Rudolf Nureyev (1938 – 1993)

Rudolf Nureyev  (1938   1993) | Danza Ballet 
Rudolf Nureyev  (1938   1993) | Danza Ballet 

Bailarín y coreógrafo ruso de ballet, posiblemente el más virtuoso y carismático de su generación.

Nació cerca de Irkutsk, bailó como profesional desde los 15 años y estudió en la Escuela Coreográfica de Leningrado desde 1955 hasta 1958, año en que se convirtió en primer bailarín del Ballet del Teatro Kírov de San Petersburgo.

En 1961, con ocasión de una gira por París con el Kírov, Nureyev escapó de la seguridad soviética en el aeropuerto de París y desertó. En 1962 se asoció al Royal Ballet de Gran Bretaña, donde formó pareja con la bailarina británica Margot Fonteyn. También bailó con el American Ballet Theatre, la compañía de Martha Graham y otras formaciones.

Reconstruyó y refundió la coreografía de El lago de los cisnes (1964), Don Quijote (1973) y otros ballets del coreógrafo del siglo XIX Marius Petipa, y su vida fue el argumento de la película I am a dancer (1972).

Su autobiografía, Nureyev, se publicó en 1962. Se hizo ciudadano austriaco en 1982, y desde 1983 hasta 1989 fue director artístico del Ballet de la Ópera de París.  © eMe

Rudolf Nureyev  (1938   1993) | Danza Ballet
Rudolf Nureyev. rehearses, 1962.

¿Quién era Rudolf Nureyev?
por Diego Llumá – Copyright © Balletin Dance

Es difícil conectarse, tratar de comprender al Rudolf Nureyev que fue.

Los hombres cuando mueren pasan a ser recuerdos, enriquecidos siempre como cualquier memoria. Pero más difícil es tratar de desentrañarlo cuando la personalidad es pública y extraordinaria. Tal el caso de Nureyev. Varias biografías se han escrito acerca de quién ha sido el mayor referente para generaciones de bailarines.

Hombre de una autodisciplina extrema y una personalidad potente, su sola mirada podía desestabilizar al más frío. Su carácter irascible también lo hizo famoso. Una vez llegó a abofetear a una bailarina en escena durante una función en Londres.

Nureyev, el tártaro, murió a las 3:45 del miércoles 6 de enero de 1993 en Francia. Había nacido el 17 de marzo de 1938 en el seno de una familia marxista en plena era de la Rusia comunista. En 1961 el díscolo primer bailarín del Ballet Kirov de Leningrado (actual San Petersburgo) se hartó del régimen soviético y desertó a occidente durante una gira por Francia.

Recién pudo regresar a su tierra para visitar a su madre en 1987, ya afectado por el terrible mal que le ocasionaría una muerte prematura: el SIDA.

BALLETIN dance recogió cantidad de testimonios de figuras que lo conocieron en persona y que permiten aproximar una remotísima idea de quién era este intérprete y coreógrafo que marcó a fuego el arte del ballet del siglo que acaba de morir.

Franz Blankart, por ejemplo, presidente del afamado Prix de Lausanne, el principal concurso para jóvenes bailarines de Europa, abandonó el ballet a los 21 años cuando se cruzó en su vida casi por casualidad “Rudik”. “Yo no estaba suficientemente dotado. Me di cuenta cuando estuve en el mismo salón con Rudolf Nureyev” recordaría muchos años más tarde en diálogo con La Revista Argentina de Danza.

El episodio simplemente le cambió la vida a quien llegaría a ser, además de organizador del Prix, nada menos que secretario de comercio exterior de Suiza.

El bailarín ruso lo impresionó tanto que decidió dejar la carrera de intérprete.

