a él y a Siglinda, por haber cometido adulterio e incesto.
Ya desde el segundo acto comienzan a oirse los gritos de guerra («¡Hójotoho! ¡Hójotoho! / ¡Heiaha! ¡Heiaha!») de Brunilda que se tornan generalizados en el tercero y último, cuando comparte el clamor con sus hermanas, durante la célebre «cabalgata de las valquirias»: Gerhilde (la soprano Danielle Halbwachs), Helmwige (soprano Erika Wueschner), Waltraute (mezzosoprano Ivonne Fuchs), Schwertleite (contralto Anaik Morel), Ortlinde (soprano Carol Höhn), Siegrune (mezzosoprano Leann Sandel-Pantaleo), Grimgerde (contralto Nicole Piccolomini) y Rossweisse (mezzosoprano Simone Schröder), con voces y físicos también vigorosos.
No menos contundente es la fortaleza de Barenboim dirigiendo en el foso de la orquesta con gran entrega y pasión durante cuatro vibrantes horas a la Staatskapelle, tras haber estado a su frente la tarde anterior en la ejecución de «Wozzeck», de Alban Berg, en el mismo escenario y dentro de este festival. La música y las voces transmiten gran energía y profunda emoción al público. Los cantantes remontan con su fuerza al centenar de instrumentos de la agrupación sinfónica y la acústica del teatro favorece esa poderosa llegada al espectador.
La escenografía de Cassiers y Enrico Bagnoli, con grandes paneles corredizos de superficies rugosas, juega, sorprende, distrae y entretiene mucho, quizás demasiado, con la iluminación de diversos colores y con la utilería, así como con vídeos, rayos láser y efectos electrónicos para dar la sensación de estar en una confortable vivienda con chimenea o en un tupido bosque en medio de la lluvia o en el Walhalla, el olimpo germánico.
El director de escena parece más concentrado en la esmerada aplicación de estos artilugios técnicos antes que en la situación de los cantantes, que se sienten bastante abandonados. Es un problema, porque con caracteres tan complejos los intérpretes siempre necesitan aprender más, ser exigidos sobre tablas, más aún en el caso de Pape en su debut, si bien es cierto que son pocas las producciones realizadas en condiciones ideales y en el Schiller-Theater (más pequeño que la Staatsoper Unter den Linden), nos consta, se han desplegado enormes esfuerzos de adaptación.
Suenan algunos estridentes abucheos, de puristas ultrafanáticos, al término de los dos primeros actos, así como al final, que pronto quedan apagados por nutridos aplausos y ovaciones de la enorme mayoría de los espectadores. Inmerecidas injurias para los intérpretes, aunque seguramente los despiertan del letargo.
La Valquiria. (c) Monika Rittershaus
«La Valquiria» se repetirá en los «Festtage» (30 de marzo al 14 de abril) 2012 de la Staatsoper al igual que «El oro del Rin», la primera de las óperas de la tetralogía. Pero en 2013, cuando se celebre el bicentenario del nacimiento de Wagner, se representará tres veces consecutivas el ciclo completo de «El anillo del Nibelungo» («El oro del Rin», «Valquiria», «Sigfrido» y «El ocaso de los dioses»).
No se sabe aún si el prolongado festejo será en el escenario de la Staatsoper Unter den Linden o en el Schiller-Theater. Ante una pregunta de Danza Ballet sobre este tema en una reciente rueda de prensa, Barenboim afirmaba: «no soy ni jefe de obras ni profeta (si bien vengo de un país de profetas)» para predecir si los trabajos de remozamiento quedarán concluídos puntualmente en 2013 o no. Tanto Barenboim como el director general (intendente) Jürgen Flimm siguen laborando en la programación mientras aguardan a corto plazo una confirmación oficial definitiva.
Berlín, 22/04/2011
Teatro Staatsoper Berlin im Schiller-Theater.
La Valquiria. Libreto y música Richard Wagner (1813-1883). Estrenada en el Hoftheater (hoy Teatro Nacional) de Múnich el 26 de junio de 1870.
Staatskapelle Berlin.
Dirección musical Daniel Barenboim.
Dirección escénica Guy Cassiers.
Escenografía Guy Cassiers / Enrico Bagnoli.
Vestuario Tim Van Steenbergen.
luminación Enrico Bagnoli.
Vídeo Arjen Klerkx / Kurt D’Haeseleer.
Coreografía Csilla Lakatos.
Intérpretes: Simon O’Neill (Sigmundo), Anja Kampe (Siglinda), Mikhail Petrenko (Hunding), René Pape (Wotan), Iréne Theorin (Brunilda), Ekaterina Gubanova (Fricka), Danielle Halbwachs (Gerhilde), Erika Wueschner (Helmwige), Ivonne Fuchs (Waltraute), Anaik Morel (Schwertleite), Carola Höhn (Ortlinde), Leann Sandel-Pantaleo (Siegrune), Nicole Piccolomini (Grimgerde), Simone Schröder (Rossweisse), Guro Nagelhus Schìa y Vebjorn Sundby (bailarines).
Cooproducción con el Teatro alla Scala de Milán en cooperación con el Toneelhuis Amberes.
Estreno de la producción 17 de abril de 2011.
100% del aforo.
Ekaterina Gubanova (Fricka) – La Valquiria. (c) Monika Rittershaus
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