Entre Béjart, su mentor, y ella, existe una admiración mutua, una relación. «Cuando la miramos nos volvemos inteligentes», decía de ella el coreógrafo. «Es él quien te hace ser inteligente», responde ella.
«La primera vez que trabajé con Béjart -recuerda- arrastraba el peso de la Opera de París sobre mi espalda. Estaba bloqueada; fue el quien me reveló mi propia personalidad. Me permitió expresarme, exteriorizar, me ayudó a buscar, a realizar proposiciones».
Su cuerpo es como una sublime escultura, fascinante, que supera todos los superlativos; a la vez, se mueve con un virtuosismo y elegancia que hace olvidar la técnica que le respalda. Casualmente tiene la misma altura y el mismo peso que la mítica emperatriz Sissi (1.72 y 50 kilos) cuya vida ha sido su último baile. Maurice Béjart coreografió un solo de 30 minutos que causó furor en Londres y París y quizás lo baile en Madrid. Resulta una larga escena de locura, hecha de rupturas y contrastes; «Sissi y yo tenemos la misma talla, los mismos ojos y color de pelo.
Es un personaje fascinante, sorprendente. Detestaba todo cuanto la corte de Viena le imponía», cuenta con entusiasmo Guillem. «Quería educar a sus hijos, hablar de política, execraba el protocolo. Pasaba horas a caballo hasta el agotamiento y amaba visitar los manicomios. En el solo de Maurice (Béjart) no se sabe si es la emperatriz de Austria o una loca que se hace pasar por ella. La similitud de los dos personajes es lo que ha interesado no sólo a Béjart sino a mí misma. Además, por primera vez he hablado en un ballet pues recito un verso del poema Mignon, de Goethe, en alemán».
Entre Béjart, su mentor, y ella existe una admiración mutua, una relación. «Cuando la miramos nos volvemos inteligentes», decía de ella el coreógrafo. «Es él quien te hace ser inteligente», responde ella.
«La primera vez que trabajé con Béjart -recuerda- arrastraba el peso de la Opera de París sobre mi espalda. Estaba bloqueada; fue el quien me reveló mi propia personalidad. Me permitió expresarme, exteriorizar, me ayudó a buscar, a realizar proposiciones. Me dio a conocer cosas de mí misma que ni yo sabía; aprendí a hacer evolucionar un personaje en el escenario. Maurice Béjart da mucho porque no se impone. Construye dejándote vivir. Da indicaciones, no obligaciones. Muchas veces los coreógrafos se preocupan del movimiento pero no de la personalidad del bailarín. Es para el único con quién he ailado gratuitamente. Béjart vive en otro mundo. Muchos le encuentran pasado de moda pero la danza contemporánea le debe mucho; el fue quien inició al gran público», concluye.
Por CRISTINA CARRILLO. El Mundo.
26 de julio de 1996