Jakie Barrett, maestra del English National Ballet y del Ballet Municipal de Santiago de Chile, recordó también a Nureyev, con quien compartió cartel, como a “Un hombre excepcional. Nunca más encontré una persona como él y no sé si alguna vez lo encontraré. Podía llegar a ser horrible si se lo proponía. Pero era una persona que trabajaba en forma increíble. Recuerdo que en una cena me preguntó qué hacía mi padre. Yo le respondí que era un productor avícola. Y tuvimos una larga conversación acerca de la cría de aves de corral. Había leído muchísimo. Tenía un carácter muy fuerte. Fue el hombre con mayor autodisciplina que he conocido. Creo que nunca esperó que nadie trabajara tan duramente como él. En su vida privada era un loco, porque era un hombre extremo en sus opciones. Quizás su característica principal haya sido su determinación para nunca darse por vencido”.

Su primer contrato en Europa fue con la compañía del Marqués de Cuevas. Pero él soñaba con el Royal Ballet y con conocer a quien finalmente llegaría a ser su pareja durante muchos años, el bailarín alemán Erik Bruhn.

Otro nombre asociado al suyo para siempre es el de la primera figura del Royal, Margot Fonteyn quien lo convocó para bailar con ella y terminaron forjando una profunda amistad y constituyendo la pareja más fascinante de su tiempo.

Sobre el final de su vida se dio el lujo de volver a bailar en el escenario de su teatro, el Kirov. Intolerante al extremo con la debilidad, quienes lo han visto bailar no dejan de resaltar su virilidad y sensacional atractivo físico.

La bailarina del American Ballet Theatre, Eleanor d’Antuono recordó en una biografía publicada en Estados Unidos su primera actuación en pas de deux de El Corsario con el monstruo de la danza.

“Ingresé al escenario haciendo bourrées como se suponía que lo hiciera, hasta donde estaba ‘Rudi’ arrodillado. Cuando llegué hasta él y miré hacia abajo a este hombre increíblemente sexual acuclillado a mis pies, un suspiro me dejó literalmente si aliento. Por primera y única vez en mi carrera profesional no supe dónde estaba”.

Nureyev tuvo un coach argentino. Nada menos que el maestro Héctor Zaraspe, quien lo conoció primero en Europa (cuando nuestro compatriota bailaba en la compañía española de Antonio) y pocos años más tarde el divo “cayó” a una de sus clases en el estudio del Joffrey Ballet.

El 5 de abril de 1965 Nureyev tomó la primera clase de ballet con él.

En una entrevista reciente, Zaraspe recordó la asociación artística Fonteyn-Nureyev como una pareja que “Ha sido maravillosa. Nunca se han sentido estrellas, entraban a la clase con la humildad más grande y siempre dando el máximo”.

En Francia se encuentra la sede de la Fundación Nureyev que es la que administra los derechos para montar sus coreografías en el mundo. Pero en Estados Unidos, la Rudolf Nureyev Dance Foundation es una de las dos únicas instituciones dedicada exclusivamente a apoyar la danza en ese país.

Al frente de la misma se encuentra Barry Weinstein quien fue abogado, asesor en lo concerniente al sistema tributario norteamericano y amigo del bailarín durante los 20 años finales de su vida. La obra que realiza esta Fundación incluye el financiamiento de una beca completa para cursar la School of American Ballet del New York City Ballet, y subsidios a una cantidad de compañías de danza norteamericanas de renombre y otras no tan conocidas.

Weinstein recibió a “La Revista Argentina de Danza” en forma exclusiva en septiembre para una entrevista en la que repasó aspectos inéditos de la personalidad del genial bailarín.

En su oficina de Chicago, el abogado señaló al enviado de BALLETIN dance que “Rudolf tenía su propio criterio para todo. Le podías aconsejar algo pero él tomaba sus decisiones. Muchas veces incluso en contra de recomendaciones mías. Una de las cosas que me sorprendieron siempre fue que a él le gustaba hacer sus negocios en inglés aunque el ruso era su primer lenguaje”.

