Los experimentos modernos de Diaghilev, salvo algún retorno a representaciones clásicas, como «El lago de los cisnes», continuaron hasta su muerte.
Entre los mejores son de señalar «Les biches» (Las ciervas, 1924), música de Poulenc, coreografía de Nijinska y decorados de Marie Laurencin, y La Chatte. Al año siguiente Serge Lifar (1905), joven alumno del cuerpo de baile, llegado de Kiev, vino a llenar el vacío que nadie, después de Nijinsky, había podido colmar, convirtiéndose en primer bailarín.
Por Nolberto Salinas.
Poco después, Ida Rubinstein, que contaba con fuertes apoyos financieros y sociales, organizó una serie de mimodramas fastuosos, de inspiración oriental que se contrapusieron a los de Diaghilev, sustrayéndole buena parte de sus colaboradores: Nijinska, Benois, Massine, Stravinsky, Ravel, Debussy y Sauguet, los cuales no rompieron sus relaciones con él, pero pasaron a trabajar al campo adversario, en el que, en el fondo, no se hacía otra cosa que parodiar sus fórmulas.
Diaghilev, siempre en vanguardia, siempre presto a sorprender, desorientó al público con «El hijo pródigo», música de Prokofiev, coreografía de Balanchine y decorados de Rouault (1929) que en su intento de representar una danza ideal y abstracta, bajo apariencias realistas, no fue comprendido.
El mismo año 1929, Diaghilev se refugió en Venecia, su ciudad predilecta, y allí murió el 19 de agosto.
Después de la muerte de su animador, la compañía del ballet ruso, desorientada y dispersa, se reformó en 1932, en Montecarlo, bajo la dirección del danzarin René Blum y del coronel De Basil, renovando su popularidad con las baby bailarinas Toumanova, Baronova y Riabouchinska, las cuales iniciaron la moda y la época de las bailarinas niña.
El coronel De Basil no era ni un artista ni un innovador y, por lo mismo, después de un brillantísimo comienzo, para el cual se valió de la colaboración de Balanchine y de Massine, que hacía sus primeros ballets sinfónicos, se contentó con llevar alrededor del mundo el mensaje lanzado por Diaghilev.
En 1936 la compañía se escindió en dos, dirigidas respectivamente por los dos fundadores iniciales. La dirigida por René Blum pasó a continuación y sucesivamente bajo la guía de S. Denhan, de Massine y de otros y continúa activa en los Estados Unidos donde ha conservado el nombre de «Ballet Russe de Montecarlo«, tratando de competir, sin mucho éxito, con las dos mayores compañías americanas: la «American National Ballet Theater» y el «New York City Ballet».
La compañía dirigida por Vasily Woskresensky de Basil y denominada Colonel De Basil’s Ballet, hubo de renovar su propio prestigio, confiándose en 1942 al director deI Teatro de Montecarlo, M. Sablon, que una vez más le cambió el nombre en «Nouveau Ballet de Montecarlo».
Interrumpida durante un año toda actividad, a causa de la guerra; la compañía renació en 1945 bajo la dirección de Serge Lifar que en la temporada 194647 creó o rehizo obras admirables como «Drama para música», sobre música de Bach, Aubade y «Les Biches» de Poulenc, «Noir et Blanch» de Lalo y «La Péri» de Dukas, ballets todos que tuvieron la suerte de ser interpretados por la habilísima Yvette Chauviré, bailarina de la Opera de París, que tuvo a su lado otros bailarines sensacionales como Zizi Jeanmarie, Janine Charrat y Ludmilla Tchérina.
En 1947 la compañía, formada por elementos ya demasiado cosmopolitas para poder ser considerada todavía como rusa, pasó a ser dirigida por el Marqués de Cuevas y debutó en Vichy y después en París con el nombre de «Gran Ballet de Montecarlo».
El favor del público de la capital de Francia fue conquistado por «Salomé» de Richard Strauss, «Una noche en el monte pelado», de Mussorgsky; «Sebastián», inspirado a Edward Caton por una partitura de Mefiotti y «Constancia», ballet clásico compuesto sobre el Concierto en la menor para piano y orquesta, op. 21, de Chopin, que revelaron a Europa nuevos nombres de danzarinas y danzarines procedentes de América, entre los cuales, Rosella Hightower y María Tallchiel.
