Nunca faltan sorpresas cuando hay estrenos
Con el invierno ya vencido, la atmósfera se recupera y las flores comienzan a aparecer, aún tímidas, en las calles y jardines de esta poderosa ciudad.
La temporada primaveral del New York City Ballet, en el teatro Koch, del Lincoln Center ya toca a su fin. Restan solo tres semanas, mientras la del American Ballet Theatre, en el elegante Met, en el mismo compendio dedicado a la música y a la danza, apenas comienza. La duración de esta última se extenderá hasta los comienzos del mes de julio.
Paso a comentar solamente sobre el NYCB, y la función recientemente allí presentada. La música que acompañaba las coreografías era original de tres compositores distintos, incluídos en la serie denominada American Dance Festival.

©Paul Kolnik, cortesía del NYCB.
Semejante al trio compositor, las coreografías pertenecían también a tres maitres diferentes, por más que las obras caían dentro del estilo neo-clásico, con toques contemporáneos muy presentes. Para comenzar, de Benjamin Millepied — recientemente retirado de sus haberes danzarios, y más reciente aún, nombrado director de la Ópera Nacional de París (para desaprobación de los miembros de la compañía francesa, según cuentan algunos) – subió a escena “Two Hearts”, sobre partitura de Nico Muhly, quien incluye al final, la voz de Dawn Andes.
Como el título indica, la coreografía se centra en una pareja de bailarines, en este caso la brillante Tyler Peck, junto a Tyler Angle, tan excelente compañero como buen bailarín, quienes aparecen en varios Pas de Deux con algo de romance, pero de gran modernidad en los movimientos. Hay un elenco de seis parejas que comparten la coreografía, que da comienzo con seis bailarines que abren la pieza, acompañando poteriormente a Angle al terminar su solo. El llamativo vestuario de Marc Happel, es en blanco, con una ancha raya negra en la camisilla (o “tee shirt”) para los hombres, y sayas cortas con los mismos diseños para las mujeres, que resulta tan atractivo como moderno.
Esta nueva pieza de Millepied ha aparecido en el repertorio de la compañía desde su estreno el pasado año varias veces, y allí debe mantenerse. Todo es cuestión del gusto y de la voluntad del director artístico, Peter Martins, que lleva 30 años al frente de la compañía, desde el deceso de Balanchine, quien la fundara en 1948.
Del aplaudido y codiciado coreógrafo Christopher Wheeldon, aparecieron dos trabajos, muy distintos en estilo. El primero, “Soirée Musicale”, data de 1998, estrenado como parte de un taller de la Escuela de Danza Americana ese año. La música no puede ser más bailable, amén de agradable. Original de Samuel Barber, el coreógrafo divide su inspiración en varias secuencias que incluyen a tres parejas solistas, Sara Adams, Lauren Lovette y Brittany Pollack, acompañadas de Harrison Ball, Chase Finlay y Taylor Stanley, así como un nutrido coro masculino.
No faltan los segmentos graciosos como “Scottische”, donde dos traviesas ballerinas, Kristen Segin e Indiana Woodward, coquetean graciosamente con Ralph Ippolito y Peter Walker, que motiva las sonrisas de los asistentes a la función. El Pas de Deux encomendado a Lauren Lovette y Chase Finlay, es la pieza que puede catalogarse como la perla de la agradable obra de Wheeldon. La pareja es tan encantadora como brillante. Todo el reparto denota estar en camino de magníficos futuros en la compañía; futuros que ya se han convertido en realidad para Chase Finlay, quien desde el pasado febrero, posee el ansiado título de Bailarín Principal. Bravo por el hermoso joven Apolo.
El estreno de la temporada, “A Place for Us”, un Pas de Deux a cargo de Tiler Peck y Robert Fairchild, es obra también de Wheeldon. En este caso particular, usa la música de Leonard Bernstein, que requiere como acompañamiento un piano y su intérprete, Steven Hartman, a un lado de la escena, y una clarinetista (y su instrumento) Nancy McDill, quien lo hizo muy bien en la magnífica acústica del teatro. Esta obra usa solo dos intérpretes, y en realidad, no creo que necesite más. La intensidad interpretativa de la pareja, llena la escena totalmente de emoción. Ya han pasado muchos años de la desaparición del gran Balanchine, que eludía emociones en los bailarines que aparecían en sus innumerables obras. Es de notar que esta nueva generación, 30 años después de su muerte, puede expresar sus sentimientos sin pasar la línea que separa las emociones mesuradas del melodrama… Mis bravos a la juvenil pareja, y por supuesto, al coreógrafo.
Para terminar, subió a la escena, original de Martins, su “Hallelujah Junction”, en el repertorio del NYCB desde 2002, sobre la repetitiva música de John Adams, compositor favorito de Martins. Originalmente estrenado por el Royal Ballet de Dinamarca en 2001, “Hallelujah” sirve de “showcase” a tres de los solistas principales del NYCB, Sterling Hyltin, Gonzalo García (natural de Zaragoza, España) , y el dinámico Daniel Ulbricht, quien puede girar como un trompo y elevarse con facilidad en poderosos brincos, de un lado a otro de la amplia escena del teatro. Estas últimas muestras de virtuosismo dinámico, parece que comienzan a ser apreciada por los asiduos asistentes a las funciones del NYCB, no acostumbrados a tales excesos.
El NYCB – repito – posee en el presente un conjunto muy joven, no obstante, brillante y extremadamente bien entrenado. La compañía tiene a su favor, además, el empuje que les proporciona la juventud, además de que sus expresiones son más vívidas que antes, y ahora no parece que se les exige restricción total de ellas.
Bien por la novedad que hace tanto al conjunto como a los solistas, más humanos. Espero que esto continúe.

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