¿Cómo es que usted llegó a estar tan interesado en la danza?
Era muy joven cuando me recibí de abogado. Mi especialización es en impuestos. Me presentaron a muchos artistas. De hecho mi primer cliente fue Erik Bruhn, quien estaba muy ligado a Nureyev aunque yo entonces no tenía ni idea. El vino a Chicago a hacer El Cascanueces. Me pidieron que asistiera a Bruhn y otros tres bailarines extranjeros en los temas específicos del sistema fiscal norteamericano. Esa labor me dio una reputación en el mundo del espectáculo como especialista en temas fiscales internacionales. Así llegué a asesorar a Tito Gobbi (tenor) y Maria Callas, entre otros.

¿Cómo llegó a conocer a Nureyev?
Sandor Gorlinsky, un renombrado representante de artistas europeos se enteró de un caso que yo le gané al IRS (dirección general impositiva de EE.UU.) y me contrató para ser abogado de sus representados, así lo conocí a Rudolf Nureyev en 1972. Si bien yo había empezado asesorando a Erik, él murió tiempo más tarde y Rudolf siguió siendo mi cliente y amigo, y siento que le he sido de ayuda hasta el fin de sus días.

Deme un ejemplo
Sus convicciones más firmes, al menos en lo que a los negocios compete, fueron siempre las propiedades que quería comprar. Una vez él me pidió que le comprara una isla en el río Potomac cerca de Washington DC. Tuvimos una “pequeña conversación”, nada de importancia. Pero yo no quería comprar esa propiedad porque descubrí que se inundaba y no tenía ningún tipo de uso práctico más allá del paisaje. Había una gran lluvia cada diez o veinte años que la sumergía casi por completo. Yo simplemente no la iba a comprar por él, pero él insistía. No la compró, creo yo, porque no se lo habría confiado a nadie más. Tuvimos una discusión y finalmente se decidió por su propiedad de Virgina. Esa decisión le llevó dos años. El sabía qué casa quería, conocía las propiedades de la región muy bien y finalmente compró una casa conocida como “Woodburn”, un terreno de 500 acres que tenía un galpón y otras construcciones dentro.

¿Alguna vez vio triste o preocupado a Nureyev?
Hablé con él un año antes de su muerte sobre una serie de temas y deslizó algunas preocupaciones personales. Pero era una persona de mucho orgullo. Incluso atravesando su condición de salud más seria, jamás se quejó. Nunca buscó compasión. No quería que nadie lo tratara como si fuera una persona de la que había que apiadarse. Siguió desenvolviéndose con la mayor energía y carisma hasta el final. No quería que nadie sintiera pena por él. Se enojó mucho cuando los periódicos franceses publicaron que tenía SIDA. No quería llamar la atención por algo que no fuera su desempeño artístico. Ese artículo salió después de que él montó su obra final en Francia, La Bayadera.

¿Lloró?
No… ese no era su estilo. No se quejó ni una vez. Lo único que dijo una vez es que le dolía un poco el cuero cabelludo. Seguramente a las personas que estaban más cerca de él desde el punto de vista personal les habrá confesado más cosas. Pero desde mi punto de vista, nunca se quejó. De hecho a mi esposa y a mi nos dijo en una cena: “no me arrepiento de nada”.

¿Cree usted que Nureyev era conciente de la dimensión histórica de su personalidad?
Absolutamente. Sabía perfectamente quién era. Era muy inteligente, tenía un gran sentido del tiempo, sabía exactamente los cuándo, porqué, y cómo de lo que estaba haciendo y de su relación con la gente. Su grandeza, creo yo, provino de que conocía acerca de todas las artes. En su casa tenía una impresionante colección de videos de todo tipo desde Blade Runner hasta las películas de Orson Welles. Siempre quería visitar museos… Estaba profundamente interesado en el mundo artístico y trasladaba todo lo que veía a su labor como bailarín.