En 1949 el Marqués de Cuevas, chileno de nacimiento y norteamericano de fortuna y parentescos, dio su nombre a la compañía que pasó a llamarse «Grand Ballet du Marquis de Cuevas», separada ya completamente de Montecarlo. Otros ballets exhumados como «El lago le los cisnes», «Las sílfdes» y «Giselle», dieron oportunidad a Tamara Toumanova, a André Eglevky, a George Skibine ya otros, de demostrar la perfección de su técnica académica.
Los coreógrafos fueron indistintamente Fokine, Massine y Balanchine.
En 1949 la compañía trató de remediar la extrema pobreza de las escenografías, valiéndose de las decoraciones de Salvador Dalí para su ballet surrealista «Tristán el loco», pero ya en 1950 presentó síntomas de estancamiento. A partir de entonces sus giras, aún cuando sus citaban interés, no alcanzaron ya a renovar los grandes éxitos del ballet ruso, ni siquiera cuando intentó remozarse en 1958 adoptando el nombre de «lnternational Ballet of the Marquis de Cuevas».
Como una derivación de los ballets rusos puede ser considerada también la actividad de Massine, formado al contacto de Diaghilev.
Massine se separó de la concepción de Fokine, para el cual el ballet era fusión de todas las artes en función del drama, es decir, en sustancia, un ballet de acción más orgánico y de significado más universal, y trató de volver a a danza pura, como expresión de un moviniento interior, estrechamente ligado a la música. Para realizar su ideal, Massine se inclinó por la forma musical más abstracta: la sinfonía, traduciéndola a sinfonía coreográfica. Sin embargo, no supo liberarse de hacer algunas concesiones a los elementos simbólicos apoya los en alusiones decorativas; la misma fórmula había sido entrevista por Fokine en «Las Sílfides» y por Nijinska en el «Estudio de Bach», notable ejemplo de ballet abstracto.
Los ballets sinfónicos de Massine más logrados y conocidos son «Les présages» (1933) sobre la Sinfonía n.O 5 de Tchaikowsky ; «Chorearium» (1933) sobre la Sinfonía n. 4 de Brahms ; la «Symphonie Fantastique» (1936) de Berlioz y la Séptima Sinfonía de Beethoven (1938). Otros ballets posteriores fueron realizados sobre sinfonías de Schubert, Haydn, Mendelssohn y Shostakovitch.
Además de los Ballets de Montecarlo de que hemos hablado, se constituyó en Francia , después de la liberación, la compañía de los Ballets des Champs Elisées con E. Kochno, director artístico y Roland Petit (1924), maítre de ballet, danzarín y coreógrafo, inteligente, imaginativo y dinámico. Valiéndose de los decorados de Marie Laurencin y Christina Ebard y de las sugerencias de Jean Cocteau, lanzó, en la temporada 1945-46, varios ballets de vena feliz y tendencia moderna, en la tradición táctica «del shock» ya seguida por Diaghilev.
«Les forains» (música de Sauguet); «Leux de Cartes», de Stravinsky; «La ‘fiancée du diable«, de J. Hubeau sobre los «Caprichos de Paganini»; «Les amours de lupiter», de J. Ibert; «Le jeune homme et la mort«, etc.
En torno a Roland Petit se agruparon elementos de primer orden como Jean Babilée, Ludmilla Tchérina e lrene Shorik, primeras bailarinas, y Natalie Philippart, Solange Schwarz, Nina Vyroubova, Youli Algaroff y muchas otras bailarinas invitadas. Pero algunas discrepancias con la dirección y el retorno de Serge Lifar a la Opera, tras la actividad desarrollada en Montecarlo en 1947, decidieron inesperadamente a Roland Petit a abandonar la compañía y a instalarse en el Teatro de Marigny donde inmediatamente reunió en torno a él a los más ilustres artistas del momento.
Entre los literatos y músicos hizo un llamamiento a Paul Claudel, Jean Cocteau, Jean Anouilh, Darius Milhaud, Tcherepnin y Jean Franaix; entre los danzarines a Margot Fonteyn, «prestada» del Covent Garden, Janine Charrat, Renée Jeanmarie, Colette Mar chand, Gordon Hamilton y Serge Perrault; entre los pintores a Leonor Fini, André Derain y Filippo de Pisi, y entre los figurinistas a Pierre Balmain y Jacques Fath. Con su colaboración instituyó los «Ballets de París».
