Un Liceu lleno a rabiar y completamente de pie ovacionó la noche del 28 de diciembre a una de las cantantes de ópera más importantes del mundo y más queridas por el público catalán, la soprano Montserrat Caballé.
El día que cambió su vida llegó en el año 1965 en Nueva York, cuando cantó Lucrecia Borgia sustituyendo a Marilyn Horne. Al día siguiente un periódico neoyorquino titularía: «Callas + Tebaldi = Caballé».
Lo demás es historia.
La artista barcelonesa ha demostrado que según pasan los años atesora una gran experiencia y una presencia escénica mágica. Poseedora de un insuperable dominio de la técnica, una voz natural maravillosa y una finísima interpretación, la cantante hace gala de su arte manteniéndose siempre en lo más alto, sencilla, sin excesos y sin alardes, sobre todo con una gran humanidad, siendo admirada por un público fiel.
Su carisma personal, producto del éxito que cosechó a lo largo de una de las carreras más sobresalientes del mundo de la ópera, la han convertido en una autentica leyenda. Y aunque uno no puede olvidar sus años de esplendor y gloria, el concierto del lunes sirvió para volver a admirar a una gran artista que merece la pena ver una y mil veces.
El variado programa estuvo compuesto en total por 19 piezas, áreas italianas, canciones populares rusas y zarzuelas. Al piano se encontraba el maestro argentino Manuel Burgueras, quien desde 1991 acompaña habitualmente a la cantante en sus giras por los principales escenarios internacionales.
Caballe estuvo acompañada por un fantástico partenaire, el tenor ruso Nikolai Baskov, dueño de una poderosa voz de enorme emisión y alto volumen quien se gano la admiración del público con su simpatía y excelente desenvoltura sobre el escenario. Ambos fueron ovacionados en repetidas ocasiones, sobre todo la segunda parte del programa, más chispeante y enérgica, al interpretar la bella pieza de Luisa Fernanda «Subir, subir y luego caer», de Torroba y una bella área de la Opereta «La viuda alegre», de Franz Lehár. Sus interpretaciones y ejecuciones en dúo fueron fervorosamente aplaudidas y lograron llegar a la emotividad del público.
Junto a ellos el bajo Serghiy Mahera, con una potente voz y una fuerza escénica potente, fue quien arrancó la primera ovación de la noche con «La calunnia è un venticello», del Barbero de Sevilla de Rossini. Mahera realiza en esta gala su debut en el Liceu. Ha cantado en los grandes festivales de música y es primera figura en la Opera de Kiev.
Baskov posee una carismática y fuerte imagen. Brilló con luz propia toda la velada, y destacó al interpretar la apasionada «No puede ser» de «La tabernera del puerto», de Pablo Sorozabal. Junto a Mahera interpretaron cancones folklóricas rusas incluida la clásica “Ojos Negros”, que fue jovialmente cantada por los tres artistas al finalizar la gala y arrancó fuertes y emotivos aplausos del público.
La Gala lírica «Montserrat Caballé y sus voces» no defraudó a los melómanos y admiradores entusiastas que se dieron cita en el coliseo catalán atraídos desde siempre por su gran artista, una Caballé apasionada de voz dulce y fresca. Una de las voces con el timbre más bello del mundo que una y otra vez es admirada y recordada por el público.