Nureyev y Callas no fueron sólo dos nombres del arte sino el sentido mismo de la palabra “divos”, figuras que trascienden el marco de su arte para transformarse en referentes culturales. ¿Era difícil para usted lidiar con estos artistas?
No. Con María Callas fue una relación corta y puramente de negocios. Pero con Rudolf tuve una larga relación. Si miro atrás, me doy cuenta que él sabía que si me necesitaba yo iba a estar ahí, si no yo tenía mi vida y trabajo en Estados Unidos. Cuando volvió de Rusia con una inflamación cardíaca debida al SIDA, que reclamó una medicación extrema para restablecerse, me llamó para que fuera a París porque él quería dejar todo resuelto para después de su muerte. Y ahí estuve.

¿Qué le llamó más la atención de ese período?
Rudolf era un poco supersticioso. Un ejemplo de eso es que él restringió la distribución de sus zapatillas de danza, no quería que nadie usara sus zapatillas. Cuando murió, de hecho, dejó montones de zapatillas usadas en bolsas que fueron rematadas por la Fundación. De la misma forma, no quería dejar un testamento, porque temía que esto estuviera marcando su final. Pero cuando me llamó a París, fue por una razón bien clara: quería planificar el futuro tras su muerte y eso incluyó la firma de un testamento. Estaba listo para firmarlo. Creo yo que se debió a que cuando regresó de Rusia con esa dolencia tan grave, se concientizó de su condición de mortal.

La Fundación
“La principal razón es apoyar la danza. Nuestra misión también es mantener vivo el nombre de Rudolf Nureyev. Una de las mayores dificultades cuando un bailarín muere es preservar lo que hizo, quién era. Todos conocen el nombre de Nijinsky, pero nadie sabe qué tan bien bailaba. Lo mismo con Pavlova. Están en los libros de historia. A diferencia de lo que ocurre con los cantantes, que siempre podemos escuchar registros de sus voces. Una de las cosas que hemos hecho desde la Fundación fue coleccionar sus películas, las que donaremos a una organización que se dedica a la conservación de films”.

Barry Weinstein anunció a BALLETIN dance el lanzamiento a fines del mes pasado para todo el mundo de la película de El Corsario, en versión del American Ballet Theatre con Paloma Herrera y Ethan Stiefel (el partenaire que se presentó junto a la estrella argentina en las funciones de La Bella Durmiente que tuvieron lugar en el Teatro Colón en diciembre pasado) en su reparto.

“Rudolf hizo el pas de deux con Margot Fonteyn, que fue muy popular. Ann Marie Holmes, directora del Boston Ballet me llamó para traer El Corsario de Rusia, compró la escenografía allí y lo puso con su compañía. Hicieron El Corsario por primera vez en Estados Unidos con nuestro apoyo. Ann Marie estudió en el Kirov. Kevin MacEnzie director del ABT le pidió que los ayudara a montarlo para ellos y fue un gran hit en Nueva York el último verano, debido a este éxito y la cantidad de roles protagónicos que tiene el ballet, la cadena WNET -una de las pocas productoras de programas de arte- nos pidió que financiáramos la filmación de El Corsario para el PBS, la televisión pública nacional. Así fue como el 20 de diciembre pasado se transmitió esta filmación que también se comercializará en cadenas de TV del resto del mundo y en formato de video, como homenaje a la memoria de Rudolf Nureyev”.

Un libro inusual

La misión fundamental de la Rudolf Nureyev Dance Foundation es perpetuar el nombre del bailarín y avanzar en su concepción de la danza a través de apoyo financiero.

En 1995 la Fundación publicó un libro de edición limitada que reúne en una finísima edición escritos de quienes lo conocieron de cerca, entre ellos Mikhail Baryshnikov, Natalia Dudinskaya, Leonid Romankov, Olga Moiseyeva, y del propio Nureyev entre otros. © enero 2000

Rudolf Nureyev  (1938   1993) | Danza Ballet
Rudolf Nureyev and Erik Bruhn. rehearses, 1962.

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