La compañía debutó en 1948 con gran éxito, presentando «Les demoiselles de la nuit», argumento fabuloso escrito por Anouilh con música de Jean Franaix, destinado a ocupar un puesto en la historia de la danza, junto a los que le siguieron: «Madame Miroir«, ballet filosófico sartriano, sobre música de Milhaud, exprsado coreográficamente por Janine Charrat y danzado por Roland Petit; «Carmen» (1949), interpretado magistralmente por el propio Roland Petit en el papel de Don José y por Renée Jean Marie (Zizi, con la que contrajo matrimonio en 1954), ballet en el cual el estilo coreográfico moderno alterna variaciones y adagios de escuela con pasos de tango y de swing, juegos acrobáticos y coros hablados.
Trás un período de inactividad, los Ballets de París fueron reconstituidos y debutaron en 1953 con «La Perle», música de C. Pascal, sobre argumento de Louise de Valmorin, teniendo por principales intérpretes a Violette Verdy , J. B. Lemoine, S. Perrault y George Reiche.
Entre los ballets de mayor éxito de la compañía, que todavía hoy se recuerdan, debido en gran parte a las coreografías y a la interpretación de Roland Petit, cuando menos, «Le Loup» (1953), música de Henri Dutilleux sobre libreto de Anouilh; «La Belle au bois dorman» (1953), del mismo compositor, protagonista Leslie Caron (1931), bailarina invitada por concesión de la Metro Goldwyn Mayer, y «Cyrano de Bergerac» (1959), sobre música de M. Constant, en la cual tuvo por pareja a su mujer Zizi Jean Marie.
Iniciada en 1952, en Hollywood, la actividad de Roland Petit como coreógrafo para filmes, tomó parte, entre otros, en los titulados «Un, deux, trois, quatre» (1960), que recoge cuatro ballets de su repertorio, con el conjunto de los Ballets de París,«Croqueuse de diamants», con su mujer; «Cyrano de Bergerac», con Moira Shearer; «Deuil en 24 heures», con Cyd Charisse, y «Carmen» con su mujer.
Los «Ballets des Champs Elisées», que Roland Petit abandonó en 1948, quedaron bajo la dirección artística de Boris Kochno y Eudes y la coreográfica de David Lichine, pero no obstante la presencia de los excelentes elementos estables que continuaron en la compañía, como I. Skorik, l. Babilée, Y. Algaroff, Y. Loboff y A. Nevada y de ilustres bailarines invitados como Yvette Chauviré y Vladimir Skouratov, los espectáculos presentados no tuvieron éxito.
Sin embargo entre ellos figuraban ballets de vanguardia de evidente interés, como «La Création», (1948), expresado coreográficamente por Lichne, sin música, decorados ni trajes, interpretado por el propio Lichine, Nathalie Philippart, Leslie Caron, Hélene Sadovska, Hélene Constantine e Y. Loboff.
En 1950 la compañía se disolvió para reconstituirse en 1951, pero después de presentarse en cinco nuevos ballets sin obtener el éxito esperado, se disolvió definitivamente el mismo año.
Se le reconoce a esta compañía el mérito de haber revelado bailarines como J. Babilée, Ethéry Pagava y las danzarinas acrobáticas Danielle Darmance y L. Caron y de haber puesto en escena, además de la reposición del tradicional ballet romántico, novedades entre las cuales destaca «Le jeune homme et la mort», ideado por Roland Petit en colaboración con Jean Cocteau (1946), autor del libro, sobre la música de la célebre passacaglia de l. S. Bach, interpretado por la pareja J. Babilée y N. Philippart.
Fe de erratas
El Marques de Cuevas (su verdadero nombre es Jorge Cuevas Bartholin) nace el año 1885 en la ciudad de Santiago de Chile, viviendo cerca de 20 años en el viejo barrio poniente, en calle Catedral. Posteriormente vivió un par de años en el balneario de Viña del Mar, hasta que toma la decisión de emigrar a Francia, lugar en donde se relaciona con el Principe Yusupov y conoce a quien sera su esposa, la Sra. Margaret Strong de Rockefeller, futura heredera de David Rockefeller (1937). El Marquesado de Jorge Cuevas, lo obtiene mediante una compra de titulo Nobiliario a uno de los herederos de la familia Cortez Monroy, soldado español de recibe este marquesado en el siglo XVII, por sus hazañas militares en tierras de sudamerica.

